Especial Frankenstein (VI): 'El horror de Frankenstein' de Jimmy Sangster

Son tiempos de rejuvenecimiento para la Hammer, siempre adelantada a su tiempo —podría considerarse a la mítica productora británica como el germen de buena parte del terror moderno, su influencia llega hasta hoy día—. Peter Cushing ya había interpretado cinco veces al barón Frankenstein —habría una sexta—, y tras ‘El cerebro de Frankenstein’ (‘Frankenstein Must Be Destroyed’, Terence Fisher, 1969), en la que el barón parecía fallecer najo las llamas del fuego, la productora decidió empezar de nuevo.

Esta vez el público al que iba dirigido el film era el más joven —práctica que hoy día se está haciendo más que nunca con determinadas franquicias—, proponiendo una especie de remake de ‘La maldición de Frankenstein’ (‘The Curse of Frankenstein’, Terence Fisher, 1957), en la que ya se ahondaba en la juventud del protagonista. Aquí, con el rostro del por entonces emergente Ralph Bates, se efectúa un extraño ejercicio que funciona a modo de remake y precuela. Vamos, hoy día esta película encajaría perfectamente, resultados incluidos.

Cuando el guionista dirige

‘El horror de Frankenstein’ está dirigida además por Jimmy Sangster, laureado guionista, escritor de las dos primeras películas de la serie y de algunos de los fiulms más interesantes de la Hammer. Pero como todos sabemos, ser un buen guionista no te convierte en un buen director por mucho que conozcas el material con el que estás trabajando. Sangster atinaría más tras las cámaras en películas posteriores como ‘Lust for a Vampire’ (1971), aunque el estimable escritor jamás estuvo dotad para la siempre vital puesta en escena.

Lo más interesante de esta sexta entrega sobre Frankenstein por parte de la Hammer reside en todo lo previo a la aparición del monstruo, o criatura. Es como si el film tuviese dos partes de muy diferentes calidades, una llena de ironía y mala leche, la otra llena de situaciones absurdas y un argumento que roza el ridículo. Sangster crea buenos personajes, amplia el universo del barón al desarrollarse en sus años mozos, pero cuando la criatura hace acto de presencia, el film se vuelve por ocasiones en una comedia involuntaria.

Tras unos títulos de crédito, que enlazan con las obsesiones del barón que el público conoce ya de sobra, el film se dedica a dibujar el personaje central, rejuvenecido para la audiencia. Bates compone un muy interesante Frankenstein, tan cabrón como el que compuso Peter Cushing en el anterior film; aquí un perfecto controlador de todo lo que le rodea, manipulador como pocos y con un aire de superioridad que es, al mismo tiempo, su atractivo y algo repulsivo. A Frankenstein no le importa absolutamente nadie a su alrededor con tal de llevar a cabo sus experimentos.

La ironía, lo mejor

Así, en esa primera parte del film, éste contiene apuntes muy atractivos que no hacen más que ahondar en una personalidad que creemos conocer, pero aún guarda detalles que pueden fascinar. Las argucias que Frankenstein lleva a cabo, primero con su padre, luego con la que era la criada, y algo más, del hombre que le dio la vida, y posteriormente con la mujer que está enamorada de él desde pequeña —interpretada por Veronica Carlson, en lo que es una conexión con el film anterior—, contienen mucho más interés que el éxito o fracaso de su gran experimento.

Cuando la criatura es mostrada —interpretada, por cierto, por David Prowse, años antes de ser Darth Vader— ‘El horror de Frankenstein’ se vuelve torpe, Bates sigue resultando interesante en su rol, pero el film realiza concesiones absurdas a pesar de contener secuencias tan brillantes como la del asesinato del ayudante del barón a manos de éste, en la que Sangster, ayudado de la labor en la fotografía por parte de Moray Grant, está más inspirado. Breve apunte que destaca en un producto tan anodino, aunque no aburrido.

Afortunadamente la mayor ironía de todas sucede en su desenlace, en el que se juguetea con la típica imagen del monstruo y una niña —tan popular gracias al film de James Whale—. El barón se libra de ser capturado por sus crímenes gracias a la inocente mano de una niña que, sin querer, destruye a la criatura. Por supuesto, ello implica el fin de los experimentos del barón. La secuencia, con la cara de resignación del barón, riéndose de la situación, es un buen broche final.

La Hammer aún tendría algo más que decir dentro del universo de Frankenstein.

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