Ciencia-ficción: 'The Monolith Monsters' de John Sherwood

En este largo y extenso ciclo sobre ciencia-ficción estaremos en los años cincuenta mucho tiempo debido al amplio abanico de obras que el cine estadounidense sumó a un género profundamente admirado por todas las generaciones de cinéfilos. Una década en la que las grandes producciones —por ejemplo, las de George Pal— se daban la mano con infinidad de productos de serie B cuya mayor arma era su atrevimiento tanto temático como formal. Obras que muchas veces eran destinadas a programas dobles de cines de barrio, y que trataban de paliar medios con mucha imaginación; una imaginación que sobrepasaba todos los límites conocidos y por conocer. Sí, se caía infinidad de veces en el ridículo, sin embargo otras tantas no; tal es el caso de un film como 'The Monolith Monsters', dirigido por John Sherwood en 1957.

Se trata de una de las dos historias que escribió Jack Arnold para el cine —la otra fue esa pequeña joya titulada 'Tarántula' (id, 1955), dirigida por él mismo— y que en un principio iba a suponer un nuevo trabajo tras las cámaras por parte del director de 'It Came From Outer Space' (id, 1953). Habría sido muy interesante lo que un poeta de la imagen como Arnold habría sido capaz de hacer con semejante material, probablemente estaríamos ante un film más conocido de lo que es. Con todo la labor de un artesano y poco prolífico Sherwood no desmerece para nada en una película cuya premisa argumental es de lo más arriesgada. Ninguneada por muchos y desconocida por otros tantos, 'The Monolith Monsters' merece rescatarse de su injusto olvido y tratarla como la atrevida y original muestra de ciencia-ficción que es a la que el incólume paso del tiempo no ha afectado ni lo más mínimo.

El currículum de John Sherwood es de los que todo el mundo querría para sí. Ayudante de dirección o director de segunda unidad en numerosas películas, tales como 'Lo que el viento se llevó' ('Gone With The Wind', Victor Fleming, 1939), 'El orgullo de los Yanquees' ('The Pride of the Yanquees', Sam Wood, 1942) o 'Carta de una desconocida' ('Letter From Unknown Woman', Max Ophüls, 1948) —próximamente en cierto especial— entre otras muchas, dirigió solo tres películas muriendo a la temprana edad de 55 años. 'The Monolith Monsters' fue la última de las tres, la más equilibrada e imaginativa en todos sus aspectos, a pesar de ciertas incoherencias, o lagunas, argumentales que se producen en su tramo final quedando sin respuesta. La dirección de Sherwood no destaca por nada en especial, de ahí su etiqueta de artesano. Eficaz como narrador, sabía dónde colocar la cámara y en el caso que nos ocupa juguetear con el espectador dosificando muy bien el suspense.

(From Here to the end, Spoilers) 'The Monolith Monsters' narra la enésima invasión extraterrestre en una época en la que la sociedad estadounidense estaba obsesionada por la invasión comunista y la famosa Caza de Brujas del senador McCarthy hacía verdaderos estragos. Sin embrago no nos encontramos ante la típica invasión con alienígenas de dudoso aspecto —en algunos casos directamente risible—, sino ante algo más terrorífico por sugerente. La invasión en este caso es a partir de un misterioso mineral que parece reproducirse con el agua destruyendo todo lo que encuentran a su paso. Una forma de vida basada en el silicio y que en ocasiones, cuando llueve sin ir más lejos, alcanza gigantescas proporciones avanzando debido a la caída por su propio peso y volviendo a crecer con el agua. Una idea tan atractiva —y podemos reconocer que ha servido de inspiración para cierta película de Bryan Singer— como bien resuelta.

El hecho de que el invasor fuese algo con lo que no existe comunicación posible —para llegar a un entendimiento— acentúa si cabe a ese "enemigo invisible" que el estadounidense temía tener en casa. Un atrevimiento que no le hizo triunfar precisamente en la taquilla desafortunadamente. Con todo Sherwood consigue que el interés no decaiga nunca, dando más información al espectador que a los propios personajes, con lo cual el misterio funciona mucho mejor. Todo el plan para frenar al original invasor, que en otras manos podría caer en el ridículo, aquí resulta de lo más interesante. Sólo un final abierto y la no explicación al hecho de que ciertos humanos son infectados por el mineral y otro no, afectan un poco a un film que gana enteros en sus dosificación del espectáculo que toda obra de ciencia-ficción de la época solía ofrecer.

Inolvidables, cómo no, esas imágenes que se quedan grabadas en la retina del mineral avanzando a pasos agigantados hacia zonas pobladas. Los efectos visuales no tienen nada que envidiar a lo realizado hoy día, llegando incluso a sorprender en algunas tomas nocturnas en las que los monolitos semejan monstruos gigantescos. Cuando la imaginación campa tan a sus anchas como en esta película —y probablemente le debamos mucho a Arnold por ello— los fallos, bien visibles aunque escasos, poco importan.

Como anécdotas resaltar el protagonismo de Grant Williams enfrentándose contra una enemigo de gigantescas proporciones el mismo años que todo a su alrededor se agrandaba mientras él se perdía en el infinito de la existencia; y el detalle argumental de la niña traumatizada por ciertos hechos en casa de sus padres, con ecos claros de la impresionante 'La humanidad en peligro' ('Them!', Gordon Douglas, 1954), años más tarde rescatada por James Cameron en 'Aliens'.

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