'Avatar' es otra más


“No sé si será una gran película, desde el punto de vista narrativo o crítico. Pero sí que la experiencia de ‘Avatar’ será diferente a todo lo que se ha visto antes”.

James Cameron (20-05-2008)

Por fin llegó ‘Avatar’. Como era de esperar, lo nuevo de James Cameron, anunciado incesantemente por todos los medios como la revolución del cine, está siendo un rotundo éxito de taquilla. La proyectan en todas partes, incluso en salas 2D cuando la película está pensada y fabricada para verla en 3D; hay videojuegos, carteles y muñecos en las tiendas… el rostro azulado de los na´vi nos observa desde incontables lugares. Casi podría decirse que estamos obligados a ver la película. Casi, porque lo cierto es que muchos de nosotros, independientemente de lo mucho o lo poco que vayamos al cine, estábamos deseando que el 18 de diciembre llegara cuanto antes, porque no todos los días se estrena una película de James Cameron.

Doce años ha tardado el realizador en volver a tener lista una película. Tras arrasar con ‘Titanic’, y después de tanto tiempo de preparación (es de sobra conocido que Cameron no pudo rodar ‘Avatar’ hasta que la tecnología no avanzó lo suficiente), el nuevo trabajo del director de ‘Terminator’ iba a ser en cualquier caso un gran acontecimiento. Pero el autoproclamado “rey del mundo” no iba a salir de su cueva para presentar cualquier cosa. Debía ser lo máximo, algo nunca visto. Así es como se empezó a vender ‘Avatar’, como una película que cambiaría la Historia del Cine, algo que afectaría al público de una forma inaudita. Ingenuamente, muchos nos lo creímos, dicho por Cameron, Spielberg, Peter Jackson y algunos más. En este sentido, no me extraña que más de uno hable de la mayor decepción, no del año sino de la década.

No, yo no lo veo así. No me sitúo ni entre los que creen haber visto una rotunda maravilla, ni entre los que consideran que es una gran tomadura de pelo. Dejando a un lado al público que apenas ha visto un puñado de películas en su vida, o al que por edad está demasiado condicionado a dar una determinada valoración al film (es evidente que los chavales “fliparán”, mientras que los más mayores se perderán nada más empezar), podría entenderse que la aparente polarización de opiniones en torno a ‘Avatar’ es un indicador de que estamos ante una película de difícil acceso, que separa al público según haya conseguido conectar con la narración de Cameron. Sería una conclusión errónea, muy alejada de la realidad. En primer lugar, porque esta película es de una gran simpleza, a veces sonrojante, cualquier chaval adolescente la puede consumir y comprender sin problemas, e incluso sería capaz de destapar muchos errores.

Pero es que, de hecho, no hago más que leer y oír opiniones que, como la mía, se alejan del desmedido entusiasmo por la película, así como de la visión más negativa y ciega, de los que no son capaces de tener en cuenta los muchos aciertos del arriesgado y encomiable trabajo orquestado por Cameron. En cualquier caso, no me parece una buena señal descubrir que cuanto más tiempo pasa, y sólo ha transcurrido una semana, se hable más de cifra que de la calidad de la película. Pasando por encima del debate en torno a los blockbusters y los efectos especiales, porque a mí me parece que es perder el tiempo (una buena película no tiene nada que ver con el presupuesto o el uso de los ordenadores, sino con la narración de la historia), está claro que los avances tecnológicos mostrados en ‘Avatar’ sí marcan un antes y un después, sí afectarán a la manera en que veamos el resto de películas, de ahora en adelante. Nunca antes habíamos visto un personaje generado por ordenador que resultara más realista que Neytiri, y esto es fundamental, porque, bien empleado, puede dar grandes alegrías al séptimo arte.

Por supuesto, que ‘Avatar’ va a cambiar nuestra manera de ver el cine es una afirmación exagerada, puro marketing al que se ha subido Cameron para vender su carísimo nuevo juguete a todo el mundo. Lo único que cambiará será que a partir de ahora seremos más exigentes con los efectos especiales de determinado tipo de películas, de los blockbusters y las películas de acción y ciencia ficción. Cameron ha puesto el listón donde nunca antes lo había puesto nadie, y eso afectará a nuestra manera de ver el tipo de cine que se suele hacer en Hollywood, que tendrá que usar la más novedosa tecnología para que el público considere que merece la pena pagar lo que vale la entrada. Nada más, no vamos a dejar de ver comedias porque no sean en 3D estereoscópico. Lo que sí altera, y quizá aquí esté la verdadera razón de todo esto, es a la piratería, porque ahora mismo es imposible ver ‘Avatar’, como hay que verla, en 3D, sin ir al cine. Por eso se frotan las manos, pero a ver cuánto les dura, sin cansar al público.

“Al final, la reacción de los espectadores a ‘Avatar’ no va a ser sobre la tecnología, va a ser sobre los personajes y la historia que ha creado James”.

Jon Landau, productor.

Jon Landau, como el resto de participantes en esta megaproducción, tenía la intención de seguir generando mayor expectación sobre lo que nos iba a contar James Cameron. Si os fijáis, lo que hace es contradecir en cierto modo la otra cita, la del director, que quiso centrar más la mirada en la “experiencia” del público con los nuevos avances y el 3D. En realidad, no creo que a la película le convenga que se debata sobre la historia y los personajes del guión de Cameron, como pensaba el productor. Precisamente ahí es donde más pierde ‘Avatar’. Como decíamos antes, es demasiado simple. Nada más empezar, superado el efecto sorpresa, el impresionante 3D, te das cuenta que la película está llena de tópicos y de recursos que hemos visto en incontables ocasiones; que puedes adelantarte fácilmente a lo que va a ocurrir, y que los personajes carecen de complejidad, son de una forma o de otra, blancos o negros (o azules), pero no grises. Cameron nunca se ha caracterizado por elaborar grandes guiones, no es su fuerte, y esto se nota muchísimo en ‘Avatar’.

Cameron se ha convertido, desde hace un tiempo, en un director muy sobrevalorado. Nadie discute sus aportaciones tecnológicas, su gran imaginación o su fantástica visión para las secuencias de acción (su mayor talento, y lo que lo hace necesario hoy más que nunca), pero no tenemos más que echar un vistazo a su filmografía para descubrir que es mucho más modesta de lo que debería ser, para considerarlo como uno de los grandes del cine. La única película que considero que podría tratarse como magistral es ‘Terminator’, que data ya de 1984, por su increíble capacidad para sorprender, inquietar y entretener con sus limitados recursos. Sobre el resto, podemos decir que son divertidas, espectaculares, pero no obras de arte. En ‘Avatar’ volvemos a encontrar los mismos aciertos y los mismos defectos de las realizaciones de este director: técnicamente impecable, secuencias de acción que quitan el hipo, historia simplona y previsible, personajes sin profundidad.

Lo mejor que se puede decir de ‘Avatar’ es que, como señalaba Cameron, ofrece una experiencia visual nueva, un gran espectáculo de acción y efectos especiales que merece totalmente el precio de la entrada; por el contrario, lo peor es que, como película, ‘Avatar’ no aporta nada nuevo, y conforme pasa el tiempo te va dando igual lo realista que son los na´vi o que Pandora parezca real (aunque la fauna y la flora sean un tanto inverosímiles), pero no que la historia es bastante infantil, o que hay momentos y elementos que te sacan de la película (la rapidez con la que Jake se integra en el clan, la casi indestructibilidad del Coronel Quaritch, o lo inútil de la información de Jake, cuando bombardear el árbol era de lo más sencillo). Pero tampoco conviene, como dije antes, dejarse llevar por el camino fácil de tirar por tierra ‘Avatar’, centrando la crítica en la simpleza de los personajes o en los parecidos con la leyenda de Pocahontas. Porque hay en la película mucho más que eso, hay grandes secuencias planificadas por el que posiblemente sea el más experto realizador de cine de acción. Y pese a todo, es imposible no emocionarse con la destrucción de la (falsa) naturaleza que llevan a cabo los humanos, representada en esa preciosa imagen del caballo ardiendo.

Antes de acabar, quiero destacar lo que para mí es uno de las mayores errores de la película: la banda sonora de James Horner. Se ha dicho que la superbatalla de ‘Avatar’ supera con creces la de ‘El retorno del rey’; yo no iría tan lejos, sí creo que deja en ridículo todo lo que ha hecho Robert Zemeckis hasta ahora en animación, pero la parte final de la tercera película de ‘El señor de los anillos’ es mucho más que una lucha entre dos ejércitos. En todo caso, Horner le hace un flaco favor a la película, especialmente en el que debería ser uno de los momentos más emocionantes, cuando se produce (no quiero desvelar nada) un giro en medio del combate. Entonces, suena una musiquilla alegre que sería más apropiada para ‘Bambi’ o ‘El doctor Dolittle’, y no para lo que sucede en la pantalla; habría sido necesario un tema más potente, o quizá bajar mucho la música para que sólo se oyeran los ruidos, los gritos y los golpes. A mí me sacó de la acción, y creo que estropea la mejor secuencia de la película, posiblemente una de las veinte mejores que se han estrenado este año.

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