'Mientras Duermes', en busca de la felicidad


No es esta la peor película del año ya que hacen falta muchos esfuerzos para conquistar lo lamentable. Pero si que parece que el cine de terror ha encontrado, por fin, una respuesta ideológica a esos libros de autoayuda que se labraron gran fama entre los lectores convencidos de encontrar respuestas sencillas a problemas mucho más complejos. Así todo quedaba reducido a una cuestión de felicidad, quesos y karmas, con lo que se configuraba algo que podríamos llamar la ideología del (siniestro) buen rollo (neoburgués) sin una agenda concreta más que una inconcreta sucesión de conceptos.

Viendo esta película de Jaume Balagueró he recordado que aquellos libros merecían, por supuesto, una versión cinematográfico aunque fuera en forma de preventivo cuento de horror. César (Luis Tosar) tiene una madre en el hospital y es portero de un edificio, pero su objetivo es Clara de Blas (Marta Etura) cuya felicidad le perturba, le horroriza. La historia parece un gran relato de terror con gran ironía (social) de fondo pero su director demuestra orgulloso no solamente no querer ser aquél gran De La Iglesia de ‘La Comunidad’ (2000) sino que, nos puntualiza, aquella gran frase pija de que el mundo está lleno de envidiosos, sabes.

Por supuesto esta película genera una admirable sensación confortable en todos sus espectadores. No solamente no se sienten idiotas, ni son obligados a pensar demasiado sobre lo que están viendo más que en términos más bien sencilletes, sino que se les reconforta con el otro cine español. La (llamada) buena factura, por supuesto exenta de genio más allá de dos secuencias, el uso de canciones en clave irónica facilita al espectador sentirse, pues, consumidor medio norteamericano sin olvidar referencias locales (la película transcurre en el Eixample barcelonés). Todo un triunfo generacional, supongo.

El modelo genérico es, por supuesto, ‘Psicosis’ (Psycho, 1964), pero Balagueró obtiene hitchockianismos allí donde se necesita un Hitchcock. Es decir, un gran moralista, interesado en las consecuencias de la represión sexual, Hay algunos momentos admirables, y es de agradecer que una variación sobre el slasher se atreva con un segundo acto cargado de errores físicos para dilatar el suspense, en vez de recurrir al clásico juego de gato y ratón. Precisamente, que el asesino cargue con sus propias patochadas propicia el momento formal más interesante de la película, ese enloquecido plano secuencia que sigue a un (accidentalmente) drogado Tosar huyendo de una escena de sexo.


Pero en última instancia, escogiendo no revelar las razones del asesino más allá de un discurso facilón sobre la felicidad y la envidia, lo que Balagueró está haciendo es una gran oda a la limpieza pija y un remake improbable de ‘La semilla del diablo’ (Rosemary’s Baby, 1968): allí donde hay una gran historia de conflictos de clase, él solamente ve a un bastardo, psicopático y demoníaco pòrtero capaz de abusar a las mujeres , puras y sonrientes, y salir impune.

Pero si todo eso fuera el problema ¡qué irónica celebración de los problemas ideológicos haría! No bastan, solamente, las dudosas intenciones de cineasta y guionista para que discrepe, sobrarían entonces razones (cinematográficas) para su celebración (riefenstahliana): es que sus procedimientos son ilegítimos. Fingiendo revelar unos motivos que ni siquiera desvela, el protagonista se despide con la carta más, honestamente, estúpida que recuerdo de un personaje aparentemente calculador y asesino. Los actores, por supuesto, hacen un trabajo útil y perfecto, pero el guión de Marini es tan tosco en sus entramados narrativos que poco margen pueden sacar de ellos.

Es agradable ver la madurez de los cineastas que crecieron con la promesa de haber entendido perfectamente el cine de género cultivado en los años ochenta y las agendas de cada uno de sus directores. Es placentero, creo, porque queda claro que la retórica del fan es absolutamente ciega a las decisiones políticas que prodigaron Joe Dante, John Carpenter y George A. Romero en todas sus obras maestras relevantes. Aquí tenemos algo peor que una película mediocre, es, sencillamente, una propuesta equivocada. Mi compañera Beatriz Maldivia fue algo más generosa con la película, aunque no menos escéptica.

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