'Moneyball: Rompiendo las reglas', mucho más que béisbol

Adaptarse o morir”. Billy Beane

Se ha estrenado este fin de semana la película ‘Moneyball: Rompiendo las reglas’ (‘Moneyball’, 2011), que dirige Bennett Miller, pero en la que aún más importantes son sus guionistas, Steven Zaillian y Aaron Sorkin, o su protagonista y productor, Brad Pitt, al que acompañan Jonah Hill, Philip Seymour Hoffman y Robin Wright. El film está basado en un argumento de Stan Chervin, que a su vez se inspira en una novela de Michael Lewis, que reproduce un caso real.

Los equipos de béisbol que pueden tirar de talonario arrebatan al Oakland Athletics a sus jugadores más importantes, tras una liga en la que estos segundones estuvieron a las puertas del triunfo. Su manager general, Billy Beane, un jugador de los ochenta que vio su carrera truncada sin una explicación lógica, quiere llevar al equipo hasta el partido final, pero no tiene presupuesto. Por casualidad, conoce a un joven que estudia a los jugadores de forma diferente a la tradicional y, cuestionando todas las reglas de las selecciones, le sugiere quedarse con los más infravalorados. La liga de 2002 comienza mal para los Oakland As. Pero cuando la plantilla que han agregado por fin juega como se suponía, su combinatoria comienza a dar sus frutos.

Diálogos muy ajustados, en boca de unos actores que se encuentran muy a gusto con sus personajes, se sitúan al lado de una pulcra realización, que envuelve la historia en un aire atemporal, gracias a una fotografía, firmada por Wally Pfister, de suaves tonos y luces crepusculares. Con estilo de crónica, que no entra en el drama, pero no se queda en la asepsia del documental, sino quizá a medio camino; ‘Moneyball’ va presentando de manera ordenada las cuestiones con las que va a departir y, sin más, expone los hechos. Algunos flashbacks y film montages muy bien organizados acompañan la progresión. Es en un segundo plano con respecto a estos donde encontramos el oro enterrado que contiene el film.

Una historia cargada de múltiples lecturas

En cierto momento, los personajes hablan de la metáfora que supone lo que están presenciando. El diálogo alude al simbolismo de un vídeo en concreto que uno le muestra al otro para hacerle patente la visión con orejeras de caballo que algunas personas tienen sobre los problemas. Pero nosotros sabemos que Zaillian y Sorkin nos están haciendo un guiño metalingüístico, ya que el comentario es aplicable a toda la película. Subyacen las analogías no solo a ese instante, sino al texto completo. La motivación principal de los protagonistas, es decir, la forma de enfocar el draft, se podría aplicar muy bien a los recursos humanos, que a su vez suponen un cruel paralelismo de casi todos los encuentros de la vida en general. Antes de que aconteciesen los hechos mostrados en el film, los equipos rechazaban a los jugadores por su apariencia, peso, edad, por la postura al tirar o por la imagen pública que su comportamiento fuera del campo pueda ofrecer. En lo que menos se fijaban era en sus capacidades para desempeñar la labor por la que tendrían que contratarlos. Tal cual ocurre en las entrevistas de trabajo en las que, comúnmente, alguien que no sabe del oficio que el candidato tendrá que desempeñar, selecciona a una persona de entre las posibles por su aspecto, desenvolvimiento en la propia reunión o las vibraciones que le transmite, sin saber si será capaz o no de hacer bien aquello para lo que le van a pagar o si está dejando fuera a otros que rellenarían con mayor eficacia su hueco.

La comparación no queda aquí: los protagonistas de ‘Moneyball’ no luchan contra las dificultades financieras o contra equipos mejores, sino contra la incomprensión, la cerrazón, la tradición y el inmovilismo que en tantos frentes de la sociedad nos están dañando. De la misma forma se pueden extraer significados de la demostración de que no basta con configurar al equipo perfecto, sino que hay que hacer que juegue tal como estaba previsto, situando a cada individuo en el lugar para el que se le ha escogido. Igualmente analizable se puede considerar la manera en la que se intercambian los jugadores, como si fuesen activos bursátiles o esclavos en el mercado de la carne. Una poderosa escena en la que Brad Pitt no dispone más que de un teléfono nos demuestra hasta qué punto estos jóvenes constituyen una mercancía. También podemos aprender, como reza el subtítulo español, que muchas veces resulta imprescindible replantearse las cosas y romper con lo establecido, buscando nuevas maneras de afrontar lo que se venía haciendo siempre de un mismo modo. Con todo ello, ‘Moneyball’ tendría que ser una película de la que se obtuviese una lección, al igual que los equipos grandes aprendieron del perdedor. No una moraleja buenista como la que tantas películas tratan de inculcar, sino un aprendizaje práctico y lleno de sabiduría.

Entendiendo estas cuestiones beisbolísticas como algo extrapolable a casi cualquier ámbito de nuestras existencias, pues ya se ha dicho muchas veces que los deportes son sinónimos de la vida; no importa que ‘Moneyball’ trate de un pasatiempo tan estadounidense –aunque provenga del juego de pelota de Cuba–, sobre el que aquí apenas conocemos las reglas gracias a otras películas y de cuyas ligas nos suenan los nombres de los equipos, pero poco más. El rechazo que la apariencia del film pueda causar por parecer “demasiado americano” hay que sortearlo, ya que su contenido es mucho más profundo que la lucha de un equipo por hacerse con un campeonato. Eso no quiere decir que no llegue un momento en el que estemos tan metidos con las estrategias del mánager general y su ayudante que suframos y nos emocionemos con sus fracasos y triunfos, como si hubiésemos sido de los OA desde la cuna. Y es que aquí no falta la épica de todas esas películas deportivas que nos han llegado desde el otro lado del charco a lo largo de generaciones. La diferencia es que el trasfondo es otro y lo importante no es ganar, ni siquiera participar.

Conclusión

Encuentro que la mejor virtud de ‘Moneyball: Rompiendo las reglas’ es hablar de todo menos de lo que habla, es decir: servir para explicar y para aplicar a innumerables aspectos vitales. Resulta curioso que una película con esa proyección haya vivido en sus propias carnes una especie de metáfora con la odisea de sus protagonistas. El guion ha pasado por distintas manos, ha sufrido rechazos, se ha paralizado y reanudado su producción y ha estado deambulando durante años hasta que ha visto la luz. Finalmente, no solo ha llegado a las pantallas, sino que lo ha hecho aclamado por seis nominaciones a los Oscar. Me alegro de esta feliz consecución y espero que su éxito se corresponda con lo que ofrece.

Críticas anteriores en Blogdecine |

‘Moneyball’, corrección académica, por Alberto Abuin.

‘Moneyball: Rompiendo las reglas’, un hombre y su sueño, por Míkel Zorrilla.

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