El 16mm como arte: la impresionante dirección de fotografía de 'Madre!' y otros diez ejemplos para reivindicarlo

Sin tener demasiadas esperanzas en ello, y pese a haber mantenido bajo control mis expectativas sobre ella, 'Madre!', el nuevo trabajo de Darren Aronofsky, se ha convertido en una tercera parte de mi Santísima Trinidad cinematográfica particular de lo que va de año junto a la 'Dunkerque' de Christopher Nolan y esa maravilla titulada 'Detroit' dirigida por Kahtryn Bigelow.

Su arriesgada apuesta narrativa, el estado de gracia de su pareja de intérpretes protagonistas, sus inspirados trasfondos y lecturas, y esa controlada ínfula transgresora de la que siempre hace gala su responsable han sido varios de los culpables de que el filme encabezado por Jennifer Lawrence entrase directo en mi top 3 2017.

De entre todos los destacables, el factor fundamental que ha marcado la diferencia frente a sus cintas competidoras ha sido su impresionante dirección de fotografía en general, y el empleo de la película de 16mm como formato elegido para rodar en particular. Una obra de arte llena de virtudes a la que merece muchísimo la pena dedicar unas palabras.

Matthew Libatique: el responsable de dar forma al horror

Matthew Libatique es el reconocido —y galardonado— director de fotografía neoyorquino responsable de dar forma al surrealista horror embotellado de 'Madre!'. Un profesional cuyo trabajo hemos podido disfrutar en cintas de todo tipo como las dos primeras 'Iron Man', 'Cowboys & Aliens' o 'Straight Outta Compton'.

Pese a su nutrida y ecléctica trayectoria —atesora unos sesenta créditos a lo largo de veinticinco años—, Libatique es especialmente conocido por ser** el director de fotografía de cabecera de Darren Aronofsky**, junto al que ha creado piezas de una potencia visual innegable como 'Pi, fe en el caos', 'Requiem por un sueño' o 'Noé'.

No obstante, es su labor en 'Cisne Negro', que le hizo merecedor de una nominación al Oscar gracias a su fantástico juego de formatos —16mm y digital con cámaras DSLR Canon—, la más popular, brillante y reivindicables hasta la fecha. Y es que la irrepetible 'Madre!' ha supuesto un nuevo cenit en la filmografía del profesional, edificado sobre los pilares que vamos a repasar a continuación.

Tres tiros de cámara para dos horas de angustia

Lo primero que destaca de esta colaboración entre Libatique y Aronofsky es la impecable e inteligentísima gestión de la cámara, volcada sobre un elemento fundamental empleado para edificar con solvencia la experiencia que pretende transmitir 'Madre!': el punto de vista.

Durante los 121 minutos de metraje del largometraje —salvo algún plano puntual como puede ser el gran plano general del paisaje en el que se ubica el hogar de los protagonistas— no nos separamos del personaje de Jennifer Lawrence, siguiendo cada paso de la historia a través de los ojos de madre —así se llama—. ¿Cómo consigue representar esto Libatique? Con una jugada tan arriesgada como emplear única y exclusivamente tres tipologías de plano para contar la historia.

Planos subjetivos —POV o point of view—, planos por encima del hombro de Lawrence —OTS u over the shoulder y primeros planos de reacción de madre. La pareja de cineastas no necesita nada más para dar a luz un ejercicio de inmersión y empatía difícilmente replicable, todo ello reforzado por un uso exclusivo de la cámara en mano que desestabiliza y crispa nuestros nervios junto a los de la inestable protagónica.

Esta decisión en la que los planos de situación desaparecen por completo es un auténtico infierno en la Tierra hasta para el mejor montador que podamos encontrar, encontrando un material demasiado limitado que no le permite cubrirse las espaldas en la sala de edición. Pero las bondades narrativas que ofrece este trabajo de cámara compensan con creces las complicaciones logísticas durante pre-producción, rodaje y post-producción. Los resultados hablan por sí solos.

El 16mm: el alma de 'Madre!'

Más allá de su estudiado lenguaje y de su efectividad en cuanto al punto de vista se refiere, 'Madre!' encuentra su alma sumergida entre los haluros de plata que conforman la zona sensible del 16mm: un formato cuyas virtudes estéticas enriquecen la propuesta narrativa, simbólica y argumental del filme, apuntalándola y envolviéndola de un aura pesadillesca inimaginable en otros medios.

Según Aronofsky, viejo conocido del formato, la película de 16mm otorga al material obtenido un look cinematográfico real que las películas de hoy día han perdido por completo. Además de esto, el director afirma que incluso el 35mm cada vez se ve más como una suerte de "digital fotoquímico" demasiado limpio y aséptico.

Rodar en este tipo de película no sólo la ha ensuciado —en el mejor sentido de la palabra posible en este caso— con una textura y, especialmente, un grano que aporta al conjunto un aspecto único y casi hipnótico. Además, ha permitido a Libatique valerse del margen que ofrece a la hora de jugar con el contraste y el color —elemento sumamente importante en la narración—, haciendo posible la saturación selectiva de tonalidades en momentos clave.

Además de todo esto, el efecto del 16mm trasciende lo estrictamente visual para recaer en cuestiones prácticas relacionadas con lo visto anteriormente en el trabajo de cámara. La escala de planos predominante en el largo viene en parte condicionada por el formato, mitigando considerablemente los efectos de las ópticas angulares, dando como resultado planos más cerrados de lo que deberían; algo similar, salvando las distancias, a lo que ocurre al montar ópticas en sensores cropeados de cámaras DSLR.

Bajo mi punto de vista, prácticamente todo lo que ofrece el 16mm son bondades; al menos en lo respectivo a temas visuales, ya que los procesos de post-producción suelen ser infernales actualmente gracias, en parte, a la cada vez menor presencia de laboratorios que procesen el material. Lo único que lamento profundamente es que las proyecciones de 'Madre!' sean en DCP; un pase de esta cinta hinchada a 35mm podría resultar una experiencia difícil de olvidar.

10 largometrajes rodados en 16mm con los que deleitar nuestras retinas

Si la experiencia con 'Madre!' a nivel plástico os ha resultado satisfactoria, siempre podéis continuar disfrutando de las virtudes del 16mm con las diez propuestas que os dejo a continuación. Como veréis, gran parte de ellas corresponden a filmes de género y a producciones que buscan aportar el máximo realismo posible, de corte documental, a sus propuestas. Una pequeña colección con la que reivindicar un formato que jamás debería dejar de existir.

  • 'Bestias del sur salvaje'

No comulgué en exceso con la propuesta maniquea, hinchada y lacrimógena de esta obra de Benh Zeitlin; pero caí rendido a los pies de su hermosa dirección de fotografía, que usó el 16mm para fusionar la crudeza de algunos de sus pasajes con la fantasía infantil surgida de la mente de su protagonista.

  • 'Holocausto caníbal'

Poco se puede escribir que no se haya dicho ya sobre esta controvertida pieza de Ruggero Deodato. Su cariz de falso documental se sirvió del formato para aportar ese punto de veracidad que ayudó a revolver los estómagos de medio mundo; y aún hoy día sigue haciéndolo.

  • 'El proyecto de la bruja de Blair'

19 años después de 'Holocausto caníbal', 'El proyecto de la bruja de Blair' puso el ahora prolífico subgénero del found footage en boga; y lo hizo mediante la combinación de un sucio 16mm en blanco y negro y el vídeo para generar una brillante experiencia, tan terrorífica como inmersiva.

  • 'Clerks'

Está bien; la dirección de fotografía de la eterna 'Clerks' no es que sea una maravilla precisamente, pero el mito detrás del debut de Kevin Smith la hace merecedora de un puesto en esta lista. Que se rodase con colas de 16mm y con película comprada después de que su director vendiese su preciada colección de cómics invita a perdonar su terrible blanco y negro.

  • 'Fruitvale Station'

Los responsables de 'Fruitvale Station' lo tenían claro; necesitaban el grano y la textura que diesen a su película el look de "baja fidelidad" que podría tener una cinta casera, y debían obtenerlo utilizando material sensible. La respuesta la encontraron en un 16mm que les abrió una ventana visual a los sentimientos y emociones de su protagonista.

  • 'Calvaire'

El belga Fabrice Du Welz se coló en la Nouvelle Horreur Vague francesa con 'Calvaire': un thriller psicológico con ambientación rural retorcido, demencial y digno de la peor pesadilla. La secuencia ambientada en el bar, que parece extraída del peor rincón del imaginario de David Lynch, exprime hasta la última gota de las posibilidades del material sensible.

  • 'Tarde para la ira'

Adoré 'Tarde para la ira' y, tras su segundo visionado, sigo haciéndolo. La brutal ópera prima de Raúl Arévalo posee una infinidad de virtudes que no detallaré ahora, pero sí haré especial hincapié en ensalzar la magnífica dirección de fotografía de Arnau Valls Colomer en un glorioso 16mm.

  • 'Los renegados del diablo'

La filmografía de Rob Zombie puede agradar más o menos, pero el cuidado por la estética que demuestra cada uno de sus largometrajes es intachable. Desde 'La casa de los 1000 cadáveres' hasta '31', todas sus piezas ofrecen una experiencia visual, cuanto menos, interesante; siendo 'Los renegados del diablo' una cruda y desaturada road movie tan sucia y desagradable como su textura y uso del color.

  • 'En tierra hostil'

Hasta este momento hemos podido ver un patrón que sugiere que el 16mm puede emplearse para generar una sensación de desagrado ante el material o, por el contrario, dotarle de un plus de veracidad. En este caso, Kathryn Bigelow emplea este tipo de material sensible para situarnos en primera línea de fuego junto a sus protagonistas y hacernos sentir el peligro a flor de piel.

  • 'La matanza de Texas'

Bajo mi punto de vista, esta imperecedera obra maestra de cine de terror dirigida por Tobe Hooper posee el mejor empleo que se le ha dado al 16mm entre sus congéneres a lo largo de la historia. La dirección de fotografía del filme da para un interminable artículo por si sola, pero tan sólo echando un ojo al tráiler ya podemos percibir el ambiente malsano y la obscena frontalidad de la violencia que convirtieron al largometraje en leyenda.

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