'Arthur y la venganza de Maltazard': el timo del siglo

Este viernes, día 19, se estrena ‘Arthur y la venganza de Maltazard’ (‘Arthur et la vengeance de Maltazard’), una película de Luc Besson, protagonizada por Freddie Highmore, Mia Farrow, Ronald Crawford y Robert Stanton. Se trata de la segunda parte de una saga que combina imagen real con animación. Nunca había dicho lo siguiente en una crítica, pero esta vez no lo puedo evitar: no vayan a ver esta película, no lleven a sus hijos a ver esta película. Es más: si los niños no quieren tomarse la sopa, amenácenlos con llevarlos a verla.

La primera entrega de la saga de ‘Arthur y los Minimoys’ no me convenció demasiado, pero la opinión que me ha merecido esta segunda película es harina de otro costal. Mi indignación proviene principalmente de que se trata de media película. Hemos visto ya muchas veces presentaciones de sagas, films que aspiran a vendernos un personaje para contarnos sus aventuras en las siguientes entregas y películas partidas en tres —el término «trilogía» no define exactamente eso, sino tres obras singulares que tienen algo en común, como la de ‘Tres colores’, de Kieslowski—; pero nunca se ha producido la sensación de, con perdón, coitus interruptus, que da este film. En las que suscito, aunque queden tramas pendientes de ser cerradas, siempre hay aspectos que se concluyen y se puede decir que poseen cierta independencia: contienen planteamiento, nudo y desenlace.


Pero ‘Arthur y la venganza de Maltazard’ es sólo el planteamiento. No hay nudo y no hay, por supuesto, desenlace. Cuando por fin se presenta el giro que daría comienzo a la historia, es decir, lo que siempre sucede sobre el minuto 15 ó 20, la película se acaba con un tráiler de la siguiente —por otro lado, ese giro no puede sorprender a nadie, ya que está descrito en el mismísimo título del film—. Parece que el recochineo es aún mayor si tenemos en cuenta que ésta ya era una segunda parte, es decir, que no hacía falta ni presentar la situación ni los personajes, pues ya se conocían.

Esta interrupción podría tolerarse si, a cambio, durante la presentación se hubiesen visto escenas tan divertidas o bien realizadas que, por sí mismas, supusiesen un motivo de disfrute. Pero no es así. Todo lo que se ve son momentos de relleno que, si desapareciesen, no impedirían la comprensión del argumento. Por ejemplo, todos los flashbacks explicativos, la escena en las calles del gueto, la preparación de los pasteles con la que se abre el film, etc… Me da la impresión de que Besson, que es antes un tipo listo y un productor con olfato que un gran director —salvo por excepciones—, no tenía previsto dividir esta película en dos mientras escribía el guión y que, una vez lo decidió, en lugar de reescribirlo con más contenido, lo que hizo fue ir inventando escenas que pudiesen alargar la duración hasta los 90 minutos. Por ello, se trata de la hora y media más vacía que he visto en mucho tiempo.

La parte que está realizada en imagen real posee más interés que la de animación. Por un lado, la ambientación de este mundo es colorida y bonita. Además, los actores son grandes intérpretes. El padre de Arthur, Robert Stanton, en versión original —el film está rodado en inglés—, hace bastante gracia y mantiene un parecido asombroso con el chaval. Mia Farrow actúa como siempre, con esa inocencia que le aporta encanto. De Freddie Highmore, el joven protagonista, ya he dicho en otras ocasiones que me parece un buen actor, claro que aquí su personaje es tan flojo que poco puede hacer.

El submundo de lo animado goza de un diseño menos agradecido: los muñecos no tienen rostros agradables y sus movimientos y ropa se decantan por una opción estética que no me agrada. La simpatía de Highmore se pierde al convertirlo en Minimoy, por mucho que se mantenga su voz. Los demás personajes animados son un desastre, especialmente la princesa: una niñata que no puede despertar empatía, pero que siquiera es tan idiota como para hacernos reír. Ni tan solo el antagonista, Maltazard, que podría ser el que tuviese fuerza como personaje, parece tan aterrador. Si se dedica tanto tiempo para hacer un planteamiento, por lo menos debería haber sido porque era necesario definir personajes complejos.

En conclusión, mi única recomendación sería esperar a que apareciese la siguiente entrega y verlas juntas. Incluso quizá se podría leer una sinopsis de ésta y pasar directamente a ‘Arthur y la guerra de los dos mundos’. En realidad, a quienes dirigiría yo una recomendación es a los de la distribuidora: les diría que, si bien en Francia este estreno ha tenido tirón, en el resto de los países deberían hacer un nuevo montaje con las dos películas juntas porque, si la presente frustra a los espectadores, la próxima va a llegar con muy mala prensa.

Mi puntuación:

Portada de Espinof