'Hermosas criaturas', el crepúsculo de las brujas

El estreno de ‘La saga Crepúsculo: Amanecer. Parte 2’ (‘The Twilight Saga: Breaking Dawn. Part 2’, Bill Condon, 2012) era la fecha esperada por muchos cinéfilos, ya que suponía la última entrega de una franquicia sobredimensionada y de escaso atractivo cinematográfico. Sin embargo, en Hollywood se lleva mucho lo de intentar explotar al máximo un formato de éxito y en lo que deciden si harán un reboot, spin-offs o cualquier otra cosa de la franquicia original, nos irán llegando muchas películas sobre las que habrá la duda de si tendrán tan poco interés como la basada en las novelas de Stephenie Meyer o no. Tengo claro que habrá casos en los que paguen justos por pecadores, pero ya os adelanto que ‘Hermosas criaturas’ (‘Beautiful Creatures’, Richard LaGravanese, 2013) no es uno de ellos.

El argumento de ‘Hermosas criaturas’ nos lleva a un pueblo de la América profunda en la que sus habitantes parecen dejarse llevar por fanatismos religiosos, teniendo especialmente en su punto de mira a una misteriosa familia. Están convencidos de que practican la brujería, pero la absoluta falta de interacción social con ellos deja la cosa en un mito indemostrable, pero la cosa cambia cuando una joven de la familia acude al instituto. Esta parte de la historia podría haber dado mucho de sí incidiendo en los abusos religiosos entendidos como una forma de racismo, pero mucho me temo, aunque sí tenga más peso que en la insípida ‘Crepúsculo’ (‘Twilight’, Catherine Hardwicke, 2008), que es una mera excusa para volver a contarnos un amor imposible entre dos razas aparentemente incompatibles: Un vulgar humano y una bruja – ellos prefieren ser llamados casters- que está a punto de pasar por ese momento en su vida que delimitará si va a ser de las buenas o de las malas.

Hay que reconocerle a ‘Hermosas criaturas’ que se toma su tiempo – excesivo su metraje de dos horas- para intentar desarrollar un universo propio, pero eso es algo que carece de especial importancia si lo que nos cuenta nos parece una completa ridiculez: Los casters – forma guay de referirse a la gente con poderes, ya que lo de la brujería no es suficientemente chic- pueden ser seguidores de la luz o de la oscuridad, pero atentos a la distinción sexista: Los hombres tienen la capacidad de decidir ser lo uno o lo otro, pero la llegada de su decimosexta cumpleaños es letal para las mujeres, ya que una especie de fuerza superior conocida como la llamada es la que acabará decidiendo su destino. Mucho quejarse luego de machismo en la sociedad, pero el fomentado por las propias mujeres es mucho más letal y efectivo que cualquier cosa que pueda hacer un hombre a día de doy.

Una de las cosas que puede redimir un guión no muy consistente – su mayor logro es no caer en exceso en el exceso de almíbar durante los momentos centrados en el romance entre los dos protagonistas- es un director con personalidad que sepa jugar con las limitaciones de la historia o que se luzca en su uso de la cámara, el diseño de planos y la ejecución del montaje. El problema es que Richard LaGravanese no consigue destacar en nada, pues prefiere apostar por una puesta en escena casi invisible, opción más que válida en algunos casos – grandes actores dominando la película o tener como base un guión extraordinario- , pero que aquí no era especialmente recomendable. Su mano se nota en algunas escenas donde los trucajes visuales fracasan estrepitosamente – la mesa rodando como si fuera una atracción de feria- o cuando hay que tirar mano de flashbacks u otro tipo de visiones.

Sí me gustaría agradecerle a LaGravanese, también guionista, que cierre la historia de una forma que puede interpretarse tranquilamente como que cierra la historia, pues el objetivo era crear una nueva saga a partir de los libros de Kami Garcia y Margaret Stohl – hay cuatro publicados hasta la fecha- , pero espero que su fracaso comercial invite a sus productores a dejar las cosas como están. El detalle de dar un cierre más o menos satisfactorio a la historia os podrá parecer intrascendente a muchos, pero yo estoy cansado de ver películas que aspiran a iniciar una franquicia cinematográfica, dejando todo abierto en el desenlace de la primera entrega, que acaban quedando en nada. Me vienen a la mente casos como los de ‘Eragon’ (Stefen Fangmeier, 2006) o ‘La brújula dorada’ (‘The Golden Compass’, Chris Weitz, 2007), pero seguro que hay y habrá muchos más.

El otro punto que puede hacer más llevadera la experiencia de ver una producción de estas características es su reparto, y aquí sí hay alguna cosa positiva que decir de ‘Hermosas criaturas’. La primera es que, gracias a la forma de abordarlo de LaGravanese, los desconocidos Alden Ehrenreich y Alice Englert consiguen evitar el robotismo sentimental de Kristen Stewart y Robert Pattinson. Cierto que se cae en detalles poco logrados – No se puede ser superficial si se lee a Bukowski- y que su relación jamás logra atraparnos, pero al menos consiguen parecer personas – acertado el acento pueblerino de Ehrenreich- durante buena parte del metraje – otra cosa es que sean personas cuya historia merezca la pena ser contada- .

Hay que mirar al apartado de secundarios para encontrar actores más conocidos que, por fortuna, no se dejan llevar por la desgana habitual de estar en una película como ésta: Jeremy Irons, muy conocido por dejarse llevar en los trabajos que no suponen un reto intelectual, está correcto como el tío protector de Englert, Viola Davis no desentona demasiado en su rol de misteriosa bibliotecaria, Emmy Rossum parece divertirse, pero su personaje nunca termina de despegar, algo parecido al caso de Thomas Mann – que hoy también estrena en España ‘Hansel y Gretel: Cazadores de brujas’ (‘Hansel & Gretel: Witch Hunters’, Tommy Wirkola, 2013), lo único que con un personaje bastante más insulso, una especie de versión totalmente descafeinada del chaval de ‘Project X’ (Nima Nourizadeh, 2012) que le lanzó a la fama. Sin embargo, la sorpresa más agradable es una Emma Thompson que disfruta de lo lindo de su personaje, sabiendo jugar con los límites de la sobreactuación sin caer en exceso en ella.

No voy a engañaros diciendo que ‘Hermosas criaturas’ es una completa pérdida de tiempo, pero sí que es una especie de versión brujeril de ‘Crepúsculo’, lo único que estirando menos la historia – lo que se cuenta aquí podría haber dado fácilmente para 2 o 3 libros de Stephenie Meyer- y con alguna sorpresa agradable en su reparto. A cambio está muy poco conseguida cuando recurre a los efectos visuales, tiene detalles de guión muy estúpidos y es demasiado larga. Vosotros veréis si os compensa o no.

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