'Habitación en Roma', Medem demuestra su decadencia

Siempre he considerado a Julio Medem uno de los mejores realizadores españoles de los últimos años. Películas como ‘La ardilla roja’ (1993) o ‘Los amantes del círculo polar’ (1998) —para el que esto firma, su mejor trabajo hasta la fecha— poseen excelentes cualidades, apartadas del cine coetáneo, que llegan para considerar a Medem uno de nuestros cineastas más arriesgados e inteligentes. Historias sobre relaciones humanas haciendo hincapié en los personajes femeninos por las que no ha pasado el tiempo —la gran prueba a la que siempre se somete el cine—, pero que nos revelan a un Medem muy distinto del que ahora nos llega, y si esto tiene que ver con la evolución que todo artista sufre a lo largo de su obra, podemos decir que es una evolución hacia abajo.

Todo cambió a partir de ‘La pelota vasca’ por la que le llovieron malas críticas —por decirlo suavemente— de todos lados. No estoy de acuerdo en considerar ese film como una reaccionaria apología del nazismo, tal y como la considera alegremente mi compañero Adrián Massanet, pero sí es cierto que Medem nunca estuvo tan en boca de todo el mundo como entonces. A partir de ahí algo cambia en él como cineasta, y sus dos siguientes películas parecen más bien un berrinche convertido en postureo de artista cool, de esos que admiran los gafapastas de la más diversa índole, como los que llenaban la función a la que asistí y que observaban la pantalla como si de algo trascendental se tratase. Ellos me divirtieron más que Medem.

Y es que uno de los problemas de Medem no es su obra en sí, de la que considero que tiene más películas buenas que malas, sino su público el cual se traga todo de buen grado defendiéndolo a capa y espada, sobre todo cuando hay que atacar al infravalorado cine comercial americano. Después de ese bodrio insultante que es ‘Caótica Ana’, Medem podría haberse tirado un pedo —que sería mucho menos molesto que dicho film— que los incondicionales de su cine empañarían las gafas embriagados por tal sublime demostración de arte. Lo cierto es que ‘Habitación en Roma’ no llega a los ínfimos niveles de su anterior film, pero en ella Medem vuelve a perderse intentando retratar el mundo de la mujer a través de un encuentro entre una española y una rusa en Roma durante toda una noche.

Con ecos de ‘Tú y yo’ (‘An Affair to Remenber’, Leo McCarey, 1957) —la obra maestra de los encuentros fortuitos amorosos— y más recientemente de ‘Antes del amanecer’ (‘Before Sunrise’, Richard Linklater, 1995) y su secuela, ‘Habitación en Roma’ narra las vivencias de dos mujeres completamente distintas en Roma la noche anterior a que ambas vuelvan a sus respectivos países. El paralelismo con las películas mencionadas corresponde sólo al hecho de que dos personas con sus propias vidas se encuentran en el momento adecuado, y durante un breve espacio de tiempo, se entienden mejor que nadie en el mundo. Medem luego toma otros derroteros, si cabe menos precisos, queriendo abarcar muchas cosas y terminando por sucumbir al vacío estético que viste toda la película en la que los pocos apuntes interesantes que posee están totalmente desaprovechados.

Que la sinceridad que une a ambas mujeres empiece a surgir de las mentiras que ambas se cuentan es una de esas ideas con posibilidades, pero que se diluye cuando de repente deciden contarse la verdad sin que haya un motivo para ello. A partir de ese momento, y cuando ya estamos algo aburridos de ver la habitación donde transcurre toda la acción y los dichosos cuadros históricos que se enfrentan de una pared a otra, cada personaje va dibujándose a través de su propia historia. En ambas hay una tragedia que ha marcado sus existencias, y parece que el contarlas a un completo desconocido las libera de alguna forma. Y digo parece porque Medem no se moja en absoluto en ello, sólo pasa por encima. Parece más preocupado en filmar dos cuerpos femeninos bonitos —sobre todo el de Elena Anaya— encontrándose en una noche más pasional que otra cosa.

Al respecto de las escenas sexuales de la película, decir que ‘Habitación en Roma’ es más light de lo que nos quieren hacer creer. El film ha sido vendido como una historia de fuerte carga sexual en el que veríamos a dos mujeres imponentes sobre una cama haciendo todo tipo de cosas, lo cual sin duda moverá a mucha gente a los cines. No estamos ante una película simplemente erótica, Medem intenta ofrecer algo más, precisamente en lo que fracasa, y al final la película da menos de lo que ofrece en todos los aspectos. Ni drama, ni sexo, ni nada. Todo parece hecho para elevar la figura de la mujer a las alturas y dejar al hombre a la altura del betún, tal y como se deduce de los pocos hombres retratados en el relato, algunos visibles como el botones del hotel, y otros en off, como de los que hablan las mujeres de Medem.

Elena Anaya y Natasha Yarovenko ponen toda la carne en el asador, nunca mejo dicho, sobre todo la primera que parece entender mucho mejor que Medem a su personaje. Una pena que ambas estén a disposición de un guión más bien flojo y tengan que pasar por momentos tan bochornosos como el del cuarto de baño, en el que las alegorías sobre la flecha de Cupido y el dolor que dicha flecha produce no son más que salidas de tono por no decir que estamos ante uno de los peores momentos de todo el cine reciente. Falsa poesía que parte de una de las más grandes obviedades de la historia de la humanidad: que el amor puede hacer daño. No te jode con el Medem, qué listo el tío.

Los gafapastas salían como si hubieran tenido un orgasmo. Intelectual, claro.

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