'Bicho malo', el monstruo más escatológico

Ya os he comentado en varias ocasiones que cualquier película que tenga una premisa alocada conseguirá llamarme la atención. Eso sí, luego indagaré sobre los implicados, echaré un ojo a sus tráileres y me fijaré en las críticas que coseche cuando finalmente se estrene. Habrá veces en las que ignore todas las señales en su contra y acabe tragándome bodrios infumables de vez en cuando, pero es algo que intento evitar en la medida de lo posible.

Sin embargo, hay casos en los que en la cinta en cuestión participan actores que me caen simpáticos, tienen avances curiosos -e incluso pueden llegar a ganar premios- y las críticas son más favorables que negativas, y entonces me veo poco menos que en la obligación de comprobarlo por mí mismo. 'Bicho malo' ('Bad Milo!', Jacob Vaughan, 2013) cumplía todos esos requisitos y una vez vista he de decir que está muy lejos de ser un bodrio ridículo, pero también que sabe a poco y se queda a mitad de camino.

'Bicho malo', una oportunidad perdida

Como habrá quien no conozca 'Bicho malo', seguramente sea conveniente aclarar que cuenta la historia de un pobre desgraciado en cuyo interior vive una extraña y demoníaca criatura que cuando sale al exterior se dedica a asesinar salvajemente a aquellos que hayan provocado malestar en su, por así llamarlo, dueño. Dicho así seguro que estáis pensando en un irreverente divertimento gore con el que poder echaros unas risas mientras la veis en compañía de vuestros amigos, pero tengo que deciros que no es el caso porque la película simplemente no quiere que lo sea.

En condiciones normales, diría que es muy estimulante que una película quiera ser algo más de lo que aparenta, pero casos como el de 'Bicho malo' nos demuestran que no es algo necesariamente bueno. ¿El motivo? Pues que la comedia gore se alterna con una historia de crecimiento emocional afectada por dos males imperdonables: No es lo suficientemente interesante y en todo momento, con la salvedad del inesperado y simpático combate del que prefiero no revelar nada más, sabemos cuál es el siguiente paso que va a tomar el poco conocido Jacob Vaughan para mostrarlo y este hace muy poco para que esto no nos importe.

Esto último también afecta a la actuación de Ken Marino, un actor que ya había demostrado con anterioridad sus capacidades cómicas, pero que aquí queda confinado a un personaje un tanto monótono y sin posibilidad alguna de lucimiento. Conste, que al menos cumple bien con su cometido, ya que aún más decepcionante resulta ver que se desaprovecha por completo a Gillian Jacobs, Britta en la televisiva 'Community' (2009-2014), a quien no se deja que aporte lo más mínimo en su papel de sufrida esposa.

A mitad de camino

Más estimulante es el panorama de secundarios, donde sí hay más manga ancha para mostrar su lado más cómico, destacando por encima de todos un inspirado y divertido Peter Stormare. También cumplen con nota Patrick Warburton como jefe odioso y Stephen Root, a quien algunos quizá recuerden por haber dado vida a un trabajador muy particular de la simpática 'Trabajo basura' ('Office Space', Mike Judge, 1999), como su padre ausente. La parte negativa en todos los casos es que Vaughan no sabe aprovecharlos del todo bien, dejando al espectador con un marcado sabor agridulce.

No tengo problemas en que una película tarde en mostrar a la criatura protagonista, pero sí cuando no sabe crear una trama suficientemente interesante para que no haga acto de presencia la impaciencia, que es lo que sucede en el caso que nos ocupa. Luego se agradece el simpático y hasta entrañable diseño de la criatura -no es especialmente novedoso, pero cumple de sobra- y que en ningún momento caigan en contradicciones en su actitud o dejen que lo políticamente correcto se apodere de la película.

El ajustado metraje -ni siquiera llega a los 85 minutos de metraje, títulos de crédito incluidos- también juega a su favor, ya que en términos generales no hay nada especialmente memorable, pues a todo lo apuntado hay que sumar una puesta en escena con una neutralidad visual más propia de anodinas producciones televisivas que de un largometraje a priori gamberro, aunque justo es reconocer que Vaughan no llega a caer en la mediocridad habitual de casos así.

En definitiva, 'Bicho malo' es una cinta que no sabe conjugar los dos tipos de película que quiere ser y eso acaba impidiendo que sus virtudes estén lo suficientemente desarrolladas como para compensar otros momentos en los que estuve a nada de aburrirme. La escasa pericia para aprovechar a su reparto también juega en su contra y al final la sensación que deja es que no hemos tirado el tiempo viéndola, pero tampoco que haya sido lo suficientemente memorable como para evitar que nos olvidemos de ella al de pocos días de su visionado.

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