'Hannibal: el Origen del Mal', destrozando al personaje

La saga que inició 'El Silencio de los Corderos' está compuesta de cuatro películas que pueden considerarse por sí solas películas indenpendientes sin necesidad de haber visto las otras. El film dirigido por Jonathan Demme es ya un clásico sobre el que apenas hay discusión (si acaso el famoso fallo argumental del bolígrafo). 'Hannibal' de Ridley Scott es una película injustamente infravalorada, donde Scott consigió lo impensable, apartarse del espíritu del original y crear un film único, lleno de una malsana belleza, que nada tiene que envidiar a su predecesor. 'El Dragón Rojo' es un precuela, con una historia previamente tratada por Michael Mann en la floja 'Hunter', y que simplemente explotaba las posibilidades comerciales de un film que podría haber estado mucho mejor, si no fuera porque su director suele estropear todo lo que cae en su manos. Aún así un film entretenido y con un reparto espectacular.

Ahora, Petter Webber, que nos aburrió con 'La Joven de la Perla' intenta de algún modo repetir la jugada, al intentar apartarse de las intenciones de los anteriores films, y nos desvela la temible infancia de un personaje que sin Anthony Hopkins no es nadie, y en una operación parecida a la de 'Batman Begins', nos ofrece una especie de 'Hannibal Begins' dándonos gato por liebre en un film totalmente innecesario, en el que además lo de Hannibal Lecter no es más que una estrategia publicitaria, ya que la película podría haber sido perfectamente la historia de cualquier otro psychokiller pirado.

Se puede decir que la labor de Webber es lo mejor del film, con una puesta en escena elegante y alejada del sinfín de efectismos a los que nos tiene acostumbrados este tipo de películas, y cuyos artífices no se dan cuenta de que no producen el más mínimo temor. Así pues, diría que el prólogo, más largo que de costumbre, es ejemplar, un arranque de película realmente prometedor, que enseguida se viene abajo cuando han pasado los años y vemos al personaje de Lecter metido en una planeada venganza, porque los malos de turno cometieron un pequeño error en su dieta. No vamos a desmenuzar el argumento del film, porque más o menos todos ya sabéis de qué va el asunto. Y si no, tampoco os perdéis nada.

Porque esta película es una completa tomadura de pelo, en lo que a su guión respecta. Del origen del mal, leches. Intentan colarnos una infancia totalmente traumática para que compendramos las razones de un personaje, que en 'El Silencio de los Corderos' poseía un magnetismo muy conseguido, precisamente por saber poco sobre él, y por sus escasas apariciones. Todo ese magnetismo, esencial en el personaje, se pierde totalmente en esta nueva entrega y el mismo no resulta interesante en ningún momento. Es más, movido por sus ansias de venganza parece el típico justiciero de cualquier película de Charles Bronson, un personaje sin pies ni cabeza. Para colmo, la penosa interpretación de su actor principal, Gaspard Ulliel, no ayuda en nada. Evidentermente, hacer olvidar a Hopkins es tarea harto difícil, pero es que el actor no transmite la más mínima sensación, su supuesta frialdad resulta artificiosa, y a veces, sus caras serias dan risa.

Como risa dan algunas incongruencias argumentales, del estilo de personajes que llegan antes a otro sitio que el personaje principal, siendo totalmente imposible. O fallos de raccord, como por ejemplo que el personaje principal lleve flequillo en un plano, y al siguiente esté con el pelo engominado hacia atrás. De acuerdo, son pequeñas tonterías sin importancia, quizá, pero que sobresalen en la mediocridad del film, y hace que te fijes más en esas cosas. Y ya no digamos los diálogos, de auténticos besugos, y con muy pocas frases por personaje. Atención al delirante momento en el que Lecter es tachado de "monstruo" por uno de los personajes, con una de las frases más estúpidas jamás oídas en una película, y que para colmo se repite una vez más.

A Ulliel le acompañan actores que poco más pueden hacer para salvar la función, debido también a los mal tratados que están, ya que prácticamente todos están reducidos a la mínima expresión de lo que pretenden ser. Gong Li como tutora de nuestro protagonista, y cuya presencia siempre es un regalo para los ojos. Dominic West hace de policía tonto, que prácticamente está de adorno, y Rhys Ifans hace un villano de esos que gesticulan y están de mala leche, para que sepamos que es el malo.

Una secuela/precuela totalmente innecesaria y que no aporta absolutamente nada a una saga que ya debería parar (anuncian más secuelas con Ulliel al frente). No tiene gracia, no hay suspense, no nos interesan sus comienzos, nos da todo igual, a la media hora uno puede romper a reír. Webber hace lo que puede, pero el señorito Thomas Harris no le deja, quedando un producto muy, pero que muy malo, del que nos podemos recuperar visionando de nuevo cualquiera de las otras tres películas anteriores. En Blogdecine:

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