Sitges 09 | Octava jornada (I) | 'Infectados (Carriers)' entretiene, 'Ingrid' indigna, y abandono la sala por primera vez

Es sábado cuando empiezo a escribir esto. Después de pasar por tres películas, desde las ocho y media de la mañana hasta las dos y cuarto, me siento en la sala de prensa para comentaros la jornada del viernes, 9 de octubre. Escribo en el word, mientras espero que solucionen un problema con la red. El supuesto experto en informática que hay aquí, currando para el Festival (¿cobrando?), no sabe qué pasa y contesta que quizá más tarde, cuando la gente haya vuelto de comer, se arreglará.

Ya que estoy aquí, y como he comido entre proyecciones, pienso en adelantar trabajo, y luego ir a mi apartamento, a coger el pendrive que debería haber llevado en la mochila. Suponía que no habría ningún problema con el archivo donde iba a escribir, que nadie lo iba a borrar mientras tanto, pero por estar seguro, consulto a este muchacho (que tiene la palabra friki tatuada en la frente), si puedo estar tranquilo, si se dejan los documentos que se guardan en el disco duro, al menos un día. Su respuesta fue que, por si acaso, me enviara el archivo por e-mail, a mí mismo. Sí. Experto en informática.

Pero volvamos al cine, que sé que hay lectores que se ponen muy nerviosos si empiezan a leer mi vivencias personales en Sitges. Cinco películas pasaron por mis retinas el día 9, en una jornada de lo más irregular. Bueno, en realidad, cuatro películas, quince minutos de otra y un cortometraje, que me dejó de muy mala leche.

Lo mejor fue ‘Carriers’, o ‘Infectados’, que es como la titularán cuando se estrene en España. Es el primer largometraje de los hermanos Pastor, Álex y David, a los que pude entrevistar por la tarde durante unos provechosos veinte minutos (hay que aprovechar ahora, que todavía no son famosos). Su película vuelve a presentarnos un mundo devastado, en esta ocasión por un misterioso y mortal virus, muy contagioso.

Chris Pine (‘Star Trek’) y Piper Perabo (‘Bar Coyote’) son los rostros más populares que encabezan el reparto de un film muy entretenido, bien escrito, que durante la mayor parte de su metraje consigue huir de los tópicos, y narrarnos eficazmente la historia de supervivencia de dos hermanos y sus respectivas novias (bueno, una no lo es del todo, técnicamente). Los actores están estupendos, destacando sobre todo los chicos, ya que interpretan personajes muy diferentes, pero al tener el vínculo de la sangre, deben soportarse y quererse, sin importar lo que pase.

Como suele pasar en este tipo de películas, el grupito tiene sus propias reglas para seguir vivos y las siguen a rajatabla… hasta que llega el primer obstáculo difícil y todo empieza a tambalearse. Reflexión, intensidad, dramatismo, hay momentos muy buenos en ‘Carriers’, que tapan los agujeros del guión, muy limitado por tener que contar algo tan grande a pequeña escala. Los sustos fáciles y las conversaciones estúpidas rebajan la calidad del conjunto, pero personalmente me quedo con lo bueno, y con un desenlace fantástico.

Así que salgo en torno a las diez de la mañana con buenas sensaciones, habiendo disfrutado de una película que da lo que promete, y un poco más. Con el tiempo justo, me acerco a la “cafetería” que hay fuera del Hotel (una tienducha con unos precios escandalosos, pero claro, o lo tomas o lo dejas) y me pido un “cacaolat” calentico. Un poco de agua para tomar la pastilla con la que voy superando el resfriado (no te dan un vaso se agua aquí, tienes que pagar por un botellín), y me marcho corriendo al Auditori, otra vez, para ver ‘Ingrid’, el debut de Eduard Cortés.

Me siento, pasan unos minutos, se apagan las luces y vuelve a iniciarse el ritual: “por favor, apaguen los móviles”; los dos “spots” del Festival. Y empieza algo. Unos títulos de créditos horribles. Toscos, de aficionado. No me puedo creer que eso sea una película, y pronto se confirma; es un corto. Se titula ‘Fenix’. Vaya hombre, no he podido desayunar, me quema la lengua por tener que beberme el chocolate en dos minutos (la mitad fue a la basura), y tengo que tragarme un maldito corto. Vale, bueno, a ver qué tal…

Vergonzoso. Insultante. Son dos palabras que no dejaban de pasar por mi cabeza, constantemente, mientras veía el trabajo de Danel Aser y Àlex Murrull. Básicamente, esta cosa va de un tío que tiene el cerebro dividido y hay otra “persona” que le controla y le va a quitar el control de su vida. Todo ello con una pretenciosidad patética. Los dos actores que salen están fatal, igual que la voz en off, que narra en plan “tengo una voz super-interesante y malévola, cágate de miedo por lo que te estoy contando”. Daría risa todo, si no fuera por las circunstancias de la proyección.

Y a eso voy. No tengo nada en contra de sus dos realizadores, y me parece perfecto que hayan hecho su corto y lo puedan mostrar a la gente. Perfecto, genial tíos. Pero… ¿por qué narices tengo yo que verlo? ¿Por qué proyectan algo tan mediocre y amateur a las diez y media de la mañana, en un pase con prensa? ¡¿Tan desesperados están en Sitges?! ¡¿Tan poco criterio tienen los que seleccionan los cortos?! ¿¡Tanta basura hay que tienen que escoger estas cosas?! Prefiero no preguntar nada sobre los enchufes y los amigos de los organizadores, porque entonces sí que sería para cabrearse, cabrearse de verdad…

Aguanto hasta el final. Al fin y al cabo es un cortometraje, acaba pronto (en realidad eso es relativo, viendo una cosa como ésta se sufre más que con una película corriente de dos horas). En el centro de la sala aplauden, evidentemente porque están los directores ahí, rodeados de amigos y familiares. No puedo evitar recriminar su actitud, en voz alta, pero nadie me contesta. Rápidamente, aún a oscuras, empieza ‘Ingrid’. La indignación aún corría por mis venas, pero respiré profundamente y traté de tranquilizarme.

No hubo manera, lo que estaban proyectando era tan malo como el corto anterior. Eduard Cortés dice adorar a David Lynch, y se nota desde el principio que cree que puede imitar al director de ‘Terciopelo azul’ o ‘Mulholland Drive’, castigando las retinas de los espectadores con imágenes absurdas, y los oídos con diálogos y monólogos de vergüenza ajena. Una reflexión de uno de los personajes: “Tú nunca sentirás el miedo de no querer sentarte para no clavarte los pelos del coño“. Luego más. Y más. A los diez minutos ya no podía soportarlo, me levanté y me fui de la sala. La primera vez que lo he hecho desde que pisé Sitges.

He terminado este texto hoy domingo, último día del Festival. No he vuelto a abandonar una película antes de tiempo. Sólo espero que entendáis de lo que os hablo, no debemos permitir que nos insulten de esa forma. Si un tipo hace un corto o una película, debe pensar que habrá gente que lo va a ver, y no proyectar cualquier cosa. Todo el mundo no es un maldito artista, por favor, un poco de humildad. Hoy es el último en Sitges. En breve dan el palmarés. Ya os contaré.

PD: Viggo Mortensen está por aquí. Voy a intentar hacerle alguna preguntilla en la rueda de prensa.

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