'The Defenders' no aporta nada nuevo: un 'grandes éxitos' irregular y monocorde

'The Defenders' no aporta nada nuevo: un 'grandes éxitos' irregular y monocorde

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'The Defenders' no aporta nada nuevo: un 'grandes éxitos' irregular y monocorde

El universo cinematográfico Marvel del cine no puede ser más diferente que el que se está perpetuando en la televisión. El “Netflix Marvel Universe” por llamarlo de alguna forma, tiene un tono más “realista”, urbano y supuestamente más adulto. Reduce la escala y se puede decir que sobrenada las aguas del cine de artes marciales y el policiaco. Las cuatro series que lo componen parecen producidas por un mismo equipo, los mismos medios y montadores.

Tanto ‘Daredevil’, ‘Jessica Jones’, ‘Luke Cage’ y ‘Iron Fist’ poseen un tono pausado, algo anestesiante y una fotografía sobria, de colores limitados y con mucho espacio para los tonos fríos y oscuros. La calidad general de unas y otras varía más o menos con el carisma de cada uno de los personajes y los actores que los interpretan. No vamos a entrar en cuál es nuestro favorito o no, lo dejamos a gusto de cada uno, pero desde luego ‘Iron Fist’ era un descalabro en toda regla de la fórmula.

Defenders Sigourney Weaver3

Estirando el chicle

Pero la diferencia fundamental con las películas no es el tono frío, ni siquiera la falta de efectos especiales espectaculares, es, sencillamente, cómo están contados y cómo dialogan entre ellas las diferentes partes, tras confluir en un solo producto. Si en ‘Los Vengadores’ (The Avengers, 2011) bastaba con unas cuantas pinceladas para cada personaje para iniciar una aventura en común, ‘The Defenders’ no resuelve con tanta confianza el problema del desconocimiento de cada personaje por neófitos.

Esto es, la búsqueda de un hilo en común se toma su tiempo y durante los primeros episodios las tramas discurren separadas, como si cada una fuera un miniresumen de cada personaje para poner al día a los que no hayan visto el resto de series (aunque se apoya mucho en datos que hay que haber visto). La narración va a saltos con detalles que van dando la forma a un arco que, si bien atañe a todos los implicados, en algunos casos se ajusta más a su universo personal que otros.

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El resultado es que la macedonia no chirría, en parte porque se toma tres largas entregas (de ocho) en preparar el camino, antes de poder ver al grupo en acción, y en parte porque la personalidad de cada serie por separado es casi inexistente, con lo que una versión combinada de todas ellas parece, simplemente, un apéndice de las demás. Pero igual que la interacción de los cuatro personajes no presenta un diagnóstico de repulsión, tampoco es que la cosa eche chispas.

Un evento poco espectacular

No existe una química fundamental entre la pandilla, incluso tampoco la relación de animadversión/camaradería de Cage y Iron Fist, de momento, muestra un barbecho de one liners o pimienta alguna. Como es habitual en las series madre hay más trabajo en cómo confluyen tramas y se atan hilos que en dar un masaje cardíaco al interés por los personajes. También se intuye la necesidad de hacer saber que es una serie adulta, repitiendo, por ejemplo, los polvos empotradores de Cage en ‘Jessica Jones’.

Hablando del personaje, es bastante risible y caricaturesco que cada vez que saltamos a sus líneas de acción aparezca, ya sea como banda sonora o música incidental, algo de rap, funky o cualquier tema que deje claro que en la serie hay un negro. Gracias Marvel. Por otra parte, Finn Jones se confirma como héroe repelente y los veteranos, Jessica Jones y Daredevil ofrecen las partes de cada episodio con más interés.

Tanto que cuando hay ciertas partes dedicadas a unos sube el interés y cuando aparecen otras es un tanto tediosa. Es cierto que la cosa mejora conforme avanza, se materializan las villanías, ellos se juntan y se ponen a repartir leña en grupo. Sin ver la segunda mitad, es probable que la cosa mejore, pero, aunque puede resultar, fácilmente, mejor que la mayoría sus partes por separado, no supone una propuesta especialmente sorprendente. No hay un cambio de rumbo, ni un elemento disruptivo con lo que veníamos viendo, ni siquiera a nivel de presupuesto, visual o de espectáculo.

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