Clint Eastwood y su masterclass en Cannes: no descarta volver a la interpretación y al western

Clint Eastwood ha sido una de las visitas más esperada en el prestigioso Festival de Cannes, al que acudió para dar una masterclass y de paso ser homenajeado proyectando una copia restaurada de una de sus obras maestras, 'Sin perdón' ('Unforgiven', 1992). El cineasta reconoció haber disfrutado mucho viéndola de nuevo, incluso recordó algunas cosas que había olvidado. Lógico, hablamos de alguien que el último día de mayo cumple 87 años.

En el festival que le tuvo como jurado en la edición de 1994, Eastwood salió a mantener una tranquila conversación con el periodista estadounidense Kenneth Turan, hablando al respecto de sus comienzos, de algunas de sus películas, y cómo no, del cine en general. A mí me llama la atención que su visita coincida en la misma edición en la que se presenta 'La seducción' ('The Beguiled', Sofia Coppola, 2017), precisamente un remake de una película que contiene uno de los mejores trabajos interpretativos de Eastwood.

Sobre la obra maestra de Don Siegel Eastwood comentó que fue el primer film con el que tuvo que hacer promoción mundial. Una enorme coincidencia con el hecho de que también fue su primer gran fracaso taquillero, entre otras cosas porque la Universal, productora del film, lanzó la película como si se tratase de otro film de acción de Eastwood, craso error que les costó caro. Con todo Siegel siempre la tuvo como su película preferida, un gótico cuento de horror visto desde la perspectiva de unos abslutamente geniales personajes femeninos.

Eastwood también hablo de Siegel, uno de sus maestros, de quien heredó la economía de trabajo —algo que sólo es capaz de hacer alguien que sabe lo que quiere— optando casi siempre por las primeras tomas, ya que jamás iguala el impacto de la primera vez que se recitan los diálogos. Lo mismo dijo de Sergio Leone, matizando el carácter operístico de sus películas.

Esos dos cineastas son casi siempre citados como las influencias más poderosas sobre Eastwood. En Cannes el actor/director tuvo la oportunidad de citar a Tay Garnett —director de películas tan estimables como 'Bataan' (íd., 1943) y 'El cartero siempre llama dos veces' ('The Postman Always Rings Twice', 1945)— como alguien de quien aprendió mucho, imagino en la etapa en la que le dirigió en algunos episodios de 'Cuero crudo' ('Rawhide', 1959-1965). Me pregunto si alguien optó por citarle a William A. Wellman.

Sobre el que todavía es su último western, Eastwood señaló que está muy bien escrito por David Webb Peoples —el guionista de 'Blade Runner' (íd., Ridley Scott, 1982)—, que a su lector de guiones no le gustaba nada y que afortunadamente no le hizo caso. Añadir que Peoples escribió el guion a mediados de los setenta influenciado por una de las obras maestras de Martin Scorsese y la lectura de cierto libro que conoció una magnífica adaptación por parte de Don Siegel. Francis Ford Coppola tuvo los derechos para ser protagonizado por Gene Hackman, pero esperó demasiado tiempo.

Quien esperó la friolera de diez años fue el propio Eastwood, que esperó a tener la edad adecuada para protagonizarlo. En Cannes soltó una de sus perlas, que tal vez un día de éstos filmaría otro western, algo que indudablemente debería dejar babeando a todo dios. Y mientras muchos lo hacemos pensando en dicha posibilidad, el propio director también dijo que volvería a aparecer como actor en una película. Supongo que cerrar bien la saga de Harry Callahan es otro sueño de cinéfilo.

Nunca he sabido si a Eastwood le gusta el mismo juego que John Ford tenía con muchos de sus entrevistadores, vacilarlos hasta lo indecible de forma muy, muy sutil, o realmente se cree lo que dice. Y digo esto porque Eastwood, concretamente desde su western más celebrado, a cada nueva película que estrenaba en su doble faceta, decía que sería la última a ambos lados de la cámara. Claro que si todo es cachondeo cumple con dos de sus máximas, una antigua —"No voy a dejar que ocho millones de consumidores de palomitas de maíz me digan lo que tengo que hacer"— y otra soltada en Cannes al respecto del sentido del humor, que lo estamos perdiendo. Razón no le falta.

Al respecto del cine que consume dijo que el cine de ahora no lo consume por fata de tiempo —tampoco se pierde gran cosa, en líneas generales—, pero que de vez en cuando le gusta rescatar películas como 'El crepúsculo de los dioses' ('Sunset Boulevrad', Billy Wilder, 1950). Habló de cómo de pequeño quería ser protagonista de uno de esos westerns con James Stewart, Gary Cooper o John Wayne, y de cómo ese género te traspasa a una época en la que un individuo podía valerse por sí mismo, una fantasía hoy casi imposible.

Sobre una de sus mejores, y atemporales, películas, 'Los puentes de Madison' ('The Bridges of Madison County', 1995), la única obra como director en la que la protagonista absoluta es una mujer, le convenció precisamente por eso, aunque señaló que a Meryl Streep no le gustaba el libro de Robert James Waller, pero cambió de parecer al leer el guion.

También recordó su participación como jurado el año que 'Pulp Fiction' (íd., Quentin Tarantino, 1994) salió vencedora, señalando lo difícil que es poner a todos de acuerdo. Recuerda que 'Caro diario' (1993), el film de Nani Moreti le parecía un coñazo, pero que sin embargo fue un éxito.

Dicen las crónicas que Eastwood respondió con tranquilidad e incluso desgana, sentenció que el cine debe ser emocionante porque no es un arte intelectual —frase que a estas alturas ya ha debido ser tergiversada un montón de veces, me apuesto algo— aunque todos tienen su estilo y es muy respetable. A la pregunta final sobre si quería añadir algo más sobre alguna de sus películas —vaya preguntita— respondió con un seco y contundente "la verdad es que no".

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