'Jay & Silent Bob Reboot': Kevin Smith se resiste a madurar en un desmadre metarreferencial exclusivo para fans

Ser hijo único te invita a buscar un sustituto que cubriese algunas de las funciones básicas de un hermano mayor en los lugares más inhóspitos. En mi caso, y a falta de un prójimo que me legase sus VHS y sus mezclas en cassete, el séptimo arte se encargó de ocupar ese vacío, convirtiéndose en mi fuente principal de conocimiento musical y cinematográfico y, hasta cierto punto, vital.

Por suerte o por desgracia —no sé si esto dice nada demasiado bueno de mi—, desde que lo descubrí con una 'Mallrats' que sigo venerando a día de hoy, el cine de Kevin Smith ha sido uno de mis principales refugios durante mi etapa preadolescente —y adolescente—. Desde entonces, de algún modo, he ido creciendo junto al director escuchando temazos de Elastica y Alice in Chains entre las lecciones sobre el amor de 'Persiguiendo a Amy' y batacazos  como el que experimentó el realizador con 'Jersey Girl'.

Si la nostalgia se ha apoderado de mi mientras escribo estas líneas es debido a que 'Jay & Silent Bob Reboot', el retorno de Smith a su View Askewniverse, está edificado única y exclusivamente sobre ella, adquiriendo la forma de un festival de cachondeo autoreferencial —y autocrítico— que no teme lanzar dardos envenenados a la industria hollywoodiense actual mientras no puede evitar una confrontación entre dos eras que coquetea con el desastre.

Negándose a crecer

Es alucinante hacer algo de retrospectiva y redescubrir cómo Kevin Smith ha logrado dar forma a uno de esos universos cinematográficos que tanto se estilan hoy día a partir de las colas de película desechadas, las triquiñuelas financieras, la colección de cómics vendida y el talento para el diálogo que hicieron posible 'Clerks'. Un éxito que transformó al de New Jersey en una leyenda indie que, con 50 años a las espaldas, no ha podido —o no ha sabido— dejar atrás sus inicios.

Esto último queda especialmente claro en 'Jay & Silent Bob Reboot'. Es evidente que Smith ha madurado tanto personal como profesionalmente, lo cual se ve reflejado en cintas como 'Clerks 2' o en propuestas como 'Red State'. Por una parte, deja entrever una pulsión que le lleva a tratar temas acordes a su edad e inquietudes mientras, por otra, continúa aferrándose al fumeta de veintytantos obsesionado con los chistes sexuales y la escatología; Jay y Bob el silencioso luchando por hacerse con el control dentro de su propio creador.

No seré yo quien se queje de que la nueva aventura del dúo de camellos más famoso de Jersey se tome en serio su condición de reboot y repita los gags tantas carcajadas me hicieron proferir hace años. Este sentido de la comedia nostálgico y alusivo es una auténtica delicia para los devotos de la factoría View Askew que podría desconcertar al espectador neófito, combinando un bombardeo de alusiones a la cultura pop con un surtido de cameos para enmarcar.

Smith ha tirado de agenda para reunir a colaboradores y amigos que le han acompañado desde el inicio de su carrera; desde el Brian O'Halloran con el que empezó todo hasta Justin Long, pasando por unos Ben Affleck y Jason Lee que brindan las mejores escenas de la película —brillante la explicación sobre las diferencias entre remake y reboot del último—. Una colección de cromos de primera que lleva un paso más allá el concepto de fan service y maquilla un hinchado repertorio de bromas que no funcionan en su totalidad.

Sorprendentemente, Smith muestra más acierto —aunque sin alardes— cuando se pone sensiblero y aparca la metaficción y los exabruptos de Jay, entregándose plenamente al drama paterno-filial sobre el que giran los arcos de los personajes de Jason Mewes y de Harley Quinn Smith y equilibrando el conjunto con un contrapunto de emotividad que sienta a la película a las mil maravillas.

'Jay & Silent Bob Reboot' puede ser vista como un indicativo claro cristalino de que ya va siendo hora de que Kevin Smith deje descansar a sus cajeros, a sus ratas de centro comercial y a sus queridos Jay y Bob para liberar al autor que lleva dentro y que tantas alegrías le dio en 1994. Si no lo hace, aquí seguiremos sus fieles, que también nos negamos a crecer, riéndole las gracias.

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