Andrei Tarkovski: 'Tempo di viaggio'

Si la segunda mitad de los años sesenta había sido terrible para Tarkovski, por todos los problemas derivados de su 'Andrei Rublev' ('Andrey Rublyov', 1966), mucho peor fueron los últimos años setenta. Al desastre del rodaje de 'Stalker' (id, 1979), que como ya hemos comentado hubo de ser filmada de nuevo casi por entero, se unieron los problemas de la representación de 'Hamlet' que estaba llevando a cabo en Moscú, y las presiones del Mosfilm y las autoridades soviéticas para terminar la nueva versión de 'Stalker'. Como resultado de todo ello, Tarkovski sufrió un ataque al corazón a los cuarenta y seis años que retrasó aún más ese rodaje. Por suerte, ya había conocido al guionista Tonino Guerra (habitual en la filmografía de Antonioni o Fellini) y empezó a rondarle por la cabeza la posibilidad de filmar un documental amateur a través de Italia, país cuyos festivales más importantes le instaban una y otra vez a que presentase allí sus películas. En 1979, con el proyecto sobre 'El idiota', de Dostoyevski, finalmente descartado, Tarkovski se fue a Italia con su amigo Guerra, y con una doble idea: filmar una película, pero grabar antes un documental para televisión sobre los preparativos de esa película.

Durante la grabación de ese material, según se sabe por su diario, Tarkovski supo de la excelente acogida de 'Stalker' en media Europa, y de la venta de 'El espejo' ('Zerkalo', 1975) a los distribuidores franceses por una elevadísima suma de dinero. Mientras, los ataques de sus colegas eran inmisericordes: le dijeron que era un enfermo psíquico, que les daba lástima porque debían cuidar de su salud, que no era ningún filósofo y ningún poeta para filmar un cine de esas características. No es de extrañar que, a esas alturas de su vida y con su salud mental y física cada vez más deteriorada, Tarkovski se plantease ya dejar su amada Rusia para siempre, a pesar de que probablemente tendría dificultades para ver a su familia si lo hacía. Pero, inasequible al desaliento, grabó y montó esta suerte de "making of", que es más bien un diario de localizaciones e inspiraciones, un documental de sesenta y tres minutos lleno de muchas cosas hermosas.

Desde luego, si lo peor que podía pasarle a Tarkovski era marcharse de su país, dada la gran cantidad de vínculos emocionales, culturales y artísticos que le unían a él, Italia era el país idóneo para su sensibilidad, un país al que también le unían vínculos estéticos y en el que él, a pesar del calor extremo de las temporadas de verano, se sentía bastante a gusto, animado por las sombras de Leonardo Da Vinci y por la luz del clima mediterráneo. La RAI le había ofrecido una colaboración con el Mosfilm, que se retiraría a última hora del proyecto, para filmar la película que él quisiera, siempre que la financiación fuera modesta. Otros países le habían ofrecido contratos similares, pero él no podía resistirse a la patria de Dante. El viaje intelectual, físico y creativo que muestra 'Tempo di viaggio' es esencial, imprescindible, no solamente para acceder con mayor profundidad en la que creo que es su obra maestra, 'Nostalgia' ('Nostalghia', 1983), también para entender un poco más a Tarkovski y a su inseparable Tonino Guerra, y para hacerse una idea de lo que supuso para el artista ruso la llegada a un país tan diferente al suyo.

Me parece sumamente interesante observar el modo en que Andrei busca una relación estética muy personal con el arte italiano, no dejándose llevar por academicismos de salón, preguntando y cuestionándolo todo, indagando acerca de cada escalinata, cada cuadro, cada obra arquitectónica, analizando cualquier aspecto que a él pueda ayudarle a establecer puentes entre Rusia e Italia, o lo que es lo mismo, entre lo occidental y lo oriental. Tarkovski y Guerra hablan y hablan, de arte y de cine, bromean, se desesperan, hacen afirmaciones, y luego pierden de nuevo el rumbo. En un momento dado, el director encuentra el cuadro 'Virgen del parto', uno de los frescos más importantes del pintor renacentista italiano Piero della Francesca. Por su colorido casi árabe, por su hieratismo, Andrei se sintió muy conmovido por esta obra, e identificado con el propio pintor, que fue un gran maestro en el uso de la perspectiva y estuvo obsesionado con las propiedades del plano y del espacio tridimensional, como el mismo Andrei.

Otros son momentos muy bellos, como cuando Andrei habla sobre cierta habitación descubierta casi por casualidad, en la que la luz de la mañana va entrando con una determinada cadencia y cualidad, lo que al cineasta le hace sentir, según sus propias palabras, muy mal, y que para él fue esencial a la hora de descubrir el estado anímico de su personaje protagonista, el poeta errante que a fin de cuentas es una versión del propio Andrei. Filmando casi todos los episodios gracias a dos cámaras, que a veces resultan serenamente contemplativas y otras no tienen miedo de moverse en veloces panorámicas, Tarkovski, que comparte créditos de dirección con el propio Guerra, parece llevar a cabo un doble ejercicio estético: por un lado, se aleja de las constantes de su propio cine de ficción para filmar a un estilo documental alejado de lo que cabría esperar de él, con un estilo despojado, casi feista o de apariencia tosca que en el fondo esconde una gran estilización; por otro, ensaya las perspectivas, las fugas y los cuidadísimos contracampos (o saltos de eje) que van a funcionar como andamiaje narrativo de su filme 'Nostalgia'.

Los sesenta y tres minutos que dura 'Tempo di viaggio' fueron montados varias veces por el director, que no encontraba la forma de proponer una estructura fluida y orgánica. Le costó, pero consiguió hallarla y los jefes de la RAI vieron un material con el que quedaron muy complacidos. Poco imaginaban, claro, que esta pequeña joya sería la primera parte de una apócrifa trilogía con motivo de la muerte del cineasta. En 1987 su amigo Aleksandr Sokurov presentaría 'Elegía de Moscú' ('Moskovskaya elegiya'), que es un sentido y doloroso homenaje a su amigo Tarkovski, y en el año 2000 Chris Marker presenta 'Une Journée d'Andrei Arsenevich', en la que se muestran los últimos días de Tarkovski huyendo de todo sentimentalismo. Las tres películas forman un extraño todo, tres capítulos con un mismo tema, que pueden verse seguidas como una lírica despedida a un autor tan especial.

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