Sugerencias para mejorar la situación del cine español

Me consta que no soy el único que acabó bastante decepcionado con la última gala de los Goya, pero me sentí profundamente irritado por el discurso de Enrique González Macho, actual presidente de la Academia del cine español, donde recurrió a los tópicos habituales –la malvada piratería y la “guerra” emprendida por el gobierno de Mariano Rajoy contra la cultura española-- para comentar y justificar el delicado estado del cine español.

No seré yo quien niegue la importancia de sus quejas, pero me dio bastante pena que no hubiera rastro alguno de ideas para que los propios artistas pudieran hacer algo por mejorar el estado actual de las cosas, teniendo que ser David Trueba, el gran triunfador de la noche, el que abriese un halo de esperanza sobre que es posible hacer las cosas de otra forma. Siguiendo su ejemplo, me gustaría hablaros de una serie de humildes sugerencias con las que creo que el cine español podría salir muy fortalecido.

Resulta curioso que la propia entrega de premios de este pasado domingo mostrase gran parte de lo que yo creo que amenaza cada vez más con alejar al cine español del público. El más grave es la absoluta falta de autocrítica e incluso la tajante negación de la realizada años atrás por Álex de la Iglesia. El futuro no es que sea hoy, es que ya nos visitó ayer, cada vez va a más y las loables iniciativas que han surgido –pienso sobre todo en Filmin-- siguen siendo insuficientes para combatir la, y que nadie se atreva a negarlo, preferencia de un amplio sector del público español a consumir algo pagando lo menos posible --o directamente nada--.

No faltarán los que, basándose en su supuesta falta de calidad –ya entraremos más adelante en ello--, digan barbaridades como que nadie se descarga películas españolas de forma alegal. Tan incierto como imposible de demostrar hasta qué punto conseguirían mejorar la taquilla de las producciones nacionales una quimérica erradicación, por lo que espero que no tengáis problemas en aceptar que el problema no está ahí, sino en las grandes dificultades que tiene el cine español para saber venderse.

Una de las cosas que cualquier cinéfilo español mínimamente avispado ha debido notar es que son muy pocas las producciones españolas que cuentan con una campaña de marketing medianamente decente. Lo más habitual es ver algún anuncio suelto, algo de publicidad en las paradas de bus y en algún caso complementarlo con una visita aleatoria a 'El hormiguero'. Así no hay que invertir demasiado dinero --riesgo mínimo--, pero debería haber quedado claro que los resultados de esta estrategia tienden a ser deficientes.

Me gustaría acordarme ahora del caso de 'Lo imposible' (Juan Antonio Bayona, 2012), la película española más taquillera de todos los tiempos. ¿Que por qué? Pues porque el grupo Mediaset hizo una campaña promocional abrumadora que sin duda ayudó a que se convirtiera en la película que había que ver. Cierto que estaba protagonizada por intérpretes extranjeros y que tenía un look visual atractivo, pero es que se convirtió en la segunda películas que más dinero ha ingresado en su paso por los cines españoles.

Tengo claro que una cinta que no cuente con el apoyo de algún gran grupo televisivo lo va a tener más complicado para poder hacer una campaña de ese calibre --y también que Atresmedia no termina de saber estar a la altura de Mediaset en este punto--, pero estoy convencido de que Santiago Segura se las ingeniará para volver a estar en todas partes durante la promoción de 'Torrente 5'. Eso es algo que el protagonista de la excelente 'Muertos de risa' (Álex de la Iglesia, 1999) ya ha hecho con anterioridad, pero parece que nadie quiere o sabe estar a su altura. La alternativa, también muy válida, es reservarse una gran cantidad de dinero para hacer publicidad, pero eso es algo que no se estila en nuestro cine.

A este indiscutible realidad hay que unir el hecho de que nuestra industria del cine no sabe venderse por sí misma, ya que recurre demasiado al victimismo. No seré yo el que les quite la razón en sus peticiones --aunque hay alguna cosa un tanto exagerada--, pero esto ha causado un distanciamiento enorme entre las películas españolas y el público de nuestro país que únicamente se rompe en casos muy contados y no pocas veces por hacer un tipo de cine más popular, pero sin la suficiente continuidad. El ejemplo más cercano es el de la aceptable '3 bodas de más' (Javier Ruiz Caldera, 2013), cinta a la que se le pueden sacar muchos fallos, pero que ha gustado a la gente y la ha visto en cine.

Sé que aquí estoy coqueteando con consejos artísticos que me hubiese gustado evitar, pero el cine español necesita crear una industria del entretenimiento fuerte que incluso en los años de bonanza económica brilló por su ausencia más allá de un par de títulos puntuales de cierto renombre o producciones más pequeñitas que se estrenaron de mala manera, lo que les impidió encontrar su público. Lo cierto es que el bagaje entre buenas y malas películas de nuestro país no es muy diferente al de otras cinematografías --no es casualidad que eligiese en 2011 y 2012 a una película española como mi favorita del año, aunque en 2013 ni una sola se coló en mi Top 10--, pero sí que hay una predilección importante por dramas corte social que, sea cual sea su calidad, interesan mucho menos a los espectadores.

Hay que saber amoldarse a lo que el público quiere y no forzarle a querer lo que a nosotros nos venga en gana, porque así se fuerza al cine español a vivir de las menguantes subvenciones, de ese falso dios que Enrique Cerezo parecía en los Goya --el mismo que lidera un equipo de fútbol con una deuda colosal con el fisco-- o a depender demasiado de propuestas cuyo presupuesto destaca por su ausencia. Hay que encontrar un equilibro, pero nunca terminamos de conseguirlo, ya sea por falta de medios --mi compañero Pablo ya comentaba el otro día las dificultades de los títulos más comerciales para salir adelante-- o porque sencillamente no quieren hacerlo --es la sensación que transmiten ciertos cineastas--.

Todo esto nos trae de nuevo a lo que primero hay que mejorar, la capacidad de autocrítica. Soy consciente de que entre todos los sectores hay que unirse para hacer fuerza o van a acabar contigo con cierta facilidad, pero es que a menudo me queda la sensación de una cierta soberbia por parte de no pocas personalidades del cine español. Cierto que las descalificaciones gratuitas de muchos se prestan a la defensiva reacción instintiva en lugar de a inteligente y más meditada calma, pero es que lo primero se ha convertido en el discurso mayoritario y así no sólo se pierde al público, sino que hasta se puede provocar que la gente se alegre por la reducción de la aportación gubernamental a nuestro cine cuando hay otros sectores que reciben ayudas mucho más escandalosas.

Tampoco creo que sea tan sencillo dar algo más de importancia al tipo de películas que gusta más al público, invertir más en publicidad --o hacerlo mejor-- y optar por un tono más respetuoso con tu público, que poco vas a conseguir si los llamas a todos piratas, los ignoras o dudas de su criterio cinematográfico. Y todo ello se puede simultanear con mantener las quejas respecto a la postura del PP y los ataques a la piratería. Lo que no se puede hacer es que esto último sea lo único que propongas, porque las cosas ya iban cada vez a peor tras la subida del IVA y puede llegar a suavizar los efectos de las descargas de internet, pero jamás vas a eliminarlas.

Los que no tratan bien a sus clientes acaban perdiéndolos antes o después y ahora al cine español le toca hacer un esfuerzo para recuperar a los suyos. Eso sí, ni siquiera parecen conscientes de la necesidad de hacerlo.

En El blog salmón | ¿Cuáles son los verdaderos problemas del cine?

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