'Fringe' y el corazón de su cuarta temporada


Los cuatro primeros capítulos de la cuarta temporada de ‘Fringe‘ han representado una prueba quizás muy dura para algunos fans. La desaparición de Peter al final de la tercera entrega ha llevado a lo que parece, inicialmente, ser un reinicio de la serie, una suerte de primera temporada en la cuarta en la que se nos presentan de nuevo algunas de las situaciones con las que empezó ‘Fringe’. Los personajes son ligeramente diferentes sin Peter y también lo son las circunstancias en las que se encuentran; Walter lleva tres años sin salir del laboratorio, Astrid hace más trabajo de campo, Olivia parece tener una conexión más cercana con Nina y es la única que puede calmar a un Walter bastante menos en contacto con la realidad que cuando Peter existía…

Sin embargo, aunque parece en efecto un reinicio, no lo es. No es más que otra realidad paralela, otra línea temporal alternativa, que responde a la pregunta de “¿y si Peter hubiera muerto de niño en aquel accidente en el lago helado?”. Lo apuntaron no hace mucho en un blog estadounidense y los nuevos títulos de crédito ambar ya dan una pista de ello. ‘Fringe’ sigue esa explicación de los Observadores de que todas las líneas temporales posibles ocurren al mismo tiempo y que, como señala la física cuántica, es el observador del sistema el que determina su resolución. La cuestión ahora será ver cómo se puede regresar a la línea temporal “original” (la de los créditos azules), pero da la sensación de que tampoco es algo que les importe especialmente a Jeff Pinkner y J.H. Wyman.

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Walter y Olivia

Lo que ha hecho muy interesante este inicio de la cuarta temporada es la exploración de las conexiones entre unos personajes que se habían retratado hasta ahora más en relación a Peter que entre ellos. La ausencia del Bishop joven ha llevado a que Astrid tenga algo más que hacer (aunque ya hemos comprobado que no sabía nada de los experimentos de Walter y Bell con los niños del cortexiphan) y nos ha permitido pasar más tiempo con Walter y Olivia, dos personajes de los que siempre se había insinuado una relación complicada por todo ese pasado común, pero que no pueden dejar de preocuparse el uno por el otro. A los dos les falta algo (que nosotros sabemos que es Peter) y eso les conecta mucho más y les confiere un nuevo matiz. Verlos juntos en estos primeros episodios ha sido muy interesante porque por fin vemos un poco más a fondo la conexión emocional entre ambos, que aporta el corazón a ‘Fringe’ (su verdadero corazón, creo yo).

No han sido pocas las voces que se han quejado de que no se trataba lo suficiente el asunto de la ausencia de Peter (mi compañero José incluido), aunque en todos los capítulos teníamos su presencia fantasmal acosando a Walter y haciéndolo creer que está mucho más loco de lo que pensaba. Que la serie no abandonara su estructura de casos autoconclusivos también ha levantado su polvareda, pero parece que se obvia que esos casos están al servicio del desarrollo de los personajes, lo único que realmente le importa a ‘Fringe’. Enfrentarse a ese psicópata del otro lado, además de ofrecernos unos momentos impagables de interacción entre las dos Olivias, nos presenta las claves, probablemente, para que Peter pueda ser reconocido de nuevo por todos los personajes, con esa idea de que hay personas que dejan una huella en nosotros que no se puede borrar. Y ese niño solitario y el hongo mutante (muy de ‘Expediente X‘) lleva a que veamos un poco más el frágil estado mental y emocional de Walter, que sigue siendo, sin duda, el mejor personaje de la serie.

¿Es Peter tan importante?

Lo curioso de este arco inicial de temporada, que es cierto que tiene menos garra que el del intercambio de las Olivias al principio de la tercera, es que nos plantea si Peter es de verdad el gran protagonista de ‘Fringe’. Es cierto que, por su culpa, se inicia la guerra entre los dos universos y que él logra encontrar un punto de unión entre ellos que, en teoría, debe servir para que colaboren y terminen enterrando la Guerra Fría entre Walter y Walternate. Pero Peter siempre ha sido más un objeto de deseos encontrados que un sujeto realmente activo, y la comparación que muchos blogs hacen entre él y Helena de Troya no puede ser más acertada. Helena no hizo nada para que se desencadenara la guerra de Troya, más que existir y ser guapa. Que consideremos que Peter es el centro de la serie o no es fundamental para explicar las reacciones ante estos cuatro primeros capítulos en los que él no ha sido más que un residuo de energía electromagnética, el fantasma de una emoción en Walter y Olivia.

En mi opinión, Peter sí es importante para ‘Fringe’ pero no es su centro, no es su verdadero protagonista; ése es Walter con su lucha por recuperar su salud mental, por no dejarse llevar por la arrogancia que lo condenó al hospital psiquiátrico de St. Claire. Es ese nivel emocional, pequeño, si queréis, donde radica el interés de la serie, más que en los grandes conceptos o la mitología de fondo. Por eso este inicio de cuarta temporada ha sido notable, porque se daba tiempo a que, simplemente, pasáramos un rato con esos personajes que ahora son ligeramente diferentes, nos ofrecía la oportunidad de conocerlos un poco mejor antes de que Peter regrese y sacuda esa realidad alternativa. Esos retratos de Walter más vulnerable y Olivia más solitaria han sido muy interesantes de ver, y en ellos estará seguramente la clave para que volvamos a la línea temporal inicial. Ahora, tengo mucha curiosidad por ver cuál será la próxima maquinación de Walternate.

En ¡Vaya Tele! | ‘Fringe’ se reinicia en su cuarta temporada

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