'Expediente 39', la niña que susurraba cosas malvadas

Este verano os dejé mi valoración tardía sobre un ridículo thriller de terror sobrenatural titulado ‘Hellion: El ángel caído’ (fue el título más idiota que se les ocurrió para traducir el original ‘Whisper’), cuyo mayor interés residía en contar con el protagonismo de Josh Holloway y Sarah Wayne Callies, actores muy populares por su participación en dos series de moda (‘Perdidos’ y ‘Prison Break’, respectivamente). La trama de aquella película jugaba con la posibilidad de que un puñado de criminales tuvieran la mala suerte de secuestrar a un niño que, en realidad, era un auténtico demonio.

La historia de ‘Expediente 39’ (‘Case 39’), en nuestros cines desde el pasado 28 de agosto, vuelve a girar en torno a gente que confía en un crío (aquí una cría) y se deja manipular porque es pequeño y aparentemente inocente, antes de que empiece a morir gente a su alrededor. Evidentemente, con estas historias rápidamente nos acordamos de ‘La profecía’, la estupenda película que Richard Donner dirigió en 1976, pero en esta ocasión el parecido con ‘Hellion’ es todavía más evidente, ya que aquí también se recurre a la voz, a los susurros, como vía para provocar la muerte. Además, claro, las dos están bastante peor escritas y rodadas que la que protagonizó Gregory Peck.

Escrita por Ray Wright, ‘Expediente 39’ gira en torno a Emily Jenkins (Renée Zellweger), una solitaria y obstinada empleada de servicios sociales que sólo vive para su trabajo. A pesar de todo lo que tiene pendiente, un día le encargan que revise un posible caso de maltrato. La mujer se queda embobada con los ojos de la presunta víctima, Lilith Sullivan, una niña de diez años, y decide que debe ayudarla.

Emily, como más tarde sabremos, arrastra un pasado que la obliga a centrarse al máximo en el caso de Lilith, y aunque los padres afirman quererla y no hay pruebas de abusos ni malos tratos, ella sabe que la niña está en peligro. Una noche, Emily recibe una llamada de socorro de Lilith, y acompañada por un viejo amigo de la policía, acude a la vivienda de los Sullivan, justo a tiempo para evitar que los padres de la pequeña acabasen con su vida (de forma muy retorcida, por cierto, metiéndola en el horno, como si fuera una lasaña).

Por supuesto, como esto es de terror, y la cosa no puede ser tan simple como que unos padres querían matar a su delicada hijica, en cuanto Emily libere a Lilith y se la lleve a su casa, a la espera de encontrarle unos padres adoptivos, empezaremos a entender por qué los Sullivan intentaron derretir a su hija. El primer gran problema de la película es que, como ya sabemos esto, que la niña es un diablo juguetón, deseoso de causar muertes, todo el primer acto se hace eterno, ya que el realizador, Christian Alvart, no es capaz de dotar a la narración del suspense necesario; seguramente conscientes de la lentitud de este primer tramo, se insertan además un par de sustos patéticos, simplemente con fuertes golpes de sonido (no podía faltar el típico “susto” de la ventanilla del coche).

La película se mueve torpemente, entre clichés y bostezos, pero cuando todo tiene aspecto de telefilme barato con actores desganados y un realizador mediocre cumpliendo rutinariamente con un trabajo basura, por fin, se decide que ya es hora de que la niña se descubra ante el espectador; y la película se anima. El chispazo se produce en un tenso diálogo entre Lilith (Jodelle Ferland) y Doug, el noviete de Emily que es también psicólogo infantil (Bradley Cooper, otra vez). La secuencia arranca tan aburrida e innecesaria como todas las anteriores, pero de pronto Ferland comienza a hablar y comportarse de forma diferente, con gestos sutiles pero inequívocos, y en el rostro de Cooper se reflejo primero la sorpresa y luego la inquietud, el miedo; sin duda, son los mejores minutos de toda la película.

A partir de ahí la película explota su mejor recurso (la niña), proporcionando algunos momentos inquietantes, pero nunca llega a despegar, por culpa de la escasa pericia de Alvart, que deja patente que aún tiene mucho que aprender, y de Renée Zellweger, que aquí va de “mega-estrella arrebatadora”, no dejando de sacar morritos hasta en las escenas donde debería estar muerta de miedo, y luciendo una incapacidad casi total para transmitir las emociones que requería su papel, un bocado fácil para cualquier actriz con un mínimo de talento (sencillamente, para ella no hay diferencia entre la muerte de un ser querido y darse cuenta que se ha quedado sin mermelada de fresa).

En definitiva, ‘Expediente 39’ es una película del montón, con un guión simplón, lleno de trampas burdas y situaciones tópicas, poblado por personajes superficiales, a los que, no obstante, los secundarios (Cooper, Ian McShane o Callum Keith Rennie, uno de los cylons de la serie ‘Battlestar Galactica’ y hermano gemelo secreto de Daniel Craig) tratan de sacarle el máximo partido, destacando por encima de todos la notable actuación de la jovencísima Jodelle Ferland, el gran descubrimiento de la película. En resumen, una opción para los espectadores menos exigentes, que quieran “una de sustos” para pasar el rato en una tarde aburrida.

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