Ciencia-ficción: 'The Illustrated Man', de Jack Smight

Aunque no alcance el estatus personal de obra de cabecera que si tiene esa maravilla suya de la ciencia-ficción llamada 'Crónicas marcianas', lo cierto es que 'El hombre ilustrado' es un asombroso ejemplo de lo que las capacidades de Ray Bradbury llegaban a alcanzar en el género que es objeto de este ciclo. Un ciclo que con la adaptación que Jack Smight realizara en 1969 sobre esa novela hilvanada a través de relatos cortos firmada por el literato estadounidense llega a la conclusión de la década de los sesenta con una producción sobre la que lo más revelador que se puede afirmar es su incuestionable carácter precursor —o prefigurador, si así se prefiere— de lo que el cine sci-fi comenzará a ofrecernos trascendidos los dos lustros sesenteros.

En la concreción cinematográfica de tal afirmación llega como primer auxilio la nihilista mirada hacia la raza humana que ofrece la cinta a través de sus diferentes segmentos, derivada de la cínica mirada sobre la naturaleza y condición de nuestra especie con la que Bradbury había caracterizado los relatos dos décadas antes. Con el autor fuera de la ecuación tras haber vendido los derechos sobre el libro dos años atrás y desentenderse de la producción, fue decisión de Smight tanto la elección de tres de los dieciocho relatos que terminarían apareciendo en el filme como el mantener la forma en la que la recopilación de los mismos quedaba vertebrada por el autor a través de la enigmática figura de ese hombre con el cuerpo plagado de 'ilustraciones sobre piel', que no tatuajes.

Afortunadamente, el carácter episódico que podría haber comportado la estructura de la cinta al fusionar narraciones que nada tienen que ver entre sí, queda diluido gracias a la labor de un director y a la de un guionista/productor que se esfuerzan por adoptar un semblante de unidad a la hora de abordar el trabajo que tienen por delante, aunque no lleguen a conseguirlo de forma plena. En lo que respecta a Smight, un nombre del que volveremos a hablar en este mismo espacio de cara a la década de los setenta, el responsable de 'La batalla de Midway' ('Midway', 1976) otorga aquí el mismo acabado frío y distante ya a la parte de la cinta que transcurre en la "realidad" como a aquella que sucede en ese posible futuro que se lee en el cuerpo de Rod Steiger, una frialdad a la que no son ajenos ni la fotografía de Philip H. Lathrop, ni el diseño de producción, tan minimalista como eficaz ni, por supuesto, la extraña partitura de Jerry Goldsmith, con un tema principal espléndido y un desarrollo tan peculiar como lo es el filme.

El libreto, que conjuga de forma precisa el tiempo que el espectador pasa con los personajes de Carl, Felicia y Willie —un insoportable Steiger, una comedida Claire Bloom y un correcto Robert Drive— con sus diversas contrapartidas futuras, saca partido tanto de la intriga de saber si el protagonista logrará el objetivo de encontrar a aquella mujer que le dibujó por completo el cuerpo dejando sólo un hueco en la espalda, como de las que se desarrollan en cada uno de los tres relatos cortos a través de los que se nos ofrece una mirada escéptica y en ocasiones desoladora acerca del hombre. Y aunque para ello la adaptación de Howard B.Kreitsek tenga que alterar el final de uno de dichos relatos, para hacerlo más demoledor de lo que ya es en la obra de Bradbury, el espíritu de lo que el escritor ponía en pie se mantiene prácticamente incólumne en todo momento tanto para lo bueno como para lo malo.

Y si en lo negativo cabría destacar el poco cohesionado discurso que en última instancia se deriva de la cinta y la clara impresión de que podría haber funcionado mejor, en lo positivo está el que los últimos momentos del metraje —que plasman el epílogo del libro— respeten al máximo las intenciones de Bradbury, no aportando un pleno carácter de cierre al relato y constituyéndose, más que en un punto y final, en un punto y seguido, quién sabe si con la esperanza de que, a través de un éxito de público y crítica que nunca llegó, haber accedido a la opción de rodar ulteriores entregas de la película que se hubieran acercado al resto de las historias que componen el volumen.

Sea como fuere, afirmaba algo más arriba que 'The Illustrated Man' es un título peculiar. Y dentro de esa peculiaridad podríamos incluir la constante sensación que tiene el espectador de estar asistiendo a algo que parece salido de una ensoñación, una percepción aumentada por el etéreo y casual carácter que adopta la cinta durante su transcurso y que, en última instancia, termina por restar cierta efectividad, que no toda, a un filme que, eso sí, no deja de ser un perfecto ejemplo de los primeros pasos llamados a configurar lo que el género nos deparará durante esa extraña década que fueron los años setenta.

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