Steven Spielberg: 'Encuentros en la tercera fase', el viaje de Ícaro

Dijo que el sol salió esta noche. Y que cantó para él. -Investigador

El grandioso éxito, de crítica y público, de su 'Tiburón', superó hasta a las predicciones más optimistas. Un joven que apenas contaba 30 años, con perennes gafas de sol y tejanos, había conquistado un lugar entre los grandes narradores de su oficio, se había hecho millonario, y comenzaba una carrera que se adivinaba (como así fue, aunque con matices), asombrosa. Su siguiente película sería muy diferente a aquélla, y nadie dio un duro por su éxito hasta su estreno.

En el mismo año de la fundacional 'Star Wars' (que se había estrenado pocos meses antes), de su amigo Lucas, Spielberg presentó una de sus películas más personales, una de las dos únicas por él dirigidas cuyo guión es también obra suya en su totalidad (salvo ideas, diálogos o reescrituras no acreditadas), y la confirmación de que este cineasta no iba a ser flor de un día, sino de que un grandísimo artista había llegado al cine norteamericano para insuflarle un vigor y un ingenio como hacía tiempo que no se veía en una pantalla de cine.

De hecho, Spielberg desestimó varios guiones y tratamientos (entre ellos uno de Paul Schrader que calificó de demencial) y se sentó a escribir él mismo esta compleja película, entre otras cosas porque hacer realidad este proyecto fue uno de sus sueños de la infancia, y no estaba dispuesto a cometer el mínimo error. De hecho, en cierto momento (siempre antes de 'Jaws') había pensado seriamente en hacer un documental sobre el tema de los ovnis, pero finalmente decidió tirar la casa por la ventana y exprimir a Columbia, que le dio carta blanca.

Precisamente esta compañía estaba en un momento límite, acosada por las deudas y a punto de desaparecer. Cuando el presupuesto de la película excedió con mucho lo que se presupuestó, sus responsables se resignaron a desaparecer, pero confiaron en que el genio que un año antes había reventado las taquillas de medio mundo pudiera hacer un milagro, y no dejaron de proporcionarle todo lo necesario. Por ejemplo, el hangar donde tiene lugar el clímax era el estudio de sonido más grande del mundo. Spielberg sabría sacar partido de todo ello para dotar a su primera película de ficción científica de una grandiosidad inigualable.

¿La película definitiva sobre ufología?

Cuesta poco trabajo imaginarse a un Spielberg de ocho años observando por el telescopio las estrellas, o a un adolescente (que fue boy-scout) ávido de aventuras capaz de perderse en los montes de Ohio o de California (a donde se mudó con su padre tras el divorcio de sus padres) buscando indicios de naves extraterrestres. Forma parte de los rasgos de carácter icónicos que todos asociamos con el famoso realizador.

De hecho, una de las películas amateur más importantes que realizó fue la ambiciosa 'Firelight' (que costó 500 dólares, lo que en aquélla época era bastante dinero). Esa puede considerarse la verdadera génesis de este importante filme, en el que ya por fin desaparecen amenazas como incontrolables fuerzas de la naturaleza (o del infierno) a batir, y en la que los miedos son más por ignorancia de los personajes que por verdadero peligro. En manos de Spielberg, tanto los civiles como los especialistas, no son más que niños a los que les superan los acontecimientos.

'Encuentros en la tercera fase' es exteriormente muy sencilla, tan solo narra los acontecimientos que les suceden a una serie de personas (unas relacionadas con la ufología, otras simples ciudadanos) tras un primer contacto, visual o sonoro, con los extraterrestres. A algunos como a Roy Neary (de nuevo Dreyfuss con Spielberg, y de nuevo estupendo) o Jillian Guiler (otro buen trabajo de la casi desconocida para el gran público Melinda Dillon), el contacto les inoculará una obsesión que les empuja a cierto lugar de fordianas reminiscencias.

Un aspecto interesante es que para Spielberg la ufología parece una especie de religión, o una actividad casi mística. Así se traduce, por ejemplo, de la inspirada secuencia en que numerosas personas esperan en la carretera el habitual paseo nocturno de varios ovnis. Para ellos, parece un contacto casi divino. Sin embargo Spielberg no carga las tintas en esa espiritualidad, y deja que las imágenes hablen por sí solas. Si hay un aspecto, sin embargo, poco estudiado de su trabajo, creo que es la natural espiritualidad de sus historias, que tienden a mostrarnos personajes a la búsqueda de un nivel vital superior.

Así, el viaje de Roy se convierte en algo parecido a un moderno Ícaro, que desea volar, desde una vida gris y monótona en la que no parece ser feliz, y que una y otra vez se estrella contra la realidad: no es más que un hombre muy limitado. Sin embargo, a base de fuerza de voluntad, consigue su objetivo, adquirir un estatus muy por encima del resto de los mortales. Spielberg construye esta mitología del hombre corriente con una pasión fuera de lo común por sus personajes.

Pero sobre todo despliega una vitalidad, una alegría, absolutas filmando esta historia. Hay en cada una de las secuencias, por oscura o deprimente que sea, una búsqueda de la dignidad humana, una esperanza infinita en que lo mejor de sus personajes terminará saliendo a la luz. Todo ello hasta desembocar en la explosión de alegría, luz y música de su conmovedor final, que no puede ser rodado por una persona que no sea un optimista nato. Con Spielberg, de pronto, la comunicación es posible, siempre gracias al arte, a la música y a la imagen.

Conclusiones

El extraordinario éxito de esta película en todo el mundo salvó a la Columbia y confirmó que Spielberg estaba tocado por los dioses: tanto en su talento como en su olfato a la hora de arrastrar a millones de personas a los cines a creer que existe el milagro de las buenas películas que hacen ricos a sus responsables.

Pero, como suele suceder con este director, la racha no duraría mucho. Lo siguiente sería un fracaso rotundo de crítica y público. Y con este artista, los fracasos de público suelen ser, cosa rara, merecidos. Ironías del cine.

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