Ciencia-ficción: 'La cosa', de John Carpenter

Me tomo siempre a la tremenda cualquier fracaso. Pero el que me afectó más fue el de 'La cosa'. Mi carrera habría sido muy diferente si la película hubiera sido un gran éxito...pero fue odiada. Incluso por los fans de la ciencia-ficción. Pensaron que había traicionado alguna clase de confianza y los envites fueron demenciales. Hasta el director de la cinta original, Christian Nyby, se aprestó a humillarme. (John Carpenter)

Que una cinta tan sólida, soberbia y excelsa como 'La cosa' ('The Thing', John Carpenter, 1982) no tuviera el éxito que se merecía en el momento de su estreno hace treinta y tres años es algo que, visto hoy desde la distancia, resulta más inexplicable que nunca. De acuerdo, a tal efecto se pueden aludir razones de peso que orbitan en torno a otras dos producciones de ciencia-ficción que el mismo año, bien barrieron la taquilla, bien se convirtieron en objeto de adoración desaforada por parte de los amantes del género.

Pero ni una ni otra terminan de justificar, al menos a ojos del que esto suscribe, que la revisitación por parte de Carpenter del 'Who Goes There?' de John W. Campbell que ya había sido objeto de magnífica aunque libre traslación cinematográfica en 'El enigma...de otro mundo' ('The Thing from Another World', Christian Niby y Howard Hawks, 1951) sufriera una suerte tan desigual tanto en taquilla —recaudando poco más de lo invertido— como por parte de un público y una crítica que no quiso o no supo ver que se encontraban ante el que, probablemente, es el MEJOR filme de la trayectoria del estadounidense.

Los hombres de Hawks

Como ya dije en su momento allá por agosto de 2013, a la hora de dirimir entre quien había sido el responsable directo de la filmación de 'El enigma...de otro mundo', uno de los argumentos de peso que decantaban la balanza hacia Howard Hawks era el hecho de que la cinta, consideraciones de género aparte, se ajustaba con precisión a los patrones del muy estudiado "grupo Hawksiano", una agregación masculina que aparece, de una forma u otra, en la práctica totalidad de la filmografía del mítico cineasta.

Y en esta doble reimplementación del relato y la cinta originales que ejecutaba John Carpenter, la mayor concesión que el director y el guionista Bill Lancaster —hijo de Burt Lancaster— hacen a la forma en la que la ciencia-ficción cinematográfica de treinta años atrás miraba el texto primigenio es, sin duda alguna, el que todo el reparto sea masculino —algo presente en el texto de Campbell— y, por supuesto, se adhiera de forma inequívoca a los citados esquemas que hacían funcionar los westerns de Hawks.

Tanto es así, que de no ser por el entorno polar y por la componente de sci-fi, bien podríamos estar aquí hablando de una película de "convoys" acerca de un grupo de héroes entre los que se infiltra un traidor que va acabando uno a uno con los doce negritos encabezados por un fantástico Kurt Russell en la que suponía su segunda colaboración con Carpenter tras '1997. Rescate en Nueva York' ('Escape from New York', 1980).

Rodeado de un elenco sólido de entre el que destacan por derecho propio los tres actores más veteranos —Wilford Brimley, Donald Moffat y el recientemente fallecido Richard Dysart—, Russell construye aquí un personaje que no dista mucho del Snake Plissken que había encarnado dos años antes a las órdenes de Carpenter y que, rebajando algo el nivel de chulería de aquél, se termina situando a medio camino entre el ex-militar de parche en el ojo y el caradura irredento que será el Jack Burton de 'Golpe en la pequeña China' ('Big Trouble in Little China', 1986).

Pesadillas a lo Bottin

Asumiendo que lo mencionado en los párrafos anteriores no es más que una consecuencia lógica de lo mucho que el libreto de Lancaster se acerca al texto original, donde 'La cosa' se aparta de forma radical de su predecesora cinematográfica y se establece en términos mucho más efectivos que aquella es en lo que concierne a cómo se visualiza en su metraje los modos en que la criatura extraterrestres va tomando las formas de los habitantes de la estación estadounidense en la que se desarrolla la acción.

Y aquí sólo podemos aplaudir hasta dejarnos desolladas las manos a la decisión de los responsables del filme de contar con el legendario Rob Bottin para diseñar y construir las pesadillescas criaturas que van trufando los ciento nueve minutos de metraje que completan este intenso filme: cualquiera que lo haya visto alguna vez seguro que guarda en su memoria como un pequeño tesoro las muchas ocasiones en que la maestría tras el objetivo de Carpenter a la hora de rodar el terror se mezcla con la artesanía de Bottin para dar lugar a las mejores escenas de la película.

Tan espectaculares son todas que, situado en el brete de tener que elegir una de ellas, lo tendría bastante difícil por más que la que siempre anhelo que llegue cuando reviso por enésima vez el filme es aquella que da comienzo con Copper, el personaje encarnado por Richard Dysart, intentando reanimar a uno de sus compañeros con unas palas desfibriladoras. Lo que sucede durante los cinco minutos siguientes no se puede describir, hay que verlo para dar cuenta de lo que podía conseguirse hace tres décadas sin efectos digitales.

'La cosa', el mejor Carpenter

Tras esa breve escena inicial que, cuatro años después, sería ¿homenajeada? por John McTiernan en 'Depredador' ('Predator', 1986), lo que 'La cosa' ofrece de principio a fin es un recital de maestría por parte de Carpenter ante el que sólo cabe quitarse el sombrero: la tensión que el cineasta construye sin cesar desde esa persecución al malamute con la que arranca realmente la acción —persecución puntualizada por lo inquietante de la música electrónica compuesta por Ennio Morricone y algún añadido del propio director y Alan Howarth— hasta su nihilista conclusión es, sin lugar a dudas, un hito indiscutible de su trayectoria.

Tanto que, a la hora de valorar todo lo que el filme pone en jaque, no queda más remedio que terminar aseverando que 'La cosa' es la cumbre del cine del realizador estadounidense —y esto lo dice alguien que cada vez que vuelve a ver 'En la boca del miedo' ('In the Mouth of Madness', 1994) se queda más boquiabierto—. Y lo es por motivos que atañen a todo lo que hasta ahora hemos expuesto y, sobre todo, a la milimétrica precisión y el preciso pulso con el que Carpenter caracteriza un conjunto puntualizado por la soberbia fotografía de Dean Cundey y el fantástico uso del formato panorámico con la que el realizador compone cada fotograma.

Trasladando en dicho esfuerzo todas las fortalezas del guión de Lancaster, Carpenter logra además crear un filme que se aparta de forma radical de las lecturas paranoicas de la cinta de los años cincuenta y que huye de centrar su discurso en el creciente clima de desconfianza que la presencia de la entidad extraterrestre genera en la estación polar. En su lugar, y con una sobriedad extrema, el director dirige una aventura asombrosa que, momentos de alucine debido al trabajo de Bottin al margen, tiene escenas que hablan por sí solas del enorme talento del responsable de 'La noche de Halloween' ('Halloween', 1978).

Destacando entre ellas aquella que describe las pesquisas de Blair sobre el devastador potencial de la criatura si ésta llegase a la civilización, la tensión creciente que dimana de la que muestra a McReady probando si la sangre de sus compañeros reacciona al calor de un filamento al rojo o, de nuevo, esos minutos finales que huyen al galope de un happy ending que, rodado y nunca exhibido —a este respecto cabe destacar la conclusión alternativa que ofrecía la versión re-editada emitida por televisión—, hubiera arruinado un filme perfecto que no ha envejecido ni un ápice por más que nos separen de el casi siete lustros.

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