Paul Newman: 'El zoo de cristal'

Retomo el especial sobre Paul Newman, y lo hago desde su última película como director, también una en la que no participó como actor. Lo cierto es que el actor con los ojos más azules de la historia entraría más tarde en una época un tanto extraña de interpretaciones. El cine cambiaba a marchas forzadas, el mainstream empezaba a convertirse casi en un género, y el actor no encontraría —o fallaría al elegir— demasiados papeles interesantes acordes con su edad.

Pero en 1987 Paul Newman venía de ganar dos Oscars consecutivos, uno como homenaje a toda su carrera, y el segundo a mejor actor principal en ‘El color del dinero’ (‘The Color of Money’, Martin Scorsese, 1986). Su fama de leyenda viva del cine empezaba a crecer sobremanera, y eso se vio con creces en la presentación de ‘El zoo de cristal’ (‘The Glass Menagerie’, 1987) en Cannes, cuya rueda de prensa quedará como una de las más ridículas de la historia, por culpa de esos seres intermediarios llamados agentes.

John Malkovich, Paul Newman y Joanne Woodward en el rodaje de 'El zoo de cristal'

Caliente Williams

Para su último film tras las cámaras, Newman eligió una obra de Tennesse Williams, el mítico dramaturgo estadounidense. Precisamente, la primera obra de Williams en llevarse al cine fue El zoo de cristal, en una versión dirigida por el correcto Irvin Rapper en 1950, protagonizada por Jane Wyman y Kirk Douglas, y en la que el propio escritor participó en la escritura del guion. El autor de Mississippi también estuvo presente en dos importantes films de Newman como actor.

‘La gata sobre el tejado de zinc’ (‘Cat on a Hot Tin Roof’, 1958) y ‘Dulce pájaro de juventud’ (‘Sweet Bird of Youth’, 1962), ambas de Richard Brooks fueron los acercamientos previos de Newman al mundo de Williams. Su versión de ‘El zoo de cristal’ presume de ser bastante literal. En ella podemos apreciar el enorme cariño que el actor/director demuestra por la obra, y lo excelente director de actores que era. Además hermana cine y teatro, demostrando, en cierta medida, lo cinematográfico que podía llegar a ser Williams.

Calor. Calor y drama familiar. Dos de los elementos característicos de las obras de su autor. Newman pone sobre un espléndido John Malkovich la cámara y da comienzo una historia dividida en unos pocos actos, por los que desfilarán únicamente cuatro actores. Joanne Woodward, esposa de Newman, aparecerá en todos ellos, brillando en cada secuencia en la que aparece. Su personaje, el de madre demasiado manipuladora, puede llegar a resultar insoportable, y al igual que a su hijo, nos saca de quicio.

Sublimes actores bajo la luz de Ballhaus

La actriz se hace con el personaje, y a veces su presencia resulta demasiado excesiva. El enorme control que la actriz tiene sobre su personaje, el enorme animal interpretativo que Woodward es, sorprendentemente juega a veces un poco en contra. Da la sensación de estar asistiendo a toda una demostración interpretativa de la mujer de Newman. No ocurre así con los muy matizados trabajos de Malkovich, John Naughton, y sobre todo Karen Allen, la verdadera sorpresa del film.

Muy alejada, lógicamente, del tipo de papel por el que se hizo famosa en ‘En busca del Arca perdida’ (Raiders of the Lost Ark’, Steven Spielberg, 1981). Allen se convierte en un personaje puro Williams. Esconde su natural belleza, logrando ser esa chica tímida que acentúa su defecto —una cojera— por mil. La actriz protagoniza uno de los momentos más bellos del film, el instante del rechazo, sosteniendo el plano ante la confesión de Jim (Naughton) hasta lograr conmovernos. Por supuesto la cuidad puesta en escena de Newman y la nostálgica banda sonora de Henry Mancini ayudan lo suyo.

Michael Ballhaus —uno de los directores de fotografía que aún no han sido tratados como merecen— realiza un excelente trabajo de iluminación, acorde con la psique de los personajes, perdidos en un mundo de pobreza y trenes que pasan muy de vez en cuando. Resulta curioso que el fotógrafo fuese nominado al Oscar por ‘Al filo de la noticia’ (‘Boradcast News, James L. Brooks, 1987) y no por su labor a las órdenes de Newman. La cámara moviéndose sutilmente, siguiendo los cambios lumínicos de Ballhaus en el mismo plano, es algo que está a años luz.

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