'Elegy', vacías pretensiones

Parece que cuando la directora Isabel Coixet saca algo nuevo, hay que estar especialmente pendiente a su evolución como cineasta, para ver si de verdad funciona su fórmula de hacer cine "menos español" y más, por así decirlo, "europeísta". Por el momento, había visto sus dos últimas películas (que no segmentos), y en ambos casos me dio la misma sensación que he podido atisbar en esta 'Elegy'. 'Mi vida sin mí', aun con la portentosa actuación de Sarah Polley y el convincente Mark Ruffalo, me dejó a medias, como si se hubiese podido de enfocar de otra forma más incisiva y menos pasteloide. A 'La vida secreta de las palabras' le pasa más o menos lo mismo: el resultado final es decente, pero es imposible no preguntarse qué hubiera sido de la película sin Tim Robbins y, de nuevo, Sarah Polley. Aún así, el optimismo era claro con respecto a esta directora, ya que el potencial era muy obvio de cara a próximas películas.

En estos términos, el primer problema que vemos en 'Elegy' es que, en esta ocasión Coixet no cuenta con Polley, sino con Penélope Cruz, que a diferencia de otras ocasiones, ni transmite pasión (requerida para este tipo de cine) ni dedicación plena en su interpretación. Más bien se deja llevar en favor del gran Ben Kingsley, que se lleva todo el peso de los planos y en la mayoría de las escenas. Para más inri, Kingsley no es el de antes. Baste verle en las lamentables 'Bloodrayne', 'La última legión' o 'El sonido del trueno', donde en algunos casos da hasta vergüenza ajena y no queda ni rastro de aquel que sobresalía en la estupenda 'Casa de arena y niebla'.

En fin, que tenemos a Ben Kingsley y Penélope Cruz, que no convencen ninguno de los dos en su medida y circunstancias. ¿Y qué hay de la historia? Bien, libremos a Coixet en este caso porque es la primera vez que ella misma no escribe su película. En este caso, ha recaído en Nicholas Meyer, autor de algunas entregas de 'Star Trek' y de 'Los viajeros del tiempo' 'El Príncipe de Egipto' o 'Atracción Fatal'. Y como era de esperar, adaptar al mítico Philip Roth le viene muy grande, y eso se nota desde el primer minuto de metraje. Para colmo, esa estética que Coixet ha ido forjando para convertirla en un sello personal, aquí es inexistente.

Los diálogos son tan triviales que, de tan pretenciosos, resultan inverosímiles y vacuos. La sensación de artificialidad es permanente, y son especialmente irritantes la escena de cómo Kepesh (Kingsley) intenta ligarse a su alumna cubana Consuela (Cruz), o de las alteradas conversaciones entre Carolyn (Patricia Clarkson) y el propio Kepesh. Se le da todo tan mascadito al espectador, con ese aire de intelectualidad, que todo se queda en rechazo y falta de empatía. Por no hablar, claro, de la torpe inclusión de la voz en off del protagonista, en ocasiones más propia de un amateur que de una cineasta reconocida.

La supuesta pasión que desentraña todo el argumento, se queda totalmente en el olvido, y tramas que seguramente tienen su peso en la novela (y parece, no lo he leído, que 'El Animal Moribundo' no es de las mejores novelas de Roth) aquí parecen gratuitas. Por ejemplo, la relación entre Kepesh y su hijo (interpretado sin convicción por Peter Saarsgard), previsible y tópica.

Habrá quien diga que 'Elegy' es la mejor película de Coixet, pero lo cierto es que nada parece suficiente para salvar todo aquello que merma la historia con continuidad, sin la menor esperanza de que la cosa mejore o de que haya sorpresas reseñables. Fallida película, por tanto, que supone un importante paso atrás para Coixet, Kingsley y nuestra Pe.

Más información en Blogdecine sobre 'Elegy', Penélope Cruz e Isabel Coixet.

Portada de Espinof