'El caso Farewell', el drama humano tras los terremotos políticos

Este fin de semana se ha estrenado, con dos años de retraso con respecto a su país de origen, pero en un número bastante considerable de salas; ‘El caso Farewell’ (‘L’affaire Farewell’, 2009), la adaptación escrita y dirigida por Christian Carion del libro ‘Bonjour Farewell’, de Serguei Kostine. La novela reproduce el caso real de espionaje que acabó con la guerra fría a principios de los años ochenta del siglo pasado. Un agente de la KGB, interpretado por el director Emir Kusturica, decide que su sistema necesita un cambio y trata de provocar la caída desde dentro pasándole información a un francés que trabaja en la Thompson de Moscú, a quien da vida el también director y actor Guillaume Canet.

Antes que en las implicaciones globales de la decisión de Grigoriev –a quien la DST dio como nombre en clave Farewell (“adiós” en inglés), para que las sospechas recayesen e la CIA–, la película se centra en la tragedia humana y el riesgo personal que provocaron los hechos para estos dos hombres y sus familias. Uno despreocupado por seguir ningún protocolo de espionaje para cubrir sus espaldas y el otro inexperto, el coronel ruso y el ingeniero francés no supieron protegerse de las consecuencias de sus actos. ‘El caso Farewell’, por lo tanto, se aprecia más como un drama en el que los conflictos matrimoniales de confianza, fidelidad y miedo o los paterno-filiales de admiración y respeto están mejor representados que en un gran número de cintas que se dedican a estas cuestiones con exclusividad. Los intérpretes, magníficos en cada uno de sus papeles, destilan su sufrir más allá de la pantalla.

En su narración de lo político, ‘El caso Farewell’ es tan sobrio que resulta parco. La progresión histórica se despliega sin más, como quien resume o extrae fragmentos del libro o de un supuesto informe Farewell. La representación de los líderes políticos –Fred Ward como un Ronald Reagan obsesionado con ‘El hombre que mató a Liberty Valance’, entre otros– se ve caricaturesca, rígida y falsa. Willem Dafoe como director del FBI o Diane Kruger en un cameo como espía, completan un reparto más insólito que portentoso.

Se contrarresta esta austeridad de Carion [‘La chica de París’ o ‘Feliz Navidad (Joyeux Noël)’] con curiosas estampas paisajísticas y escenas gratuitas a ritmo de Queen –en la banda sonora, también Pink Floyd o Simple Minds, además de Léo Ferré– que, lejos de estar de más, le aportan al film el toque personal y diferenciador que necesita para alejarse del estigma de recreación televisiva. La ambientación de época, con un Moscú semidesértico y esa tensión que imprimía la conciencia de que los agentes del bloque podrían estar vigilantes o surgir de cualquier rincón para efectuar una detención, se confeccionan con acierto.

Podría criticar que el “punto de no retorno” del personaje de Pierre Froment no está bien planteado, ya que no se produce el momento en el que, inconscientemente, se va sumergiendo en un peligro mientras el riesgo le resulta desconocido para darse cuenta de lo que está en juego demasiado tarde, cuando ya no puede dar marcha atrás. Aunque él quiera aparentar lo contrario ante su mujer, ante Grigoriev e incluso ante sí mismo, la película demuestra, sin decirlo abiertamente en ningún momento, que el padre de familia está tomando esta decisión consciente y voluntariamente. Se ha convencido de la pretensión utópica del ruso, pues le han embaucado la ilusión y el carisma de este hombre, como probablemente embaucarán a cualquier espectador. Así, un personaje que podría parecer demasiado pasivo o víctima es, en realidad, un participante activo cuya reticencia no es más que una pose.

Espías como nosotros

Existe toda una escuela de grandes películas de espionaje que son pausadas, dan predominancia al diálogo y cargan de densidad de información sus minutos. ‘El caso Farewell’ no está claramente ahí, pero se acerca más a esta vertiente que a las cintas de acción de la Guerra Fría. Es un film de espías tranquilos, que no corren, pelean ni son perseguidos. Son espías que sufren por mentir a sus esposas, que buscan abandonar la misión porque no se trata de su oficio, que no tienen la astucia para improvisar engaños ni el entrenamiento para representar papeles o imitar acentos –en una de las frases se hace, de hecho, mención sarcástica a James Bond–. Son lo que podríamos imaginar que fue un espía en el mundo real y no en ese mundo ficticio que el cine nos ofrece para nuestro deleite y entretenimiento. En definitiva, son espías humanos, con los mismos problemas que tendría cualquier otra persona de su edad y en su situación.

‘El caso Farewell’ no es una película perfecta ni cuenta con ningún aspecto concreto llevado a cabo de manera grandiosa. Pero tiene la virtud de sostener la curiosidad durante sus casi dos horas de duración. Con algún momento especialmente logrado y unas interpretaciones sentidas y auténticas, funciona como drama y como recuerdo de una época que parece más pasada de lo que es.

Mi puntuación:

Portada de Espinof