'Predators', entretenida repetición

Este planeta es un coto de caza, y nosotros somos la presa.

(Royce)

‘Predators’ no es un remake, técnicamente, pero sí es una repetición del mismo esquema, de algunas escenas, algunos personajes, e incluso la banda sonora de ‘Predator’ (‘Depredador’), aquella estupenda película dirigida por John McTiernan que se estrenó en 1987. Pero no es un remake. Y no lo es porque en uno de los diálogos de la película (desde el pasado viernes 27 en la cartelera española) se hace referencia a lo ocurrido en el film original, relatando la versión de los hechos dada por el único superviviente (Arnold Schwarzenegger), así como una descripción del “monstruo” que masacró a su grupo de mercenarios de élite.

Tenemos por tanto una secuela de la primera ‘Predator’ que juega prácticamente a lo mismo, trasladando a los protagonistas a un escenario muy similar para enfrentarlos (he aquí una de las novedades) a más de un “monstruo”, de ahí el plural del título. Claro que no están McTiernan (lo más importante) ni Schwarzenegger, y ya no hay factor sorpresa, sabemos perfectamente cómo es y cómo actúa el monstruo. Así que la pregunta es muy sencilla: ¿quieres ver algo muy parecido a ‘Predator’? Por mi parte quise darle una oportunidad, me sigue gustando el planteamiento, y siendo consciente de lo que podía encontrar, quedé relativamente satisfecho. Sin duda alguna, es la segunda mejor película en la que ha intervenido el Depredador, la criatura creada por John y Jim Thomas, mal empleada en tres películas de baja categoría.

Depredadores (humanos) vs. Depreadores (alienígenas)

La película comienza con una sorprendente escena que nos muestra a Royce (Adrien Brody) en el aire, inconsciente, cayendo. Se despierta, consigue abrir su problemático paracaídas y llega al suelo más o menos suavemente. Se pone en pie, empuña su inseparable arma de fuego y descubre que se encuentra en medio de una jungla. También descubre que no está solo. Otros han caído allí también de la misma forma, pero ninguno sabe por qué, cómo han llegado ni dónde están. Igualmente, van armados, excepto uno, Edwin (Topher Grace), un joven nervioso y torpe que dice ser médico.

Los demás son Cuchillo (Danny Trejo), Nikolai (Oleg Taktarov), Isabelle (Alice Braga), Hanzo (Louis Ozawa Changchien), Stans (Walton Goggins) y Mombasa (Mahershalalhashbaz Ali). Son expertos asesinos, cada uno a su manera. Royce es el que tiene las ideas más claras, así que los demás le siguen, en busca de respuestas. Poco a poco se van conociendo, queda claro que deben colaborar, y se forma una especie de equipo. El primer gran problema les golpea con fuerza cuando consiguen llegar a una zona despejada y ven que en el cielo hay más de un satélite, lo que les deja claro que definitivamente están en un lugar muy, muy lejano del que conocen. Pero su mayor preocupación es otra: algo quiere “jugar”, algo más grande y más peligroso que ellos los quiere cazar.

Durante la primera hora, aproximadamente, ‘Predators’ es muy eficaz, te mantiene pegado a la pantalla, pendiente de ver por dónde van a ser atacados los ocho protagonistas. Y esto es así porque hasta entonces hay pocos ataques, los monstruos apenas aparecen, y toda la película se basa en el misterio del lugar (a veces parece un episodio de ‘Lost’), en la tensión (apoyada en la música plagiada por John Debney) y en los personajes, sus relaciones, sus dudas, sus reacciones. No es que sean roles maravillosos, pero se ajustan perfectamente al producto; tienen sus frases y sus rarezas que los caracterizan, corren, gritan y disparan. Aparte de Brody, que cumple muy bien como chulesco héroe de acción, destacan especialmente Grace y Laurence Fishburne (en la piel de un tipo que lleva mucho tiempo entre depredadores), los dos muy divertidos.

El problema es que empiezan las prisas. Parece como si alguien, los guionistas (Alex Litvak y Michael Finch) o los productores (Robert Rodriguez entre otros), pensara que llevan demasiado tiempo ocultando a los bichos, que ya está bien, que el público se puede aburrir; así que se abandonan las conversaciones, la atmósfera y la cordura. De pronto, los alienígenas ya no son silenciosos cazadores, sino simples monstruos que luchan cuerpo a cuerpo, los actores pierden importancia, Nimród Antal no sabe qué hacer con la cámara, se abusa del montaje frenético, y la película se va derrumbando, hasta llegar a un último tramo de lo más aburrido. Haciendo balance, la estupenda primera parte salva la segunda, quedando un film irregular que aun con todo llega a entretener, si sabes tomártela como lo que es, una secuela simple, gamberra y alocada del film de McTiernan.

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