'The Bay', tensión y realismo en otra más de infectados

Una de las películas que pude ver en el Festival de Cine de San Sebastián fue ‘The Bay’, de Barry Levinson, que aún no tiene prevista fecha de estreno en nuestro país. Se trata de otro falso documental, compuesto de teórico material encontrado, que nos relata cómo se expandió una infección mortal en la bahía de Chesapeake y que no escatima en sangre ni en escenas truculentas.

Técnicamente, ‘The Bay’ está muy lograda. El montaje puede ser su aspecto más acertado ya que, al tratarse de varias grabaciones –a diferencia de otras películas similares que solo cuentan con una fuente de material–, se va saltando de una a otra y así el ritmo no baja. Los minutos iniciales, que sirven para asentarse en lo que se está viendo, se concatenan a través de un inteligente crescendo que nos lleva de forma fluida hasta el estallido de la catástrofe. Todas las imágenes parece que, efectivamente, viniesen de cámaras caseras y en ningún momento el recurso está utilizado sin justificación, es decir: tiene sentido que hubiese alguien grabando en todas las situaciones.

Esta fluidez también tiene una contrapartida, ya que la película sigue creciendo de la misma manera paulatina y, debido a ello y a que no hay una revelación final –el motivo de la infección se menciona desde cerca del inicio–, el film carece de clímax o aumento de la intensidad en los últimos minutos. Pero hasta llegar ahí, la tensión nos mantiene pegados a la butaca, a pesar de que no hay intriga.

Levinson (‘Rain Man’, 1988) elige mantenernos en tensión, en lugar de explotar el recurso fílmico que más fácilmente se consigue en el género de terror: los sustos. No obstante, no renuncia por completo a esa posibilidad. Gracias a su escasez, los dos únicos sustos que hay resultan más contundentes. Ese par de veces, que son las únicas en las que los infectados tienen aspecto y comportamiento de zombis, tal vez fuesen más numerosas en rodaje y se redujeron para apostar por cierta elegancia en la narración. Lo que no implica que el director se aleje del morbo, pues abundan los planos de cadáveres deformes y de nauseabundos isópodos saliendo de la piel.

¿Realidad o ficción?

Los protagonistas repiten por activa y por pasiva que el FBI ocultó la información y los medios engañaron sobre lo sucedido. La mayoría de los actores son desconocidos. Esto responde a la intención hacer creer que lo que vemos es real. Sin embargo, ya que ‘The Bay’ no es, ni mucho menos, pionera en este truco, dudo de que los productores o el director crean que van a engañar ni al más ingenuo o paranoico de los espectadores.

Me pregunto si tiene sentido seguir presentando así las películas, aun a sabiendas de que nadie caerá en la trampa. Quizá, si se decide rodar así es porque ya se ha llegado a considerar este formato un nuevo subgénero, un recurso fílmico, una forma más de rodar una película. Tal vez crean que su mayor realismo aumentará su efectividad. Por ello, Levinson ha respetado todas las claves requeridas para ese fingimiento, para que el espectador que sí sabe que lo que observa es ficción, se pueda dejar llevar por el juego.

El escarceo con la posibilidad de que se trate de un hecho real permite a los creadores introducir una fuerte crítica política, de cariz ecologista. El descuido de los empresarios del ramo alimentario, que no solo explotan animales para su consumo, sino que además contaminan las aguas con los excrementos de estos; la corrupción de los políticos, o la indiferencia de las autoridades expertas en la materia… están señalados con dureza y sin contemplaciones. Este aspecto quizá sea el de mayor validez de la cinta, pero no resulta en absoluto novedoso en este tipo de propuestas.

Conclusión

No hay nada que pueda argumentar en contra de las cualidades técnicas y narrativas de ‘The Bay’. Lo que sí me pregunto es qué necesidad hay de otra película más como esta. Se podría decir que es un ‘[REC]’, pero en el mar. O que es una ‘Paranormal Activity’ (película con la que comparte productores, así como con ‘Insidious’), pero con infectados. Y la lista sería inmensa. Os traslado a vosotros el interrogante que se abre ante mí: ¿veis lógico que el falso documental se establezca como un formato más con el que rodar ficción? ¿O consideráis que carece de sentido si no hay posibilidades de que nadie se crea que sucedió?

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