Ciencia-ficción: 'Cocoon', de Ron Howard

Reitero las mismas palabras con las que ayer a primera hora abríamos jornada en Blogdecine: la muerte accidental de James Horner debido a un accidente de avión ha sido un MAZAZO para aquellos que llevábamos más de treinta años escuchando su música y disfrutando, en unas ocasiones más que en otras —todo hay que decirlo—, con su maravillosa manera de escribir partituras y la inmensa sensibilidad que siempre tuvo para la vertiente más lírica de las cintas con las que le tocaba lidiar, algo que queda patente, por poner un ejemplo, con éste sublime motivo.

Una mañana la de ayer en la que el sentimiento que se impuso fue la honda emoción que acompañaba a ir recordando tema tras tema el asombroso legado de un compositor que para siempre vivirá en la memoria de todos aquellos millones de espectadores que alguna vez sintieron ese algo más muchas veces injustamente invisible que aporta la música al arte de narrar historias en imágenes en movimiento. Una mañana en la que el tweet de Ron Howard y el obligado paso por su soberbio tema final provocaba que adelante unas semanas la aparición en este ciclo de ciencia-ficción de 'Cocoon' (id, Ron Howard, 1985).

Un filme valiente

Si hay algo que desde que la viera por primera vez en el cine hace ahora casi treinta años —lo hará el próximo octubre— siempre me ha sorprendido de 'Cocoon' es que, contando con el severo handicap que debería haber supuesto el venir interpretada por un elenco de viejas glorias, la cinta supiera captar la atención entonces del chaval de diez años que alucinó con su vertiente fantástica y aceptó de buena gana el que la mayor parte del metraje lidiara con temas como la tercera edad y la mortalidad que tan ajenos eran a un niño.

Vista hoy, tres décadas más tarde y peinando ya innumerables canas, 'Cocoon' sorprende por conservar incólumes sus cualidades aunque albergue algún que otro momento de esos de estética ochentera a los que de cierto reparo acercarse —la escena en la discoteca—. Dejando éstos de lado, la forma en la que Howard y el guionista Tom Benedek abordan la vida en el ocaso de la vida es de una sensibilidad muy cercana y familiar que, paradójicamente, evita en lo posible caer en la sensiblería de lágrima fácil; algo muy sencillo dado el material que tenían entre manos.

Si dicha sensibilidad reside tanto en la labor de Howard como, por supuesto, en la maravillosa partitura de Horner, la familiaridad a la que hago referencia es responsabilidad exclusiva de Don Ameche —Oscar al Mejor Secundario—, Hume Croyn, Jessica Tandy, Wilford Brimley, Jack Gilford y Maureen Stapleton. Y lo es porque, tanto entonces como ahora, todos y cada uno de ellos —y el resto de veteranos actores que aparecen en pantalla— encarnan sus papeles con una mezcla de enorme simpatía, talante cascarrabias e inconmesurable ternura que conseguía que no costara ningún trabajo imaginarlos como nuestros propios abuelos.

A que dicha identificación arraigara aún más ayudaba la casi testimonial presencia de Barret Oliver, ese niño con el que la chavalería de la época había viajado el año anterior al mundo de Fantasía y que ese mismo 1985 se lo pasaría bomba con sus aventuras como robot: la inclusión de Oliver y la adición del siempre simpático Steve Guttenberg completaban un reparto al que ninguna objeción cabía poner entonces, y ninguna se ha podido interponer en las muchas veces que se ha revisado el filme en los lustros que siguieron a su estreno.

'Cocoon', extraterrestre amables

Fuertemente enraizada en la corriente de ciencia-ficción con extraterrestres amables que tuvo su punto de inflexión fundamental con 'Encuentros en la tercera fase' ('Close Encounters of the Third Kind', Steven Spielberg, 1977), las mayores referencias del género que podemos encontrar en 'Cocoon' caben ser rastreadas, no obstante, en otro filme de Spielberg. Nos referimos, cómo no, a 'E.T, el extraterrestre' ('E.T. The Extraterrestrial', Steven Spielberg, 1982), esa maravilla del séptimo arte que nos había arrancado —y nos sigue arrancando— lágrimas a moco tendido tres años antes y con cuya conclusión guarda no pocas concomitancias el filme de Howard.

Firmando la cinta con su habitual eficacia —y arrastrando, eso sí, la impersonalidad que caracterizó sus primeros pasos en el cine— Howard vuelca la práctica totalidad de lo bien que funciona todo ese clímax en el trabajo de un equipo de efectos visuales que se alzó con un más que merecido Oscar y, lo apuntaba más arriba, en un arrebatador tema compuesto por un James Horner que rubricaba aquí un trabajo sólido que completa con precisión la historia de rejuvenecimiento de unos ancianos gracias al encuentro con unos extraterrestres y que tiene en el 'Ascension' que acompaña la conclusión, uno de los mejores cortes que el músico compuso a lo largo de su extensa trayectoria.

Sorprendente éxito de recaudación que logró colocarse entre los cinco filmes más taquilleros de 1985, 'Cocoon' conocería tres años después una secuela que, con el mismo reparto pero diferente realizador, intentaba sin conseguirlo sacar tajada a otro de esos títulos que forman parte imborrable de la formación cinematográfica de una generación que creció bajo el auspicio de unos años asombrosos en los que se daba suma relevancia a algo que hoy ha empezado a descuidarse sobremanera: la música.

El trabajo que en este campo realizaron durante los ochenta nombres como James Horner, Jerry Goldsmith, John Williams, Elmer Bernstein, Basil Poledouris, Alan Silvestri, Bruce Broughton y Michael Kamen es, sin lugar a dudas, el más rico de la historia del séptimo arte. Que de ésta reducida lista ya sólo queden con vida tres nombres, uno de esos detalles que le hace a uno muy consciente tanto de lo fugaz de nuestra existencia como de que, por lo menos en lo que a música de cine respecta, cualquier tiempo pasado fue mejor.

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