'Victoria', la adrenalina del plano secuencia

'Victoria', del alemán Sebastian Schnipper, fue una de las grandes sorpresas del 65º Festival de Cine de Berlín, donde además de alabanzas por doquier, se alzó con el Oso de Plata a la Mejor Fotografía y poco después, sería la gran triunfadora de los Premios Lola -el Goya alemán- consiguiendo, el de Mejor Película y la Mejor Actriz para la española Laia Costa. Y es que, a simple vista la película puede llamar la atención: rodar una película de casi tres horas en un plano secuencia real y por las calles de Berlín.

Pero el éxito de la cinta de Schnipper, no sólo reside en el haber rodado una película en un único un plano secuencia sin trampa -la mayoría lo son, aunque muchos lo nieguen-, el mérito está en que está justificado y al completo servicio de esta historia que parece contarnos una noche más de fiesta, pero que termina siendo una de las historias más adrenalínicas que hemos viso en los últimos años. Voy a intentar hablaros de ella sin desvelar mucho, porque bien merece ser descubierta.

Berlín en dos horas

Sebastian Schipper nos traslada a una noche en el barrio berlinés de Kreuzberg. Allí vemos a Victoria, una joven española que vive en la capital alemana donde trabaja de camarera. No conozce a nadie, no habla el idioma, pero ha salido sola a bailar, a beber, a observar a la gente. La cámara la sigue en todo momento hasta el exterior, va a coger su bicicleta para irse a casa. A la salida, conoce a cuatro divertidos chicos que la invitan a pasar el rato con ella. Lo que ella no sabe es que está a punto de vivir las dos horas más locas y raras de toda su vida que la cambiarán para siempre.

Y no, no penséis que la cinta es otra idílica historia de amor en la que los personajes se pasan la noche hablando y paseando por la ciudad. En 'Victoria' hay de eso, pero casi de forma anecdótica y es que la forma en la que Schipper juega con los géneros sin la necesidad de cortar el plano es una de las grandes bazas del film. Juega con el espectador a crear una atmósfera rara en la que le prepara para cualquier cosa y a la vez conseguir sorprenderle, aterrorizarle y abofetearle cuando es necesario. De una película sobre la búsqueda interior de una chica, pasando una comedia gamberra, para pasar al thriller y a la vez, contar una historia irremediablemente romántica.

Una innumerable variedad de género que se confunden y entremezclan a lo largo de dos horas y veinte de plano secuencia nocturno, con cinco actores -y otros tantos de reparto y extras-, moviéndose por las calles de dos barrios y todo plasmadao en 12 únicas páginas de guión donde el resto era improvisación. Tres intentos y un manejo de la cámara y fotografía sublimes que hacen que sea justo que su responsable, Sturla Brandth Grovlen aparezca el primero en los títulos de crédito de la película.

Magnética Victoria

Pero para que entremos en esa noche desenfrenada y peligrosa y no salgamos, necesitamos unos personajes a los que queramos seguir y no perder de vista y Schipper construye unos personajes redondos, nos los va descubriendo en los momentos clave de la trama para que entandamos sus acciones y a la vez, nos mantengan lo suficientemente intrigados. Y para esto, además, necesitas los actores adecuados. Así, nos topamos con la valiente Victoria a la que da vida una magnética Laia Costa, actriz catalana -vista en la serie 'Polseres Vermelles' de TV3-, que lleva todo el peso de la película a sus espaldas y coloca a nivel europeo un talento descomunal que en nuestro país andaba algo desperdiciado.

Junto a ella, el atractívisimo Frederick Lau -visto en nuestro país en 'La ola' ('Die Welle', Denis Gansel, 2008)- de mirada serena e insegura o el potentísimo Franz Rogowski. Los tres consiguen crear un vínculo único con el espectador, necesario e imprescindible para que no nos caigamos o perdamos el contro en este viaje adrenalínico y catártico que es 'Victoria'. Sin duda, está en mi top 10 de lo mejor del año.

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