Entre violencia estilizada, sonrisas perversas y Beethoven a todo volumen. Por qué 'La naranja mecánica' es la película más incómoda de Stanley Kubrick

Alejandro G. Calvo pasa una 'Tarde de perros' hablando sobre el clásico contemporáneo

Belén Prieto

Editora

Estrenada en 1971, 'La naranja mecánica' es una de esas películas que nunca se terminan de digerir. Cada regreso a la obra de Stanley Kubrick implica una sacudida distinta, ya sea por su violencia, por su perverso sentido del humor, por su radicalidad o por su capacidad para seguir incomodando medio siglo después. 

La adaptación de la novela de Anthony Burgess se convirtió desde su estreno en un artefacto cultural peligroso, polémico y profundamente influyente, tanto por lo que muestra como por la manera en la que obliga al espectador a posicionarse. No es solo una película sobre la ultraviolencia juvenil o el control social, sino una reflexión incómoda sobre el libre albedrío, la autoridad y la facilidad con la que una sociedad puede justificar la barbarie cuando esta se ejerce en nombre del orden. Y precisamente por eso sigue siendo una obra viva, abierta al debate, capaz de seguir generando lecturas distintas. 

Mecanismo de color

En la nueva edición de 'Tarde de perros', Alejandro G. Calvo dedica el programa a uno de los títulos más incómodos de la historia del cine: 'La naranja mecánica'. Entre los invitados están Marta Medina, Noel Ceballos y Daniel de Partearroyo, que reconocen que, pese a estar "acostumbrados a ver imágenes de ultraviolencia", volver a verla "todavía resulta muy chocante". "Después de tanto tiempo y después de todo lo que vemos en las televisiones, por qué precisamente La naranja mecánica sigue siendo tan incómoda, ¿no?", se preguntan.

Y es una sensación compartida, a la que añaden que, décadas después, "sigue siendo una película peligrosa".

Una peligrosidad que no es solo teórica, porque tal y como recuerdan, tras su estreno en Reino Unido, "empieza a haber copycats de los drugos" y "Kubrick llega a temer por su vida", lo que le lleva a retirar la película de los cines británicos durante décadas. "No vuelve a ponerse en cines hasta después de su muerte", señalan. En España, además, su llegada estuvo marcada por la censura: "Se estrenó unos pocos meses antes de la muerte de Franco, porque estaba censurada", con un paso previo por Seminci que hoy incluso cuenta con su propio documental.

El debate se desplaza entonces hacia el corazón moral de la película, donde "la violencia moral es más fuerte que la violencia explícita", porque plantea un dilema devastador: "Cómo podemos dinamitar la maldad si no es más que eliminando la opción de que la persona sea buena o mala"

De esa manera, el método Ludovico se convierte así en una metáfora brutal del control institucional: "Cuando quieren demostrar que alguien está curado, lo que utilizan al final para demostrar que está curado es utilizar violencia contra él". En el fondo, concluyen, Kubrick vuelve a su gran tema: "Un individuo que se somete a fuerzas mucho más allá de su control", un cine profundamente misántropo en el que "el sistema es implacable" y el espectador acaba atrapado.

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