Sam Peckinpah: 'Pat Garrett y Billy the Kid'

Llegamos al que para un servidor es el punto más alto en la filmografía de Sam Peckinpah. Cuando se trata de debatir cuál puede ser la mejor película de Peckinpah, y la cosa siempre está entre ‘Grupo salvaje’ (‘The Wild Bunch’, 1969) y ‘Pat Garrett y Billy the Kid’ (‘Pat Garrett & Billy The Kid’, 1973). El film protagonizado por William Holden es una cumbre del género western, de eso no hay duda, una película gracias a la cual el género se revalorizó y se abrió a nuevos caminos cuando éste ya parecía muerto. Una obra maestra cuya influencia en el cine posterior aún continúa dándose en la actualidad, pero la película que hoy nos ocupa es la representación máxima de todas las inquietudes de Peckinpah, yendo si cabe, un paso más allá.

Una obra de una melancolía casi asfixiante en la que no hay ni buenos ni malos, sólo el paso del tiempo haciendo mella sobre unos personajes que intentan adaptarse a los nuevos tiempos, aunque para ello tengan que traicionar a sus amigos de toda la vida. Peckinpah se permite además introducirse brevemente en la historia de los USA con la reconstrucción de un mito como Billy el Niño enfrentado por principios al poder establecido en una época en la que el viejo Oeste estaba muriendo.

Peckinpah, el problemático

Los rodajes de Sam Peckinpah eran famosos por los enormes problemas que el director causaba en los mismos, corriéndose juergas todos los días, que normalmente acaban en peleas, algunas de ellas muy serias, o despedía a un buen número de empleados por no cumplir bien su trabajo. La filmación de ‘Pat Garrett y Billy The Kid’ permanece como una de las más laboriosas, difíciles e incluso peligrosas de toda la filmografía de su director, al que todo el mundo odiaba por su fuerte carácter, y al mismo tiempo amaban por su indiscutible gran talento. En un principio el proyecto de la película fue ofrecido a Monte Hellman, quien venía de obtener cierto éxito con ‘Carretera asfaltada en dos direcciones’ (’‘Two-Lane Blacktop’, 1971), película que por cierto encantaba a Peckinpah y en la que sale uno de sus actores fetiche, Warren Oates.

Curiosamente el guión de la mencionada película era obra de Rudy Wurtlizer que también escribió el de ‘Pat Garrett y Billy the Kid’ y que tuvo que presenciar cómo Peckinpah hacía prácticamente una reescritura completa de su texto. Este fue el primer problema en el accidentado rodaje del film. Wurtlizer no entendía, así lo explicaba James Coburn en varias entrevistas, que un guión debía ser destrozado por el director para a partir del mismo material construir algo nuevo con la misma esencia. Y eso es precisamente lo que hacía Peckinpah, poseía un ojo único para sacar el máximo provecho de las historias que llegaban a sus manos. El problema es que muchos no lo entendían así y los enfrentamientos se sucedían días tras día.

A eso hubo que sumar que el mal estado de una lente de cámara provocara que la parte derecha de la imagen estuviese desenfocada, error del que no se percataban hasta que la película se positivase. Peckinpah protagonizó una de las anécdotas más famosas de su carrera, aquella en la que viendo en una sala lo que habían grabado acercó un silla, sobre la que se subió, a la pantalla y meó sobre la misma, lo que provocó el asombro de los presentes, entre los que se encontraba un joven Bob Dylan, que se acercaba por primera vez al mundo del cine, alentado por su amigo Kris Kristofferson quien sugirió su nombre a Peckinpah para que compusiera la banda sonora de la película. Acabó interpretando un personaje que no estaba en el guión, Alias, un experto lanzador de cuchillos que nunca se sabe de qué bando está y es como una especie de apartado testigo de los actos de Billy.

El fin de una época, fragmentación y síntesis

La historia de ‘Pat Garrett y Billy the Kid’ cuenta el enfrentamiento entre Garrett y Billy cuando el primero decide pasarse al lado de la ley aceptando el puesto de sheriff. Una caza a través de los encuentros y desencuentros de ambos personajes y de todos aquellos que formaron parte de sus vidas cuando les unía un bien común en tiempos de libertad. Ahora esa libertad está supeditada a los grandes caciques que limitan sus terrenos con alambradas. Garrett decide subyugarse a ellos, Billy seguirá defendiendo su libertad, la que realmente todos añoran.

En un principio Peckinpah montó un largometraje de tres horas y cuarto de duración, pero le obligaron a reducirlo por las evidentes exigencias comerciales. Logró reducirlo con la ayuda de nada menos que cuatro montadores —entre los cuales se encontraba el futuro director Roger Spotiswoode— a casi dos horas consiguiendo un grado de síntesis absolutamente envidiable. El mandamás de la Metro Goldwyn Mayer por aquellos años, James Aubrey, que tenía fama de inculto y de despreciar a todo el mundo incluido el público, quiso reducir aún más la película y negó a Peckinpah todo control sobre la misma. Al fin y al cabo, la MGM le contrató porque lo consideraban un director rentable gracias a su anterior película, y usaron su nombre como publicidad. En 1989 y 2005 se realizaron dos restauraciones de ‘Pat Garret y Billy the Kid’ que se acerca bastante, o eso dicen, a lo que Peckinah tenía en mente. Ambas, a pesar de poseer seis minutos de diferencia en su metraje se apartan en el montaje y en la utilización de la banda sonora. Personalmente me quedo con la última restauración hecha.

‘Pat Garrett y Billy The Kid’ habla del fin de una época a través de sus personajes, en cierto modo todos acabados. Billy sigue siendo la voz de la rebeldía, su destino es morir como vivió, con coherencia a sus principios; Garrett quiere sobrevivir a cualquier precio, aunque éste sea matar a su mejor amigo. La película parece construida a base de fragmentos en los que se hace hincapié sobre la idea una y otra vez sin resultar repetitiva, las relaciones entre los importantes personajes secundarios son sugeridas, y es el espectador quien las construye en su cabeza gracias a la sutilidad de Peckinpah. La añoranza por los viejos tiempos de libertad y amistad se refleja en cada una de las doloras muertes de muchos de los personajes, siendo famosa la secuencia de la agonía del sheriff Baker (Slim Pickens) al lado de un río, mientras suena ‘Knocking on Heaven´s Door’ de Dylan, y la señora Baker se arrodilla a escasos metros de su marido para hacer lo mejor que una persona puede hacer por su compañero amado, estar a su lado en el momento de su muerte. Garrett (sensacional James Coburn) es testigo mudo desde la distancia y el dolor es palpable en su mirada, mezcla de desesperación, culpabilidad y arrepentimiento. En su fuero interno sabe que dar caza a Billy (Kris Kristofferson nunca estuvo mejor) tiene un precio muy alto, injusto y puede que innecesario.

Pocas veces una película ha sido tan triste y melancólica como ésta. Todo el lirismo de Peckinpah alcanza su máximo esplendor en la corta secuencia en la que, después de matar a Billy, Garrett ve su propia imagen reflejada en un espejo sobre el que dispara. Es a él mismo contra quien dispara, consciente de haberse sentenciado en ese momento. Al matar a su amigo él también ha muerto, da igual cuantos años más viva. Por eso en el momento de su muerte, relatada magistralmente en el inicio del film mediante un montaje que une dos épocas, Garrett recuerda el verdadero momento en el que dejó de vivir, el que nos narra el film en el que parece el flashback más extraño y poético de cuantos se hayan hecho.

Conclusión

‘Pat Garrett y Billy the Kid’ fue un fracaso de público pero las críticas extraordinarias; el tiempo la ha ido revalorizando, descubriéndose como lo que es. El film más íntimo de Sam Peckinpah, en el que con enorme sutilidad aúna reflexión y fisicidad, contención y violencia. La esencia pura de Peckinaph. Una obra maestra.

Anécdota de posdata: Sam Peckinpah era famoso por las enormes borracheras que se cogía en los rodajes y que les llevaba a protagonizar unos cuantos escándalos, por no hablar de los enormes problemas de salud que contrajo debido a su adición al alcohol. En ‘Patt Garrett y Billy the Kid’, el director realiza un breve papel, el de un enterrador que mantiene una corta conversación con Garrett. El sheriff le ofrece un trago de whisky, que el enterrador rechaza con toda naturalidad. Es sin duda un momento antológico, por divertido. Nada más y nada menos que Sam Peckinpah rechazando un trago de whisky, algo sobre lo que James Coburn bromeó durante mucho tiempo.

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