La cuarta temporada de 'Fringe', una gran estafa

Tengo muy presente el valor que tiene la sinceridad hoy en día y como se escabulle cuando se trata de resaltar los aspectos negativos de nuestro amigo más cercano. Hay ocasiones en los que cuesta reconocer los errores de aquellos a los que le tenemos más aprecio, mucho más decirlos en voz alta, y somos capaces de obviar los detalles que sin embargo no le aguantamos a otro, a quien siempre estamos señalando y recriminando que precisamente cometa esos errores que tanto nos sacan de quicio.

Tras finalizar la cuarta temporada de ‘Fringe‘ tengo que decir que no me he quedado satisfecho y que esperaba mucho más de la historia que nos han contado esta temporada, una historia que terminó, hace un año, con un Peter Bishop desaparecido y con dos mundos enfrentados que se conectaban por primera vez. Pero el inicio de la cuarta temporada nos tenía preparado una sorpresa. El viaje que hasta la fecha habíamos recorrido aparecía lleno de modificaciones, a gusto del guionista más caprichoso, para los que no se darían (hasta ahora) explicaciones y a los que nadie ponía énfasis.

Muchos detalles de la historia de ‘Fringe’ cambiaron. Algunos muertos reaparecion, los hasta la fecha enemigos se reconciliaron, incluso nunca más supimos de la existencia del hijo que Peter había tenido con BOlivia, un bebé que se nos presentó como alguien muy importante para el futuro pero del que nunca más supimos. ¿Qué sentido tenía, entonces, el viaje que hasta ahora habíamos hecho? Habíamos sido testigos de tres temporadas que perdían relevancia a favor de una cuarta que aparecía modificada hasta la médula, confundiendo al espectador y, repito, sin que lográramos obtener ninguna explicación sobre los cambios que habíamos visto.

El resultado era un mundo nuevo, desconocido para nosotros, un mundo en el que nos encontrábamos perdidos, al igual que aparecería Peter a lo largo de gran parte de la temporada. Nosotros pudimos conectar con él mejor que nadie, porque sabíamos cómo se sentía, perdido en un sitio que se parecía a casa pero que no era casa, aunque nosotros jugábamos con la ventaja de saber que sí lo era. La solución de Peter llegó con facilidad después de que Olivia recuperara su memoria mientras que para mí, la memoria era lo que me impedía seguir conectado a ese nuevo mundo que nos habían presentado, del que sigo desconfiando aún después de que haya concluido la cuarta temporada.

Un vistazo a…
LAS 10 MEJORES SERIES DE LA DÉCADA (2010-2019)

¿Una estrategia para recuperar espectadores?

He reflexionado mucho acerca de lo que nos han querido ofrecer en la cuarta temporada y todas mis explicaciones han girado en torno al intento de recuperar los espectadores que se han ido perdiendo por el camino. Esa particular renovación que sufrió ‘Fringe’ al principio de temporada, junto a la aparición de antiguos personajes revelándose como los grandes y nuevos villanos de la serie, David Robert Jones y William Bell, me hacen pensar que así ha sido. ‘Fringe’ se estaba volviendo una serie compleja, muy difícil de recuperar si la habías abandonado varios capítulos atrás, por lo que establecer elementos reconocibles de la primera temporada podría tratarse de un seguro dirigido a la recuperación de esos espectadores.

El plan de los dos villanos le ha quitado parte de la grandeza que esta cuarta temporada tenía reservada y ha dejado en un segundo plano la que para mí era la gran historia que ‘Fringe’ quería contarnos: la lucha entre esos dos universos. Tras la unión de los dos mundos, pensaba que esa colaboración a la que estaban destinados sería mucho más frágil y que en la cuarta temporada veríamos cómo serían las nuevas relaciones que se establecían entre todos los protagonistas. Este año, de nuevo, el universo dos ha perdido importancia y solo ha aparecido en pequeñas dosis pese a que la mezcla de esos dos mundos ha vuelto a ser de lo mejor que hemos visto este año. Mención especial para Walternate, el gran olvidado en la cuarta temporada, muy lejos de ser la sombra de aquel villano que se dibujaba en temporadas anteriores y que tanto nos atraía.

Para contrarestar nos han presentado una nueva trama metida con calzador y que se ha alejado del camino que parecíamos que estábamos recorriendo con ‘Fringe’ hasta el momento. El capítulo final, más cerca de uno de sus capítulos autoconclusivos que de un final de temporada, no ha estado a la altura de lo que hemos visto otras temporadas, y se ha resuelto apresuradamente después de que conociéramos que el verdadero villano al que nos enfrentábamos era William Bell y no David Robert Jones.

Conectados a los personajes

¿Quiere decir todo esto que la cuarta temporada de ‘Fringe’ ha sido una mala temporada? No necesariamente. Hemos llegado a un punto de complicidad con los personajes de la serie de FOX que siguen haciéndonos pasar buenos momentos en cada uno de sus episodios, ya sea resolviendo el caso de turno u observando sus reacciones ante las tramas diseñadas por los guionistas. Lo mejor que tiene ‘Fringe’ son sus personajes, tanto por sus personalidades como por las interpretaciones de cada uno de ellos. También me ha resultado convincente la respuesta que se le ha dado a la presencia de los observadores y a que se hayan mantenido los elementos técnicos que han caracterizado a ‘Fringe’ desde sus comienzos (la comentada escena del episodio final de Rebecca Mader solo es un ejemplo de ello).

Por delante nos queda un futuro del que ya hemos tenido un adelanto y que no pinta nada mal (aún me echo a temblar cada vez que pienso qué explicación le habrían dado a ese capítulo si la serie no hubiera llegado a renovar), aunque seguiré esperando todas las respuestas que la cuarta temporada se ha dejado en el tintero, una temporada que ha errado en su trama serializada pese a que una parte de mí todavía se niegue a reconocerlo. Ahora, por delante quedan 13 episodios para solucionar los errores y para conseguir cerrar la serie con la grandeza que merece. Y si por el camino se dan algunas respuestas, bienvenidas sean.

En ¡Vaya tele! | ‘Fringe’ abre un nuevo capítulo

Portada de Espinof