Por qué la temporada 4 de 'El ministerio del tiempo' ha sido la mejor de la serie

Por qué la temporada 4 de 'El ministerio del tiempo' ha sido la mejor de la serie

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Pacino

Hace ya unos días que 'El ministerio del tiempo' volvió a despedirse de nosotros con la emisión de 'Días de futuro pasado', el octavo y último episodio de su cuarta temporada. Una temporada que durante un tiempo creímos que nunca llegaríamos a ver y ahora la duda está en si llegará a hacerse o no la quinta.

Solamente el tiempo dirá si tendremos más episodios de 'El ministerio del tiempo', pero ahora toca echar un vistazo hacia atrás, porque creo que la cuarta temporada ha sido la mejor de la serie hasta ahora y me gustaría repasar los motivos para ello:

Por ser casi como un regalo

Rodando

2 años y medio. Ese es el tiempo que tuvimos que esperar entre la tercera y la cuarta temporada. Demasiado tiempo para cualquier serie -y meto en el saco esas producciones inglesas de emisión irregular-, pero más para una que encaja de maravilla en un canal público por lo que ayuda a la difusión de nuestra historia.

Durante mucho de ese tiempo seguro que no pocos llegaron a tirar la toalla y la dieron por muerta. Cancelada no estaba, pero olvidarse de ella y no decir nada acaba siendo lo mismo con el paso del tiempo. Su mera existencia ha acabado siendo casi como un regalo, como recuperar algo que se daba por perdido. Pocas veces he tenido tantas ganas de que regrese una serie y eso ha sido determinante para ello.

Ya sé que esto no dice realmente nada sobre lo que ha acabado siendo la cuarta temporada -tranquilos, tenéis mucha lectura por delante aún-, pero los regalos se agradecen, incluso aunque luego no sean lo que estabas esperando. Aquí he de decir que no lo fue, porque me acabé encontrando algo mejor.

Cuidado con los spoilers a partir de aquí.

Menos es más

Imagen Ministerio

Ocho capítulos saben a poco, tanto que incluso es algo que de he oído destacar a algunos de los que han sido más críticos con esta cuarta temporada. Es cierto que la primera tuvo los mismos, pero entonces estábamos asistiendo a una carta de presentación de un universo con infinitas posibilidades y sus responsables iban asentando sus señas de identidad.

Ese factor desaparece en la cuarta temporada en beneficio de la necesidad de seguir expandiendo lo ya creado y al mismo tiempo no estancarse en un mero más de lo mismo. El propio Javier Olivares señaló en su momento que la idea inicial era que fuesen diez episodios y que tuvo que ir ajustando su plan inicial a la realidad a la que tenía que hacer frente.

No puedo saber cómo habría sido la cosa con diez episodios, pero una vez vista la temporada queda muy claro que todo tenía detrás un plan muy bien pensado y al tener que concentrarlo en menos tiempo, eso ha dado pie a una temporada muy compacta y medida. Puede que no estuviera dando lo que algunos espectadores querían en ciertos momentos, pero sí lo que necesitaba la historia que había detrás.

Los momentazos

Mi compañero Jorge ya hizo un artículo repasando los mejores momentos que nos ha dado la cuarta temporada. Yo quizá añadiría alguno más -echo sobre todo en falta esa sublime escena final con el reecuentro entre Lola y Pacino-, pero escenas como la victoria de Lorca, el trap de Velázquez o las versiones infantiles de Julián y Alonso no tienen nada que envidiar a cualquiera de las tres anteriores temporadas.

La variedad y el equilibrio

Anacronopete

Esta cuarta temporada ha tenido todo lo que ha definido a la serie en algún momento u otro de su andadura. Desde las reivindicaciones de importantes figuras históricas de nuestro país hasta el sentido de la aventura, sin olvidarnos de ese sentido del humor que conquistó a millones de espectadores. Sin olvidarnos de una utilización del componente de ciencia-ficción más abundante de lo habitual.

Esos personajes inolvidables seguían así e iban evolucionando según pasaba el tiempo -el mejor ejemplo quizá fuese Alonso, pero afecta a todos, incluso a Julián volviendo a intentar rescatar a Maite una vez más- y se ha potenciado personajes a los que siempre habíamos querer más como Irene, Salvador o Velázquez.

En anteriores temporadas sí noté en alguna ocasión que la serie se dejaba llevar con más fuerza por alguno de ellos, ya fuese en episodios concretos o incluso en algunas fases de cada temporada. No era nada grave y normalmente hacía bastante bien lo que se proponía, pero la cuarta temporada me ha dado la sensación de capturar todo lo que me gustaba de la serie, equilibrándolo de forma maravillosa.

Aquí puedo entender que haya a quien le hubiese gustado que se deleitasen más en ciertos personajes históricos y seguramente hubiese disfrutado de lo lindo con ello, pero esto otro también ha estado siempre en 'El ministerio del tiempo' y aquí se ha permitido brillar a todas sus facetas.

La valentía

Monja

Ojalá no sea el caso y tengamos más temporadas, pero creo que todos los que la hayamos visto coincidiremos en que 'Días de futuro pasado' podría funcionar perfectamente como final de serie. Olivares podría haberse limitado perfectamente a utilizar el regreso de Díaz Bueno para proponer un tramo final de temporada de lucha de bueno contra el malo, y lo cierto es que hasta casi tenía ganas de ver algo así.

Sin embargo, ese, por así llamarlo, camino fácil no es algo que le interesa e incluso ha aprovechado algo en principio mundano y con cierta finalidad cómica como la inspección del ministerio para ir en otra dirección. Una más arriesgada de la que ha salido triunfante con ese vistazo al futuro.

Su capacidad para jugar con las expectativas del espectador

Amelia Julian

Mencionaba antes lo de Diaz Bueno, pero en general esta temporada ha estado repleta de decisiones de guion que eran salirse de lo cómodo, desde esa fugaz reaparición de Amelia que parecía dejarnos con la miel en los labios en lo referente a su relación con Julián para luego dejar del todo claro -ese beso no ha dado ya nos había dicho más que cualquier diálogo- que su relación ha quedado zanjada cuando rescata a Maite.

La utilización de Lola Mendieta es otro buen ejemplo de ello, sobre todo en lo referente a su relación con Pacino. Y es que durante parecía que el gran romance que estaba contando la serie era el de Julián y Amelia, pero el verdadero círculo para él a cerrar estaba con Maite.

Lola Pacino Alonso

En este otro caso, quizá no ha habido tanto tiempo para explicarlo, pero lo que podía parecer una aventura más basada en el sexo que otra cosa -recordemos la primera escena de ambos en esta cuarta temporada- alcanza tal dimensión que a más de uno se le escaparon las lágrimas con ese desenlace.

Por no hablar de la audacia de hacer que el personaje cambie de rostro una vez más, no sin antes haber roto las reglas del ministerio por pura venganza. Su personaje quizá ha sido el más complejo de la serie a mi entender y aquí ha seguido evolucionando de forma más que notable. Y la evolución en Lola ha hecho que a su vez Pacino dé un paso adelante. Hugo Silva siempre ha destacado en el personaje, pero lo de la cuarta temporada es otro nivel.

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