Añorando estrenos: 'Hércules en el centro de la Tierra' de Mario Bava

‘Hércules en el centro de la Tierra’ (‘Ercole al centro della Terra’, 1961) es la segunda película dirigida por Mario Bava tras su impresionante ópera prima, ‘La máscara del demonio’ (‘La maschera del demonio’, 1960). Si hace poco hablábamos de la importante labor de Bava dentro del tan influyente fanta terror gótico italiano, su labor dentro de uno de los subgéneros por excelencia, el péplum, fue no menos importante.

Habiendo sido el director de fotografía de las exitosas ‘Hércules’ (‘Le fatiche di Ercole’, 1958) y ‘Hércules y la reina de Lidia’ (‘Ercole e la Regina di Lidia’, 1959), ambas dirigidas por Pietro Francisci con Steve Reeves en el papel del héroe griego, a Bava se le presentó la oportunidad, gracias al productor Achille Piazzi, de dirigir la presente con la intención de lanzar al famoso culturista Reg Park —mentor de Arnold Schwarzengger—. Se filmó en bloque junto a ‘La conquista de la Atlántida’ (‘Ercole alla conquista di Atlantide’, Vittorio Cottafavi, 1961), y supone una de las mejores muestras del péplum.

Si bien el sub-género tenía sus propias reglas, y los films de Cottafavi habían devuelto al personaje algo del esplendor perdido por culpa de una película como ‘Gli amore di Ercole’ (Carlo Ludovico Bragaglia, 1960), Bava aplicó su peculiar estilo para desmarcarse sobre todo de las dos muestras de su compatriota Cottafavi —la citada más ‘La venganza de Hércules’ (‘La vendetta di Ercole’, 1960)—. En un género ya de por sí fantástico, se atrevió a introducir elementos del gótico, tan de su gusto.

El amor como motor

Sin dejar de mostrar la típica imagen de héroe clásico —dicho sea de paso que la interpretación de Reg Park es peor que las de su alumno, posterior estrella de cine—, Bava somete a sus personajes a un relato de horror bañado por dos historias de amor como motor en el argumento. En el cine de su director, muchas veces el amor imposible, desesperado, o enormemente pasional, es realmente la motivación en los personajes. Aquí ocurre con los dos personajes centrales, sugiriendo un enfrentamiento argumental y temático insólito.

Por un lado Hércules debe superar varias pruebas —entre ellas descender al mundo de Hades, donde reina la muerte— para recuperar a su amada, la princesa Deinaria (Leonora Ruffo), que está en estado de letargo cual vampiro. Por otro, el compañero de aventuras de Hércules —del contrapunto cómico de un tercer personaje masculino es mejor olvidarse—, Teseo (George Ardisson), cae rendido ante la belleza de Persépone (Ida Galli), que deberá sacrificarse para nunca ser recordada por su amado.

Realidad y sueño (falso) se mezclan dentro de la propia fantasía, hablando sobre lo lejos que nos puede llevar el amor, la más viva de las pasiones, aunque haya que atravesar mundos ocultos y tenebrosos llenos de ramas entrelazadas que sangran, mientras el mundo de las tinieblas amenaza con resurgir a través del villano de la función, Lico, al que encarna Christopher Lee, en una de sus incursiones en el cine italiano a principios de los sesenta.

Vampirismo

Es evidente la influencia del Lee de ‘Dracula' (íd., Terence Fisher, 1958), ya que en ‘Hércules en el centro de la Tierra’ su personaje asemeja ser un vampiro, a pesar de que nunca quede claro, lo cual mejora el apunte. Su porte al hablar y caminar como si flotara, la capa, el estado en el que tiene a la prometida de Hércules y sobre todo su muerte, por rayos de luz, sugieren un tratamiento vampírico en su personaje, sin duda, lo más resaltable en un reparto lleno de bellezas italianas —la impresionante Rosalba Neri se deja ver en un personaje sin diálogos—.

Además Bava se preocupa de filmar los interiores con ese gusto cromático tan característico en su obra. Capaz de combinar colores tan diferentes entre sí, con la intención de crear una atmósfera eminentemente onírica, sin duda la característica más importante del séptimo arte. En manos de Bava es además su típica huida del realismo, de hacer olvidar argumentos y dejar impresiones visuales imperecederas gracias a su magnífica puesta en escena, siempre por delante del texto.

Es por ello que en la película existe un gran contraste entre las secuencias de interiores y las de exteriores, éstas últimas dirigidas por Franco Prosperi, colaborador de Bava en aquellos años, y que no supo asimilar las enseñanzas del maestro.

Destaca también la banda sonora de Armando Trovajoli, con claras connotaciones jazzísticas que casan armoniosamente con la fantasía.

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