'Breaking Bad 5x14', say goodbye to everyone

You're the smartest guy I ever met... ...and you're too stupid to see he made up his mind ten minutes ago.

Últimamente todo es profecía en ‘Breaking Bad’. Las últimas palabras de Hank cuando ha aceptado su destino resuenan en cómo Walter White se enfrenta al suyo en el devenir del episodio. No hay nada más efectivo que la comparativa de contrastes y es algo que en esta serie manejan con una brillantez dolorosa; porque no existe diferente adjetivo que pueda asociar a ese flashback inicial, esa mirada a todo aquello que ya no existe, que ha ido desvaneciéndose poco a poco con el tiempo. Que, tras este Ozymandias, ha acabado finalmente por perderse. Ese cariño oculto entre los rifirrafes de Walter y Jesse, esa llamada telefónica en la que las mentiras aún no habían empezado a derrumbar aquello que por entonces motivaba a Walter, ese Jesse despreocupado haciendo el jedi al fondo del plano… Crack. Primer pedazo de corazón.

Una mueca que da escalofríos...

Tragedia. Es la única palabra que puedo asociar a uno de los episodios más icónicos, más dolorosos, más consecuentes, más brillantes y más valientes que jamás he tenido el placer de sufrir. Una mueca de terror se apodera de Walter. Esa línea que pensó jamás cruzaría se convierte en una grieta tan grande como para que quepan 80 millones de dólares. Es admirable cómo los guionistas alimentan esa montaña rusa emocional entre Walter y el espectador; cómo nunca llegamos a estar convencidos de nuestros sentimientos hacia él. La desesperación sobre la arena después de intentarlo todo nos ponen de su lado, nos hacen desear que logre mantener la compostura ante las ofertas del tío Jack para después arrebatarnos toda razón ante esa confesión a quemarropa. LA confesión. La apertura de ojos definitiva de Jesse… Crack.

Un vistazo a…
ENFOQUE PROFUNDO Y LENTES PARTIDAS

Metáforas. Todo son metáforas. No querer ver su reflejo; quedarse sin gasolina; arrastrar su podrido dinero por el desierto cual escarabajo pelotero a ritmo de las significativas palabras de The Limeliters –sin advertir que sus viejos pantalones, lo poco que queda del viejo Walter, yacen polvorientos y perdidos sobre la arena; su reflejo sobre el agujero de bala en el coche. No es la primera vez que Rian Johnson dirige un capítulo de ‘Breaking Bad’ (aquel polémico y estimulante bottle episode con la mosca es suyo, por ejemplo) y su habilidad con el plano vuelve aquí a convertir cada hito en aún más incisivo.

El tiro, en plena sien

Este guión vuelve a administrar de forma magistral el flujo de informaciones que manejan unos y otros (espectador incluido) para generar una tensión marca de la casa. Gritas a la pantalla para que Skyler haga oídos sordos a las noticias de Marie que, vestida de negro impecable, también se deja sucumbir al poder de la sangre, del lazo familiar. A Walter sólo le quedaban dos resquicios de amor incondicional; de admiración ciega y cariño imperturbable. La verdad fulmina uno de ellos. La apertura de ojos definitiva de Flynn. Ni hijo biológico ni hijo adoptivo.

De nuevo en un arranque profético, Marie dejaba caer en sus exigencias de hablar con Skyler que Flynn –hoy más que nunca ya no es Walter Jr.- parecía que podía aguantar el fuerte; y vaya si lo aguanta. La puesta en escena y la construcción del punto álgido del episodio, de la temporada, de la serie y de las vidas de Walter, Skyler y Flynn dejan sin palabras. Esa representación gráfica del desmoronamiento absoluto es tan rabiosa, tan a bocajarro, tan fatídica, que es hasta grotesca. ¡¡Somos una familia!! Y el fin de todo llega con otra mueca del terror. Crack.

Mientras, cuando pensamos que Jesse no puede llegar más al fondo, llega Todd. Salvador y condena. Todd se imagina a si mismo buscando formas en las nubes junto a Lydia, y para eso necesita mucho azul cielo; uno que un Jesse apaleado física y emocionalmente puede proporcionarle. Todd nos engaña con sus formas amables, pero no es más que otro monstruo que sabe pegar donde duele. Crack.

Holly, con su pañal fresco y limpio, hace pucheros. Mamá. Mamá. Crack. Y los llantos del único pedacito puro de familia que le quedaba consiguen que Walter por fin acepte un destino que tendría que haber comprendido mucho antes; todos sus pecados no cabían en las maletas que tan frenéticamente llenaba con los trapos de su familia. Dejó ir su dinero y ahora debía dejarles ir a ellos. Con una llamada de teléfono a dos niveles muere –se suicida- Walter y sólo quedan Heisenberg y su cáncer. Mientras en un nivel esas duras palabras grabadas por la policía exoneran a Skyler a los ojos del resto del universo, en el otro el dolor que refleja la cara de entendimiento de ella y la profundísima pena de él acaba la tarea. Crack. Crack. Bum. Hacía mucho que una ficción no me hacía sentir así. Bryan Cranston se ha ganado un cielo que Walter ya jamás pisará.

Walter espera con las losas del pasado a sus espaldas (no caben ni siquiera en sus propias maletas), se sube a aquel coche que podría haber cambiado el destino de Jesse y tampoco cambiará el suyo, y se aleja. Bueno, su reflejo. Un mero reflejo de lo que era nos deja atrás.

Goodbye, Walter. Hello, Carol.

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