'Daybreakers', vampiros absurdos

La invasión de los vampiros a la que nos estamos viendo sometidos desde el éxito de ‘Crepúsculo’ tuvo un nuevo capítulo el viernes 26 de febrero con el estreno en nuestro país de ‘Daybreakers’, casi dos mes después que en Estados Unidos (donde ha recaudado lo suficiente como para cubrir costes). La nueva película de los australianos hermanos Spierig, con un llamativo reparto en el que figuran Ethan Hawke, Willem Dafoe, Sam Neill e Isabel Lucas (la chica que logró eclipsar a Megan Fox en ‘Transformers 2’), llegó a los cines tras varios retrasos importantes, de hecho, la primera imagen oficial salió en verano de 2007. Esto no suele significar nada bueno, y aquí tenemos otra prueba más.

Porque cuando pensaba que no se podía caer más bajo, que ‘Crepúsculo’ era lo peor que se podía hacer dentro del subgénero vampírico (‘Luna nueva’ ni la considero, eso no es cine), los Spierig demuestran que la filosofía de la Ley de Murphy es totalmente cierta. Todo se puede empeorar. Estos directores, que debutaron en 2003 con ‘Undead’, uno de esos churros gore que inexplicablemente se convierten en películas de culto (si fueran más exigentes poniendo esta etiqueta no estaría tan devaluada), dieron el salto a Estados Unidos con un guión que cuenta con un interesante punto de partida: en un futuro cercano los vampiros dominan el planeta, pero se están quedando sin sangre con la que alimentarse. Pero como apuntaba mi compañera Beatriz en su crítica, a Michael y Peter Spierig no les interesa desarrollar las posibilidades de esta idea, sino tener una excusa para mostrar acción y escenas sangrientas.

Claro que si la acción estuviese planificada con inteligencia y rodada con habilidad, y las escenas sangrientas fueran impactantes y desagradables, no habría problema, se puede aceptar que la historia no tenga mucho recorrido y los personajes sean poco más que tópicos. Pero los Spierig no saben rodar acción, son de los que creen que violencia y velocidad equivale a cortar la secuencia en mil trozos ruidosos, del mismo modo que piensan que lo sangriento debe ser divertido, así que sumado a un argumento que son incapaces de extender y a unos actores desganados y mal dirigidos, da como resultado una película soporífera, mediocre, de las peores que he visto últimamente.

He leído decir a Ethan Hawke (en una entrevista “genérica” que los medios pueden copiar y pegar, añadiéndolo a sus contenidos alegremente) que cuando le pasaron el guión no lo leyó, que en lugar de eso se puso a ver la película con la que debutaron los realizadores; reconoce que la apagó a los diez minutos, harto de tanta estupidez. Más tarde la volvió a ver con sus hermanos, más jóvenes que él, y pasaron un buen rato entre risas, decidiéndose finalmente a darle una oportunidad al guión de los Spierig. Dice el actor que además de ser una película de vampiros para adultos (en realidad debería haber dicho con actores adultos), le interesó el tema de la falta de recursos, pudiendo verse como una metáfora de la situación actual que vivimos. Claro que esto es simplemente una vacía respuesta de marketing, no hay nada en ‘Daybreakers’ que se parezca a nuestro presente, y pretender que el film denuncia nuestra exagerada explotación del planeta es como decir que ‘Crepúsculo’ ayuda a prevenir los embarazos no deseados.

Puede maquillarlo como quiera, pero el papel de Hawke en ‘Daybreakers’ es de pena. Se supone que interpreta al científico encargado de encontrar un sustituto para la sangre humana, que pueda mantener vivos a los de su raza, cada vez más desesperados ante la falta de alimento. Las pintas y la actitud de Hawke en el film podrían encajar en el papel de un vampiro dedicado a la escritura o al automovilismo, pero es de risa pretender que este tipo sea un importante científico con tan fundamental misión. Aparte de esto, que sólo es la punta del iceberg, es de cachondeo que los vampiros, que se muestran como seres racionales, esperen a que la situación sea absolutamente desesperada para ponerse a buscar como locos una solución alternativa. Mientras nadie más hace nada (¿¿en qué y para qué trabajan los vampiros??), salvo gastar la poca sangre que queda, el personaje de Hawke, que tiene la casa menos segura del planeta, encuentra a un grupo de humanos y se va con ellos.

La pandilla de humanos está liderada por los personajes de Claudia Karvan y Willem Dafoe, que enseguida confiesa que es un vampiro “curado”. Gracias a él, el científico descubrirá la clave que buscaba para solucionar el gran problema de la trama (si os lo contara os creeríais que estoy de coña, de lo absurdo que es). Entre los tres, porque aunque hay más personajes a su alrededor no tienen demasiada relevancia (como un senador chupasangre que también quiere la paz entre especies o la chica que interpreta Isabel Lucas, a la que le espera un arrebato de incoherencia increíble por parte de su padre), lo resuelven todo y la película comienza a parecerse bastante a un chicle que llevas masticando aburridamente durante horas.

Los personajes, que no paran de retratarse con diálogos forzados e inverosímiles, y con los típicos recuerdos traumáticos (del tipo desde que murió mi tortuga me siento solo en este mundo cruel), se mueven de un lado para otro sin que importe lo más mínimo, inmersos en una espiral de estupideces que llega a su momento cumbre con la patética escena de la ejecución de un puñado de monstruos, a cámara lenta y con la típica musiquilla que ponen en Hollywood cuando forzar al público que sienta pena. Es para partirse de risa. ¿De verdad esperan que alguien pueda sentir lástima por la suerte de semejantes criaturas?

En definitiva, un título del que huir, otra película que hunde aún más el cine sobre vampiros, que hasta que no se estrene la última parte de ‘Crepúsculo’, va a seguir inundando nuestras vidas. Menos mal que todavía hay gente como Tomas Alfredson (‘Déjame entrar’) o Park Chan-wook (‘Thirst’) que se toman en serio el tema, entienden todo el juego que puede dar y ofrecen propuestas fascinantes, alejadas de las cursis historias de amor, la acción sin emoción y el gore más aburrido.

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