'El americano', el silencio de un hombre

George Clooney protagoniza ‘El americano’ (‘The American’, 2010), en el papel de un fabricante de armas para asesinos a sueldo que se ve obligado a ocultarse en un tranquilo pueblo de las montañas italianas para evitar las consecuencias del último estropicio que causó tratando de defender su anonimato. Una vez allí, recibirá un encargo que irá cumpliendo poco a poco y así, durante la estancia, desarrollará relación con algunos de los habitantes de Castel del Monte, a pesar de que en su profesión se desaconsejan las amistades.

Anton Corbijn es fotógrafo y realizador de videoclips y de spots publicitarios. Y todo ello se percibe en este film de espíritu e intenciones contemplativas. El holandés, que había dirigido anteriormente ‘Control’, consigue bellísimos planos paisajísticos, tanto en los nevados bosques suecos del inicio, como en las intrincadas carreteras y los amaneceres nublados del transcurso. Corbijn hace un admirable retrato del pueblo y de sus costumbres, que nos recordarán mucho a los del rural español. Como guiño a su persona, Corbijn cambia la tapadera del protagonista, que en la novela pintaba mariposas —elemento que mantiene en otra forma—, para convertirlo en un falso fotógrafo.

En busca de redención

Tan contemplativa es ‘El americano’ como reflexiva. Pero si bien, como decía, hay mucho que contemplar, poco queda para reflexionar. O bien es excesiva la sutileza con la que los autores tratan de trasladar los sentimientos del protagonista —en una intentona behaviorista que pretende mostrarlo todo únicamente con el comportamiento cotidiano— o bien la interpretación de Clooney se queda corta. El caso es que, salvo para quienes lleguen al cine ya informados, las dudas que atenazan al armero y su condición de personaje agotado pueden escaparse hasta que se hagan patentes hacia el final.

De esta manera, lo que resta es un film cargado de instantes aislados muy potentes, que se ven con gran interés y suma atención; pero principalmente vacuo. Y no el pretendido trampolín desde el que lanzar cuestiones existenciales que mantendrían la mente ocupada durante el visionado.

Un sueño a modo de flashback, que rompe con el estilo sobrio de Corbijn, sería el primer atisbo de explicación de sus sentimientos arrepentidos. Pero incluso a pesar de la torpeza en introducir esta escena, la búsqueda de redención me parece más valiosa como motor que impulsase a moverse al personaje que la explicación que se busca hacia en la segunda mitad del film. (Spoiler) A partir de cierto momento, los autores tratan de achacar las decisiones del protagonista al amor. Sin embargo, no se ha sabido hacer ver —por mucho que se diga en palabras— que exista un auténtico vínculo sentimental entre él y Chiara (Violante Plácido), salvo el de la conveniencia. Esta trama amorosa, que supone el único elemento comercial de la película, se introduce de forma forzada y resulta decepcionante que sea eso, finalmente, lo que en teoría justifica todo lo demás (fin del spoiler).

La ausencia de explicaciones sobre los cometidos del protagonista funciona como sustituta de la intriga que tendrían otros thrillers y engancha a los primeros minutos como atraparía una trama ya planteada. Esta opción extrema va deliberadamente en contra de los consejos narrativos más básicos para demostrar que los intereses de los autores están por encima de las tramas policiales. Con la misma indiferencia, se permiten no mostrar qué sucede cuando aparecen cadáveres en la noche: ni se nos hace saber que Jack se ha hecho cargo de ellos, ni acude la policía, ni se hacen preguntas… Esta premeditada despreocupación choca, sin embargo, con la burda introducción de un fleco que queda sin resolver y que solamente se plantea para justificar un elemento —(spoiler) el asesino de prostitutas motivaría la pistola de ella, que a su vez justificaría la paranoia de él (fin del spoiler)—.

Referentes

El referente claro de ‘El americano’ es el polar, es decir, el cine francés policiaco de los años ’60. En estos films encontrábamos personajes como el de Clooney, que están de vuelta de todo y cuyas intenciones vitales acaban de cambiar. Hallábamos, igualmente, el ritmo parsimonioso y detenido de relatos más interesados en reflejar una atmósfera, interna y externa, que en narrar hechos o mostrar acción. Rowan Joffe —hijo de Roland, autor de ‘La misión‘— escribe el guión basándose en la obra del poeta británico Martin Booth ‘A Very Private Gentleman’ (1990). Pero las novelas del francés J. P. Manchette, que mencioné con motivo de la muerte de Chabrol, podrían haber tenido protagonistas como éste.

Aunque la producción sea estadounidense, esta película es muy europea, no sólo por la nacionalidad del director y por sus localizaciones, sino porque lo respira por todos los poros.

Me viene a la mente, asimismo, una referencia más reciente en ‘Los límites del control’, de Jim Jarmusch, que también se centraba en un misterioso mercenario que recibía órdenes en clave y actuaba de forma enigmática. En ambas películas, los personajes secundarios disfrutaban de intervenciones momentáneas, pero intensas —y en ambos casos me atrevería a decir que interpretadas de manera artificiosa—. En las dos se escatiman las explicaciones sobre la misión del protagonista y la forma de actuar de sus pagadores. Y las dos preferían transmitir los sentimientos de los protagonistas a través de sus comportamientos en situaciones cotidianas, más que tirando de la voz en off o de explicaciones más evidentes. La de Jarmusch, mucho más radical en su planteamiento, consideré que no había terminado de resultar lograda, pero a su favor diré que por lo menos iba hasta el fondo de la idea con todas sus consecuencias, cosa que ‘El americano’ no hace.

La música

Si ya hemos hablado de Corbijn como profesional involucrado plenamente en el mundillo musical, por lógica cae que la banda sonora de ‘El americano’ sea digna de mención. Eso no significa que el holandés abuse del acompañamiento musical, como sí hacen otros directores con vínculos igual de fuertes con el mundo discográfico —Wim Wenders, por poner un ejemplo—. Utilizada en su justa medida, la partitura de Herbert Grönemeyer apunta las emociones que ningún otro aspecto del film se digna recalcar. La elección de las canciones sueltas es, también, muy adecuada. No falta, por supuesto ‘Tu vuò fà l’americano’, de Renato Carosone, que el título pide a gritos.

‘El americano’ puede disfrutarse gracias a la belleza de su fotografía y a un primer enganche causado por la curiosidad que se despierta sobre la propia narración, es decir, sobre sus motivos y objetivos. Sin embargo, se trata de una película que pretende más de lo que alcanza y que no provoca las reflexiones que sus autores parecen haber dado por sentado que van a suscitar. Puede ser la presencia del popular Clooney o quizá la ausencia de títulos atrayentes en la cartelera lo que haya convertido a este film tan poco generalista en nº 1 de la taquilla estadounidense, pero apostaría que la mayoría de estos espectadores no ha encontrado en ella lo que buscaba.

Mi puntuación:

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