Studio 60 no debe caer en el olvido

Sin duda el problema de cualquier programa de televisión o serie es tener que soportar el dilema del programador de televisión que vive de lo que le marca la esclavitud del share. Si una serie no cumple los requisitos impuestos por las televisiones, y más si es abierta, como ocurrió con Studio 60, lo normal es que al poco tiempo la serie se cancele. Si a eso añadimos que antes del estreno en cualquier otro mercado fuera del americano, se sabe que esa serie sólo durará la temporada que vamos a ver, pensamos cómo buscar la forma de intentar ver algo que tiene fecha de caducidad.

Ayer, como nos contaba el maestro Juan Cueto en su columna de televisión de El País, La mejor serie, Canal Plus emitió el último capítulo de Studio 60, y matizó perfectamente un grave problema que ha tenido la serie:

El estreno español de la nueva serie del maestro Aaron Sorkin (El ala oeste de la Casa Blanca) no sólo repitió los malos resultados norteamericanos, sino que además acumuló todos los desastres que puede concitar una serie al margen del maldito medidor de audiencia: nadie la elogió ni la destacó, no hubo aquí el menor rumor mediático a su alrededor, ni siquiera fue citada por la crítica (papel) y sólo algunos blogs teléfilos de raza friki la trataron con respeto.

En mi opinión la serie es monumental, y eso que me quedan por ver los últimos capítulos, que según me cuentan son los mejores. Trata con inteligencia al televidente, muestra como es un programa de variedades desde dentro, y los personajes en todo momento suman, nunca restan. Pero claro el share y su gatillo, el audímetro, dictan las reglas. Como vuelve a apuntar Juan Cueto:

El problema que tiene la tele, es que el único criterio para decir si una serie es buena o mala, histórica o del montón, visible o invisible, es esa versión pervertida de la dictadura del box office que se llama audímetro (...), pero en los juicios sobre la televisión hemos abdicado de nuestros gustos y criterios personales, que nunca suman, y nos hemos entregado sin resistencia a la tiranía del audímetro.

Si lo pienso, la única conclusión que saco para que la serie no continuase fue que no se emitió por un canal por cable. No imagino una serie como Los Soprano habiéndose emitido en un canal que no fuese la HBO. Calidad es sinónimo de pequeñas audiciencias, y ésta, por la gran audiencia, está reñida con la crítica. Obviamente esta serie quedará para sus seguidores en DVD, y sólo la habremos podido disfrutar los friki teléfilos blogueros que se la han descargado o seguido sus pasos por internet. ¿No es válida para los gustos del publico español? Cuando pensaremos de forma globalizada, y entenderemos que es TE-LE-VI-SI-ÓN, que hay infinidad de canales y que estos tienen su hueco tanto para las series como para su público.

Como concluye Juan Cueto su columna: "Esta noche se emitirá [por anoche] el capítulo final de la mejor serie de las temporadas últimas y que ha sido percibida como la peor serie del año". Injusta etiqueta. Ahora a esperar lo que nos vuelve a ofrecer el maestro Sorkin, si no ha acabado hastiado de la televisión y de sus reglas: un share al que critica duramente durante toda la serie. Pero claro, sólo los genios se pueden permitir eso.

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