'Anacleto: Agente secreto', problemas familiares

El agente secreto Anacleto, a quien da vida un esforzado Imanol Arias, debe proteger a su torpón hijo de la amenaza de su archienemigo, que amenaza con revelarle al vigilante de seguridad temeroso y calmado, en plena ruptura sentimental, que su padre no es, como él creía, un carnicero si no un letal espía.

Esta adaptación del cómic de Vázquez sería graciosa si supiera qué clase de película quiere ser, pero los problemas de Anacleto son familiares y bastante clásicos, por otra parte. Ni siquiera Javier Ruiz Caldera parece tener demasiado claro qué clase de película es ésta.

Su registro, de ecos americanos, ya sea en el modelo de John Hughes que emplea en 'Promoción fantasma' (id, 2012) como en los ecos de 'Tres bodas de más' de la comedia post-Apatow no parece cómodo en un universo que, en imágenes, sigue teniendo a Javier Fesser como referente o articulador principal.

Hay dos momentos que sugieren una película bastante mejor o más interesante que 'Anacleto: agente secreto' (id, 2015) finalmente no es. El primero es el tino habitual con el que Caldera trata las relaciones sentimentales venidas a menos.

El hijo del espía está encarnado por un Quim Gutiérrez cuya aptitud para el timing cómico hace añorar mejores oportunidades. Y su relación con Alexandra Jiménez, basada en un estado de inmadurez permanente, parece venir de 'Tres bodas de más'.

Indefinición y sin nada que contar

Más adelante, Javier Ruiz Caldera parece cómodo con la premisa de la película que no porque el propio guión la haga autoconsciente - todos son anacronismos, en este caso a punto de extinguirse debido a los recortes - logra superar: una parodia de los tics del cine de espías y de acción en una época donde nadie los siente como relatos centrales de la cultura de masas.

Pero Caldera y los guionistas hallan un momento donde a propósito del suero de la verdad se da una gag largo y bien escrito que mezcla humor negro y surreal. Es la única notada inspirada en un conjunto monótono, aburrido y bastante lento.

Bien, en este sentido, Caldera opta por reciclar algún modal levemente americano pero su falta de convicción es desarmante. Tanto que Arias, cuyos talentos nunca sugieren a un héroe de acción cansado, o Carlos Areces, inusualmente poco divertido, tienen poco o casi nada que hacer.

Sin decidir qué tipo de película debe ser - a ratos parece una respuesta española al tipo de comedia de acción que ha popularizado Edgar Wright - la película parece deshilachada, desfasada y sin nada que contar. Lo que viniendo de un tebeo Bruguera - que solían ser leídos por niños, incluso yo mismo, por su derroche delicioso de imaginación y ritmo - no deja de ser paradójico y triste.

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