'The Ungodly', tú mata que yo te filmo

Wes Bentley no tiene demasiadas películas en su haber, si tenemos en cuenta que ya tiene casi 30 años. Todos le recordaremos por ser aquel muchacho raro que filmaba una bolsa de plástico movida por el viento en esa obra maestra de título 'American Beauty'. Luego le vimos en productos más bien olvidables, y antes de que nos llegue 'P2', nos ha llegado 'Inhumano' ('The Ungodly'), en la que Bentley también ha ejercido como productor, dato que no se incluye en alguna que otra ficha de cierta conocida página, en la que por cierto apuntan que esta película es del 2007. Bien ¿me quiere alguien explicar cómo puede ser esto si el film se exhibió en el Festival de Sitges del 2006?

Dejando esto a un lado, que no tiene demasiada importancia y sólo sirve para recordar que la única ficha fiable de una película se encuentra en sus propios títulos de crédito, Bentley parece que haya recuperado su personaje más famoso, pero evidentemente crecido, pues de nuevo recurre a una cámara de vídeo para vestir su rol, el de chico más o menos raro al que le gusta filmar en este caso, a un asesino en serie para realizar un documental con el que alcanzar la fama. Premisa interesante.

Y ahí se queda la cosa, porque la película, dirigida por el debutante Thomas Dunn, nunca termina de arrancar ni de desarrollar sus posibilidades, que son muchas, por mucho que contenga escenas supuestamente violentas e incómodas. De hecho, la manera de empezar la historia ya resulta un poco abrupta, y cuesta hacerse a la idea de que un tío con su cámara ha contactado con un malvado asesino para filmarle. Resulta, de la forma en la que lo han expuesto, demasiado increíble, pues el asesino tiene oportunidad de deshacerse de su nuevo amigo por mucho que le haya chantajeado. Y el hecho de que sólo puede matar mujeres de un determinado tipo no sirve como excusa.

Así pues la película se debate entre escenas que son un aburrimiento soberano, llenas de palabrería vacua que no llevan a ningún lado, y otras, un poco más interesantes, en las que el asesino parece dispuesto a descubrirnos su tormento interior, las razones de su "manía". Y cuando parece que las cosas se ponen interesantes para el espectador, el guionista se saca de la manga un detalle crucial que le da una vuelta de tuerca al asunto. Me refiero a la aparición en su último acto de un personaje muy importante, que hace que todo cobre una nueva dimensión, para terminar enfocando la historia hacia el morbo de matar impunemente, mejor con razón que sin ella, y en la que se roza la pretenciosidad más descarada, sobre todo cuando el asesino se dirige a la cámara que le filma, y quien está al otro lado no es el personaje de Bentley, sino el espectador.

Wes Bentley está como siempre, un poco inexpresivo y poniendo caras raras, intentando expresar algún tipo de emoción con un personaje bastante mal definido y con el que cuesta bastante identificarse, y no digo con esto que haya que identificarse siempre con el personaje central de una película, pero en este caso no resulta lo suficientemente interesante o atrayente para el espectador. Sí lo es, a pesar de su lamentable tercio final, el del asesino, al que da vida Mark Borkowski, que curiosamente es co-guionista de la película, y se nota que ha tratado mejor al personaje que interpreta. Sin ser un prodigio de la actuación, Borkoswki consigue atemorizar los suficiente como para que su personaje tenga algo de sentido. Una pena que todo se vea inundado por tiempos muertos, y esa parte final que termina de rematar la película, en el peor sentido de la expresión.

Una película fallida, y casi habría que decir maldita. Su distribución en nuestro país está siendo prácticamente nula, y eso que se trata de una coproducción entre USA y España. Carne de videoclub.

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