El 11 de septiembre en el cine

¿Cómo no se iba a hacer eco el cine de las tragedias del 11 de septiembre de 2001, si el atentado en sí parecía sacado de una película?

En aquel momento afectó negativamente a las películas. Muchas tuvieron que retocarse o recortarse para no mostrar las torres y no herir sensibilidades, caso más evidente el de ‘Spiderman’. Pero cinco años después ya parece que se han cerrado las heridas y los films que reproducen los hechos se nos agolpan en las carteleras. Esta noche, rara será la cadena de televisión que no emita un programa que reproduzca o estudio aquellos momentos. Entre medias se hizo el trabajo conjunto ‘11'09''01 - September 11’, con más cortos malos que buenos, pero que trataba de forma muy delicada el tema o incluso se alejaba completamente del conflicto concreto para mostrar otras vivencias ocurridas ese mismo día. Hasta ahora no se ha tocado de verdad lo más truculento de los choques de los aviones. Este año, el cine de catástrofes tiene un argumento jugoso por lo real para atraer a los espectadores.

‘World Trade Center’, de Oliver Stone, se estrenará el 29 de septiembre. Protagonizada por Maria Bello y Nicolas Cage, muestra las labores de rescate que se llevaron a cabo en la Zona Cero. Bomberos, familiares de desaparecidos y personas que ofrecían su ayuda, excavan sin perder la esperanza. Es la historia real de John McLoughlin y William J. Jimeno, dos de los últimos supervivientes que se rescataron gracias a que nadie se rindió.

El 23 de agosto se estrenó ‘United 93’ (2006), de Paul Greengrass, que se centra en el cuarto de los aviones que fueron secuestrados ese día, aquel que no alcanzó el objetivo de los terroristas. Con el mismo argumento existe un telefilm de Peter Markle titulado 'Flight 93' (2006).

En su momento no publiqué una crítica de ‘United 93’, aunque ya la había visto, pero comentaré ahora por encima la opinión que me mereció el film. En Blogdecine ya hay publicadas dos críticas sobre la película, así que no voy a tocar todos los aspectos que ya comentan ellos, sólo los que me sirven para esta reflexión. Creo que tiene razón Red Stovall al señalar que determinadas cuestiones son buenas —realismo, interpretación de los actores y los no-actores—, pero estoy más de acuerdo con la crítica de Chico Viejo. A pesar de coincidir con él, no me quedaría con una calificación tan mala sobre la película. Más bien no sabría decir si me pareció buena, pues tiene algunos méritos muy grandes, o mala, porque hay aspectos de ella que me resultan muy reprobables.

Lo que en realidad me pareció es una película muy tramposa. Efectivamente, el director consigue emocionarnos y transmitirnos un montón de sentimientos, pero es que parte de unos acontecimientos que ya nos estremecen sólo con que los veamos en el telediario o se recuerden de pasada en una conversación o en un periódico. En mi opinión, ha aprovechado todo lo que esto lleva detrás para hacer una película que aparentemente es muy respetuosa, pero que en realidad explota la desgracia de los demás.

Además, Greengrass pone todos los elementos cinematográficos a favor de crear una sensación que le beneficia. Desde el principio utiliza el estilo de cámara en mano con movimientos tan exagerados que causan mareo físico (me pasó igual en 'Maridos y mujeres' de Woody Allen). Es más que probable que esto esté hecho a propósito para provocar un malestar inconsciente que ayuda a que todo lo que se contempla posteriormente emocione mucho más, toque más, llegue más.

Como ya se ha dicho, el film tiene dos partes diferenciadas. Pero hay que recalcar que demasiado diferenciadas, es decir, que no es una sola película, sino una especie de unión falsa de dos. La primera es interesante durante un rato porque nos descubre lo poco que sabían entonces de lo que ocurría. Pero al cuarto de hora está todo dicho y a partir de ahí, ya es aburrido ver más, por mucho que algunos de los intérpretes sean las personas que estuvieron ahí de verdad. Eso se puede vender como curiosidad, no como virtud del film. Con esta primera parte podría parecer que el autor quiere transmitir una idea: los mandos aéreos ni se estaban enterando de lo que se les venía encima y no se hizo nada para frenar, al menos, al segundo o tercer avión. Pero esto está sólo apuntado. Ni siquiera con todo el tiempo que se dedica a los controladores aéreos, Greengrass trata seriamente ese tema, que sí podría haber dado para mucho. En realidad, al director sólo le sirve de relleno para complementar las escenas del avión, pues parece que para él eso es lo principal.

La segunda parte es la mejor, ya que logra un realismo como nunca se ha visto. Sin embargo, en cuanto empieza lo bueno, en cuanto estás empezando a disfrutar de verdad la película, se acaba. Además, aquí es donde me surge el problema de si tiene sentido hacerse esta película. ¿Para qué contar esta historia? ¿Para qué hacernos ver esto? Realmente, no consiste en otra cosa que en explotar el morbo de los acontecimientos. No hay un mensaje detrás de esta segunda parte. Si no lo hay, ¿cuál es entonces el sentido de recrear esta historia en una película de ficción, no en un documental? ¿Convertir en héroes a los que estrellaron el avión? No, porque no se centra en eso, le dedica apenas unos minutos. ¿Hacernos pasar un momento entretenido? ¿Hacernos sufrir? Como reportaje para televisión, podría estar bien ver la recreación de lo que ocurrió en ese avión, al igual que hay bastante curiosidad por ver los que reproducen lo que ocurrió en las torres. Pero como película, me parece que no tiene razón de ser, a pesar de lograr grandes interpretaciones y momentos de tremendo realismo.

No me estoy quejando de la falta de respeto hacia las víctimas y sus familiares, que es lo que levantó polémica. Hablo de manipulación, de trampas hechas a los espectadores, pues se apoya en unos cuantos escalones —como son los trucos de cámara en mano y la forma en la que está rodada en general, así como el hecho de partir de una historia real— para llegar a un estadio muy superior del que en realidad le corresponde. Los méritos de la película no son tantos. Los trucos para hacernos sentir y así hacernos creer que la película es una gran obra cinematográfica, son abundantes.

Habría que preguntarse si es legítimo para un director plantear cosas que saben que van a tocar la sensibilidad (sean o no basadas en hechos reales) de sus espectadores con el objetivo de lograr su propósito. Es lo mismo que el chantaje emocional que utilizan muchas personas en la vida cotidiana. No estoy diciendo que el cine sólo deba retratar mundos idílicos y maravillosos, sino que quizá no esté bien provocar intencionadamente una sensación de malestar en los espectadores para fomentar la idea de que lo que han visto es buen cine.

No era tanto mi intención suscitar otra reflexión más genérica: si está bien hacer o no películas acerca de este tipo de desgracias. Pero parece que al plantear el tema de cómo está reflejando el cine el 11 de septiembre, no queda más remedio que dejar también esa cuestión sobre el tapete.

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