'The Hour', dudas éticas y emociones reprimidas en una entretenida segunda temporada


Es interesante ver la evolución que ha tenido la recepción crítica de ‘The Hour‘ en Estados Unidos (donde la emite BBC America) de la primera a la segunda temporada. Mientras en el Reino Unido se entretienen en buscar todos los agujeros de la trama (que los hay), al otro lado del Atlántico son más benévolos y destacan, sobre todo, la dinámica entre sus personajes. La serie ha pasado de ser comparada sin cesar con ‘Mad Men‘ a convertirse en el arma arrojadiza favorita de los detractores de ‘The Newsroom‘, pero eso no ha ayudado a que en BBC 2 sus audiencias no fueran bastante mediocres, hasta el punto de que su futuro es bastante incierto.

Sería una lástima que la creación de Abi Morgan se quedara aquí, y más después de la situación en la que quedan Bel, Freddie y Hector. Es una situación muy de cierre de serie, pero que también abre puertas a que verlos de nuevo en una hipotética tercera entrega podría ser realmente interesante, porque la dinámica entre ellos sería bastante diferente. Además, el nuevo jefe de Bel, Randall Brown, resulta ser uno de los puntos altos de la temporada; un hombre peculiar, obsesionado por el orden, que jamás levanta la voz y que Peter Capaldi interpreta con una contención que destaca mucho para alguien que lo haya visto como su abrasivo y malhablado personaje de ‘The thick of it‘.

Un vistazo a…
ENFOQUE PROFUNDO Y LENTES PARTIDAS

El pánico nuclear



La historia principal que el equipo de ‘The Hour’ sigue en esta temporada es la pretensión de Estados Unidos de instalar misiles con cabezas nucleares en suelo británico. En 1957, el pánico nuclear instalado por la Guerra Fría está en su apogeo, y ese miedo es utilizado también por el gobierno como cortina de humo para distraer a la población de otros problemas que empiezan a surgir en la sociedad de la época, como la creciente xenofobia hacia los inmigrantes llegados desde las colonias británicas y, en especial, desde África. El programa, mientras tanto, ha perdido chispa tras la marcha de Freddie al final de la primera entrega, y la aparición de ‘Uncovered’, un espacio similar en la entonces recién nacida ITV, no hace más que acentuar esa pérdida de frescura que Randall intenta recuperar al convencer a Freddie para que regrese al programa y se convierta en el co-presentador junto con Hector.

Éste, por su parte, se ha hecho muy famoso y disfruta de esa fama, acudiendo cada noche a El Paradis, un exclusivo club nocturno del Soho en el que es muy habitual encontrarse a políticos, empresarios y celebridades varias que son “entretenidas” por las bailarinas del club. Lógicamente, lo que El Paradis esconde es bastante más sórdido, y también constituirá otra de las tramas de la temporada. La intersección entre el pánico nuclear y la red criminal en el Soho es una línea argumental para toda la temporada que resulta más coherente que la de los espías del año pasado, y también deja bastantes dudas éticas entre sus protagonistas sobre las consecuencias que su investigación puede tener en sus fuentes o sobre si una noticia más importante, pero filtrada con un claro interés de desviar la atención, debería llevarse la atención del programa. Las diferentes posturas éticas de Freddie y Bel ejemplifican también la duda de si, para hacer bien su trabajo, el periodista debe desconectarse emocionalmente de la historia.

Las relaciones personales



A pesar de intentar ese comentario social e histórico, donde ‘The Hour’ funciona realmente bien es en el dibujo de las relaciones entre todos sus personajes. El triángulo amoroso de la primera entrega está ya resuelto, y ahora, por ejemplo, Bel intenta que Hector no se deje atrapar por las tentaciones que acarrea su nueva celebridad, mientras se nota que todo lo que no se dijeron ella y Freddie en la primera temporada va a complicar ahora bastante las cosas. Porque todos sabemos desde el principio que su amistad es más que eso, pero ninguno se atreve a reconocerlo.

De todos modos, el dúo que casi roba limpiamente la serie es el que forman Randall y Lix, la reportera veterana entregada por completo a su trabajo, de los que intuimos enseguida que tienen una historia pasada común llena de tristeza. Ver juntos a Capaldi y a Anna Chancellor ha sido de las mejores cosas que ha dejado esta segunda temporada, además de un mayor fluidez en las dinámicas pesonales entre toda la redacción. La resolución del “misterio” para todos los seis capítulos no es especialmente destacable, pero sí apunta algunas cosas interesantes, desde la gran capacidad de reinvención y supervivencia de McCain, el spin doctor particular del gobierno, al crecimiento de Marnie como personaje, muy consciente de cómo es la vida que lleva y de que la fachada de perfección que se empeña en mostrar sólo es una fachada agrietada, a la interacción entre Bel y Freddie, por la que ya merece la pena ver la serie.

‘The Hour’ no es una serie trascendental, por mucho que sus protagonistas representen un ideal de periodista íntegro que siempre va a en busca de la verdad y no se plega a los dictados políticos o comerciales de turno. Intenta mostrar un grupo de gente al que resulta interesante y entretenido seguir semana a semana, y eso lo consigue perfectamente. El misterio que Bel, Freddie y Hector tienen que resolver está mejor integrado con la trama que el del año pasado, aunque sea en ese aspecto donde más peros se lo pueden poner, y nunca es aburrido ver trabajar juntos a todos esos actores. ‘The Hour’ no se pasa de lista (aunque Freddie a veces sí lo haga, pero así es él), y no intenta enseñar ninguna lección a los espectadores. Crucemos los dedos para que la BBC decida continuar un año más con ella.

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