'Pancho, el perro millonario', vergüenza ajena

Es triste pensarlo, pero hay películas que apestan tanto a desastre que serían capaces de hacer recuperar a alguien el sentido del olfato solamente por el tufo a bodrio que echan. Ayer mismo os hablaba de una cinta que me transmitía esas vibraciones y luego el resultado final prácticamente vino a confirmarlas. Y lo peor es que no puedo evitarlo y sigo viendo producciones así con la esperanza de que las excepciones a la regla sean cada vez más abundantes.

Eso que menciono más atrás es lo que me sucedía con 'Pancho, el perro millonario' (Tom Fernández, 2014), una película cuya existencia hasta me costaba entender, ya que hasta llegaba demasiado tarde para capitalizar la fama del can protagonista. Una vez vista me horroriza la posibilidad de que pueda tener algún éxito, ya que es una hecatombe cinematográfica que durante no pocos momentos me despertó encendidos sentimientos de vergüenza ajena.

'Pancho, el perro millonario', ¿pero esto qué es?

Pancho es un perro que ladra, pero hay gente, aunque no toda -y no esperéis explicación alguna al respecto-, que puede llegar a entender lo que dice. Esa es una de las bases de 'Pancho, el perro millonario' que has de aceptar para poder entrar en el juego que nos plantea Tom Fernández, guionista y director de este engendro. Vaya por delante que yo fui incapaz de entrar al trapo, pero este es un detalle casi menor en comparación con otros juegos utilizados para humanizar al protagonista.

Dejando de lado el hecho de que viva en una mansión y que las loterías del estado hayan aceptado darle un premio a un perro, 'Pancho, el perro millonario' no tiene problemas en echar mano a trucajes digitales para... la verdad es que no lo tengo muy claro. Sé que una de las intenciones es conseguir la simpatía del espectador e incluso arrancarnos alguna carcajada, pero ver a un perro imitando de forma ridícula a Marlon Brando en 'El Padrino' ('The Godfather', Francis Ford Coppola, 1972), haciendo muecas imposibles y fregando o cocinando de forma artificiosa no es algo que yo asocie precisamente a lo que entiendo como buena comedia.

De hecho, el principal problema de 'Pancho, el perro millonario' es que el protagonista sea un perro y quieran que haga cosas muy alejadas del comportamiento normal de este animal. Es ahí donde lo que podría haber sido simplemente una mala película se convierte en un lamentable espectáculo que hizo que me llevase las manos a la cabeza en varias ocasiones. Y que nadie me salga con la excusa de ser una película más pensada para el público infantil, porque yo tengo el buen gusto de respetarlos y pensar que hasta lo que podemos aceptar a esas edades tiene un límite. Quizá me equivoque.

No hay salvación posible

La cuestión es que 'Pancho, el perro millonario' hasta mejora -muy ligeramente- cuando el animal desaparece de escena o queda en un segundo plano. Esto sucede sobre todo cuando aparecen en escena los matones interpretados por Secun de la Rosa y Alex O'Dogherty -casi encajarían mejor en el universo de Mortadelo y Filemón que aquí, eso sí-, aunque Fernández no tenga problema en cargárselo siempre que puede con añadidos como la absurda aventura de Pancho con una lavadora.

Ojalá eso fuera más que un espejismo y no será porque 'Pancho, el perro millonario' no intente crear una galería de secundarios con una función muy bien delimitada, pero David Fernández acaba resultando cargante y las diferentes familias que adoptan a Pancho resultan tan superficiales que sólo sirven para reforzar lo cargante que resulta el dichoso perro de las narices. Eso sí, no os preocupéis que la película hará todo lo posible por redimirlo, aunque en mi caso sólo consiga que mi desprecio hacia él sea aún mayor.

Sin embargo, el hilo conductor humano de la historia es la investigación liderada por Ivan Massagué y Patricia Conde para dar con Pancho, aunque tened en cuenta que su preocupación está a la altura de hacer una parada durante las rebajas para que ella se pruebe unos vestidos hasta decidir a quedarse con uno de ellos. No me olvido tampoco de los bochornosos giros de guión del tramo final, pero lo verdaderamente grave son dos cosas: No hay química entre ellos y sus personajes son horribles.

Conste que al menos no hay la más mínima muestra de desgana por su parte -yo estaría constantemente pensando que qué hago metido en esto-, pero su relativo entusiasmo -más ella que él, pero a cambio hay varias escenas en las que entran muchas ganas de dar de torta al personaje de una Patricia Conde tampoco especialmente inspirada- no lleva a nada más que alargar la historia mediante la introducción de una trama romántica que me interesaba casi tanto como ver a Pancho en pantalla. Y lo peor es que incluso consiguen empeorarlo cuando repiten la operación a menor escala con dos chavales. Sin comentarios.

En definitiva, 'Pancho, el perro millonario' es una de esas cintas que te hacen pensar que considerar un arte al cine sea algo exagerado y también que a veces no cuesta tanto entender la imagen que tienen las películas españolas entre cierto sector del público. Por favor, seguid siendo felices y no la veáis.

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