'The Carrie Diaries' encuentra el equilibrio entre trabajo y amigos en su segunda temporada

Se hace raro escribir una opinión de ‘The Carrie Diaries’ sin saber si tendrá una tercera temporada, si Carrie Bradshaw podrá vivir más aventuras en Manhattan. Por audiencia podría dirigirse hacia la cancelación pero, como se emite en viernes y la CW no sabe qué hacer con esa noche, también podría tener otra temporada corta de 13 episodios para rellenar programación. Por lo menos se trata de una serie barata. Por más que tengan que ambientarla en los ochenta, algo me dice que su vestuario proviene de algún catálogo de ropa para modernos o directamente del H&M.

Si no renovase, que conste, me daría pena. ‘The Carrie Diaries’ ha hecho bien las cosas y ha conseguido aquello que otras series no hacen: mejorar de un año a otro. Carrie ha seguido llevando una vida dividida entre su trabajo en Nueva York y sus amigos de instituto, y el equilibrio ha sido difícil de encontrar. En la primera temporada, la parte laboral y las salidas nocturnas estaban un poco fuera de lugar. Al comenzar la segunda, parecía que sería al revés, que las amigas ya no tenían cabida en su ascenso a la fama periodística. Pero al final todo cuajó.

Durante este segundo año hemos visto como la joven periodista pasaba de ser una turista a ser una ciudadana más de la gran ciudad. Se acabó su filosofía de “estoy como un pez fuera del agua y nadie sabe mi verdadera edad”, lo que no quita que ella siguiera mirando los rascacielos como si fuese el paraíso y tuviese nuevas vivencias cada semana. Y también pasó de ser una becaria inútil a alguien con algo que contar una revista.

Otra cosa es si resulta verosímil que una chica de 17 años firme artículos en una revista de ámbito nacional en Estados Unidos y en un mercado tan complicado como el suyo, pero esta barrera hay que superarla. Carrie Bradshaw tampoco podía permitirse su estilo de vida en ‘Sexo en Nueva York’ escribiendo una columna semanal, así que en este aspecto es coherente con la obra original. Es una forma de evitar estar estancada en dimes y diretes de instituto (que tampoco sería el fin del mundo).

La oportuna timidez de Carrie

Lo curioso de esta temporada fue su visión sobre el sexo. Como sabemos a quien precede, uno podría esperar que tratase su pérdida de la virginidad de una forma más explícita, no tanto desde un punto de vista directo como indirecto, que se lo contase a sus amigas. Pero se inventaron que era tímida con respecto al sexo, que es un tabú para ella y así evitaron ser demasiado directos en un canal que prefiere mostrar vampiros asesinando a seres inocentes que poner a una chica diciendo la palabra “penetración”. Mejor les dejan el tema a Larissa y Samantha, quienes sirven de alivio cómico y por lo tanto no les resulta violento que hablen de sexo.

La evolución sentimental de Carrie, no obstante, tuvo otro recorrido y ha crecido mucho. Sorprendió teniendo sexo por primera vez con un chico que era su novio desde hacía cuatro días, lo cual tiene sentido, y la vimos madurando. En esta temporada ha aprendido que el amor no lo es todo y, si bien se negó a dejar su relación con Sebastian por más obstáculos que tuvieran que superar, al final tuvo que aceptar que lo suyo es imposible. Como Austin Butler es un actor insufrible, mejor. Si hay una tercera temporada, preferiría no tener que soportar su sonrisa condescendiente un sólo minuto más.

El reparto, en su sitio

El resto del reparto, que conste, está mucho mejor. Puede que no todos sean buenos actores pero la mayoría están en los papeles adecuados más allá de AnnaSophia Robb y Lindsey Gort, que podría decirse que nacieron para interpretar a Carrie y Samantha. Para poner un ejemplo, el actor que interpreta a Walt (Brendan Dooling) es poco natural pero tiene sentido: es homosexual y su falta de talento puede atribuirse a que no está contento con su situación personal y que todavía no sabe como siente que tiene que comportarse. También se beneficiaron de saber utilizar a Freema Agyeman, a la que relegaron a excéntrica cómica y Chloe Bridges está fantástica como Donna LaDonna, que sigue mereciéndose un spin-off. Pero quien brilla en el reparto es Katie Findlay.

Sin el carisma y la naturalidad de esta chica, probablemente el personaje de Maggie sería el menos querido de la serie. Ha estado medio apartada del resto durante la primera mitad de temporada por cuestión de trama y siempre transmitió muy bien su humanidad a pesar de los errores cometidos (ese pecado capital que representa besar al novio de tu amiga). Y encima cargó muy bien con el mayor conflicto de ‘The Carrie Diaries’ hasta el momento (su embarazo no deseado), una trama que le quedaba grande a una serie tan light como esta. Pero estuvo muy achuchable y sus planes futuros con boda a la vista fueron una bonita guinda para un personaje tan problemático como este. Maggie se merecía un respiro.

Otra cosa es si el último episodio significa que no veremos nada más de ella, si al final tenemos tercera temporada. En algún momento Mouse, Walt y ella tendrán que desaparecer de la vida de Carrie ya que en ‘Sexo en Nueva York’ ni les menciona. Pero al final les han sabido sacar más o menos jugo y han permitido que este segundo año de ‘The Carrie Diaries’ sea muy agradable. Evidentemente no nos encontramos ante una gran serie y todos sus defectos saltan a la vista, pero su ligereza transmite cierta nostalgia de tiempos pretéritos, cuando las series eran más blancas, y resulta hasta refrescante. Estamos tan acostumbrados a culebrones pasados de rosca que un poco de inocencia hasta sienta bien.

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