El cáncer del 3D en el cine

No sé vosotros, pero yo ya estoy hasta las narices del 3D. Una queja recurrente dirán algunos, pero cada día estoy más convencido de que la disparatada popularidad de esta tecnología casi podría decirse que es un nuevo cáncer en el cine a la hora de intentar sorprender al espectador con algo nuevo. Y es que no niego que hay algún caso en el que el 3D de alguna producción ha conseguido dar un toque distintivo a esas películas, pero por lo general no es más que una excusa para cobrar más caras las entradas y que así se note menos que cada vez menos gente pisa una sala de cine.


 
Imagino que algunos os estaréis preguntando qué ha sido lo que ha motivado esta explosión de odio contra el 3D, y puede que a algunos os vaya a parecer una tontería de mucho cuidado: El aplazamiento de varios meses en el estreno de ‘G.I. Joe: La Venganza’ usando la excusa oficial de que la gente demandaba que la película tuviese esa tecnología. Ya sé que es más probable que lo cierto es que quieran reestructurar la película y de alguna forma tenían que explicarlo sin quedar mal, pero usar lo mucho que mola el 3D como excusa oficial ha terminado por acabar con mi paciencia. Y es que el 3D no mola, sino que sus molestias están muy lejos de compensar la tenue ventaja que suele llevar de serie: Una mayor sensación de profundidad de la imagen en movimiento.
 
Eso sí, en mis críticas sobre los últimos estrenos han abundando comentarios del estilo “El 3D no merece la pena” o “es una adición sacacuartos”, siendo muy poco habituales los casos en los que realmente hay algo que destacar. ¿Me estaré volviendo ya un viejo huraño sin tan siquiera haber llegado a la treintena? Yo creo que no, pero mejor argumentarlo en lugar de ir gritando como un loco “3D caca” o alguna otra consiga estúpida.

Primero de todo, creo que ese elemento de profundidad es una mejora tan insignificante que la mayoría de las veces no aporta nada, y es que no abundan las películas que presten especial atención a los elementos que no forman parte de la acción principal. Sí que, por poner un ejemplo, disfruté lo suyo con las escenas de vuelo en la estupenda ‘Cómo entrenar a tu dragón’, pero la regla habitual es que uno sólo se fije realmente en lo que potencia el 3D si la película que está viendo es un aburrimiento de mucho cuidado y hay que distraerse con cualquier otra cosa.
 
Una de las cosas que más me molestan es que mis ojos suelen acabar agotados, cuando no es directamente doloridos, al ver algunos 3D (normalmente cuando son conversiones cutres hechas con posterioridad). Aquí puede entrar en escena el hecho de que me operé de miopía hace unos años y son más propensos que antes a secarse y poder causar ciertos problemas, pero lo cierto es que esto no me ha sucedido nunca con alguna película que no contase con esta tecnología. Puede ser más relevante el hecho de que el 3D, por regla general, daña la luminosidad de los colores, resultando mucho más oscura, algo que sirve para hacer trabajar más al ojo humano para intentar compensar esa pérdida.
 
Christopher Nolan es sólo una de las personas que critica este punto (uno de mis mejores amigos también me lo ha comentado varias veces), resultando seguramente decisivo en el hecho de no haber querido usar el 3D para ‘El Caballero Oscuro: La Leyenda Renace’ (que ya gana premios antes incluso de su estreno). Se ve que también puede afectar artísticamente, pero sospecho que hay muy pocos directores que puedan plantarse y decir que nada de 3D, ya que esta tecnología ha demostrado ser rentable, importando bien poco lo demás cuando esto sucede.
 
Es aquí donde entra el gran motivo de su impulso: Está de moda (algo que ya pasó en el pasado) y los espectadores pagan con alegría el coste añadido de la entrada de cine. Bueno, también habría que relativizar esta afirmación, ya que hay situaciones en los que puedes querer ver una película y te encuentras con que en el cine que mejor te pilla sólo tiene pases en 3D en esos horarios. ¿Te quedas sin ver la película o pasas por el aro? Por desgracia, muchas ocasiones no te queda otra que hacer lo segundo, ya que aquí entra en escena el hecho de que muchas veces ir al cine conlleva un desplazamiento más o menos importante (y unos gastos), con lo cual las opciones están entre llegar a sentirte timado o haber gastado tiempo y dinero para nada.

No podemos olvidarnos tampoco de las propias gafas para poder ver las películas con esta tecnología. Es obvio que puede ser muy incómodo tener que usarlas ya sin nada más, pero cuando tienes que usar unas para corregir problemas de vista y otra para conseguir reproducir el efecto 3D he oído varios comentarios sobre las muchas molestias que puede causar. Además, hay que sumar el hecho de que muchos cines también cobran un añadido por las gafas, aunque luego tengas que devolverlas para que sean reutilizadas en infinidad de ocasiones. Por fortuna, en algunos cines te dejan traer las que te pudiste quedar con anterioridad (no siempre hay que devolverlas) y te ahorras el eurito extra, pero no son tantos los que optan por ello.
 
Otro gran lunar es el hecho de que son pocas las cintas que realmente se ruedan en 3D, ya que parece que es más barato convertirlo a posteriori y el éxito es similar. El problema es que aquí es aún más complicado que el 3D no sea más que una excusa para cobrarte más, porque el resultado en pantalla va de lo anodino a lo desastroso. Otra cosa que está muy de moda últimamente es el reestreno de grandes éxitos de antaño pasados al 3D. Habrá a quien le parezca una idea cojonuda, pero yo lo veo más como casi un sacrilegio en la línea de la moda de antaño de colorear películas en blanco negro. ¿Va a gustarme más le película por ello? Me atrevo a decir que no en mi caso y que no debería pasar con el resto.
 
Recopilando, es más caro, (más o menos) incómodo, muchas veces no aporta realmente algo relevante y cada vez más se está usando para exprimir económicamente éxitos de antaño. Me alegro que haya casos como ‘Avatar’ que realmente hagan un buen uso de esta tecnología, pero su moda está llevando a una vulgarización tal que antes al ver un estreno con esta tecnología cualquiera tenía la duda sobre si podría merecer la pena gastarse el dinero de más, pero ahora la duda, al menos en mi caso, es si realmente se estrenará alguna al año cuyo 3D sirva para algo.

Por mi parte, prefiero, con mucho, la espectacularidad añadida que ofrece el IMAX (no muy extendido en nuestro país), lo cual creo que llegó a ayudar al hecho de que ‘Misión Imposible: Protocolo Fantasma’ fuese una de mis películas preferidas del año pasado. En cambio, ninguna de ellas usaba el 3D. No obstante, se ve que lo que vende son las películas sin ideas nuevas (y a veces alguna hasta sale muy buena) que usen el 3D. Por mi parte, el 3D se ha convertido en un cáncer cada vez más grande y molesto, pero espero que no llegue a ser algo terminal. Y si sigue en pie, al menos que inventen un 3D fiable (el de la Nintendo 3DS no me sirve) que no necesite de gafas, que no sea una estafa económicamente y que realmente lo utilice bien. Mientras tanto, seguiré con aquellos que critiquen el 3D a la más mínima oportunidad.

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