'Uno de nosotros': Kevin Costner y Diane Lane deslumbran en un magnífico largometraje en clave neo-western

Aunque solamos asociarlo a tropos argumentales muy concretos, ambientados en el polvoriento oeste americano durante la segunda mitad del siglo XIX, el western, a través de sus doce décadas de historia y sus múltiples mutaciones, se ha terminado elevando como uno de los géneros más ricos y polivalentes en lo que respecta a tramas, temáticas y discursos.

Más allá de asaltos a trenes y diligencias, de grandes odiseas migratorias, conflictos guerracivilistas o duelos al Sol, la evolución al conocido como neo-western ha permitido desarrollar nuevas historias en marcos contemporáneos, con sensibilidades actualizadas y sin perder un ápice de esencia clasicista. Como muestra, ahí tenemos títulos recientes e imprescindibles para comprender la corriente como pueden ser ‘Red Hill’, ‘Comanchería’ o ‘No es país para viejos’.

Con ‘Uno de nosotros’ Thomas Bezucha cambia —sólo parcialmente— caballos y carros por un hermoso Chevrolet Bel Air Nomad del 58 para abrazar y, al mismo, subvertir los cánones del “cine del oeste” en una pequeña joya en la que la maternidad, el duelo y los lazos de sangre envuelven un relato marcado por los contrastes; igualmente brillante tanto en su faceta de retrato intimista como de thriller hipertenso.

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Costner, Lane y todo lo demás

El arranque de ‘Uno de nosotros’ articula sus primeros compases con una suavidad tonal, casi poética, que te abraza con calidez y te introduce en el microcosmos de su dúo protagonista a través de tres elementos esenciales: una puesta en escena precisa y contenida, una hermosa dirección de fotografía de corte naturalista cortesía de Guy Godfree, y dos interpretaciones principales espléndidas, de una veracidad que sobrecoge y emociona con tan sólo un intercambio de miradas.

Kevin Costner y Diane Lane, que ya dieron vida a un matrimonio idílico en ‘El hombre de acero’, vuelven a dar rienda suelta a su química en pantalla bajo la piel de una pareja en proceso de duelo que genera una empatía casi instantánea. Junto a ellos, la primera mitad del filme se desarrolla bajo la forma de un emotivo drama con tintes de road movie, entregado al cien por cien a las psiques de sus personajes y a plantar con cuentagotas pequeñas pistas de lo que está por venir.

Conforme avanza el metraje, ‘Uno de nosotros’ intensifica gradualmente su vis de thriller, llevando un paso más allá su premisa, emparentada lejanamente con ‘Centauros del desierto’ —no falta el plano homenajeándola—. De este modo, la cinta progresa hasta alcanzar su punto de no retorno en un primer enfrentamiento verbal con el grupo antagonista —fantásticamente perfilado—; una escena deslumbrante en su gestión de la tensión y la atmósfera, e impecable en su uso del corte y la contención.

A partir de ese momento, la película se transforma en una olla a presión que, cuando estalla y se desata la violencia, se siente a flor de piel. La comprensión se convierte en sed de justicia, y esta, rápidamente, en un anhelo de venganza que que culmina en un tercer acto crudo y visceral; un cierre que redondea una tragedia familiar con ecos shakespearianos que encierra muchísimo más de lo que aparenta bajo su apariencia de filme de género al uso, y bajo sus escarceos con unos lugares comunes difíciles de evitar.

En última instancia, este torbellino de emociones, de personajes redondos, de ferocidad y de, por momentos lirismo cinematográfico, desemboca en un anticlímax con una imagen símbolo que no sólo cierra un gran arco dramático; también permite vislumbrar un largo camino por recorrer para la industria que, pese a estar inundado de franquicias y propuestas formularias, aún tiene cabida para este gran cine. Por muy pequeño que sea y por muy injustamente desapercibido que pueda llegar a pasar.

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