Cine de psicópatas: 'The Sadist', oportunista y fallida

Los años 60 y 70 del siglo pasado fueron bastante productivos para el cine de psicópatas de Estados Unidos, ya fuera con acercamientos más dramáticos, relatos malsanos enclavados en la América profunda, imitaciones más o menos convincentes de la obra de Alfred Hitchcock o las locuras que surgieron a raíz de la creación del cine gore en 1963 con la absurda ‘Blood Feast’ (id, Herschell Gordon Lewis). También fue una época en la que aumentó el interés del séptimo arte por abordar la figura de asesinos reales, estando aún muy reciente las matanzas de Charles Starkweather.

Starkweather cometió su primer asesinato en 1957, pero fue a principios de 1958 cuando acabó con el grueso de sus víctimas en compañía de su novia Caril Ann Fugate, quien apenas contaba con catorce años de edad por aquel entonces. Finalmente apresados, él fue ejecutado en junio de 1959, mientras que ella, sobre la que nunca se sabrá exactamente hasta qué punto ayudó a Starkweather en sus fechorías, fue encarcelada y liberada en 1976. El caso sirvió como inspiración para cintas posteriores como ‘Malas tierras’ (‘Badlands’, Terrence Malick, 1973) o ‘Asesinos natos’ (‘Natural Born Killers’, Oliver Stone, 1994), pero fue ‘The Sadist’ (id, James Landis, 1963) la primera película que se inspiró —muy levemente— en ello, aunque con resultados, eso sí, no demasiado brillantes.

Enchufismos, favores y mucho oportunismo

Arch Hall Jr. ha ejercido a lo largo de su vida como escritor, cantante, aviador y actor, pero, como es obvio, lo que ahora más nos interesa es esa última faceta suya. Hall Jr. apenas participó como actor en siete películas, rodadas todas ellas entre 1961 y 1965. El otro elemento en común que comparten es que todas están producidas por su padre Arch Hall Sr., quien también dirigió una de ellas —‘Eegah’ (id, 1962), uno de los primeros papeles de Richard Kiel, quien gozaría de cierta fama años después al ser el Tiburón de la saga Bond—.

Hay otras curiosidades bastante importantes en la carrera de Hall Jr., ya que sus tres últimos trabajos estuvieron dirigidos por James Landis, realizador de corta carrera que se retiraría apenas tres años después de su última colaboración con los Hall. También es reseñable que diesen su primera oportunidad a Ray Dennis Steckler, un hoy algo olvidado director que consiguió hacerse un hueco en Hollywood rodando películas con un presupuesto inexistente —pero inexistente de verdad— que se aprovechaban de la moda del momento, es decir, primero violencia, luego sexo y más tarde una conjunción de ambas.

Con este panorama y el hecho de que en cada película iban probando con historias completamente diferentes —trogloditas, indios y vaqueros, un complot ruso para acabar con Estados Unidos usando un conejo portador de un virus mortal, etc.— a ver si alguna vez sonaba la flauta por casualidad. Sin embargo, el dinero era escaso, por lo que abordar de forma directa el caso de Starkweather y su novia se antojaba imposible, tanto por los derechos que tuvieran que pagar como por el simple hecho de la necesidad que eso crearía de contar con un amplio abanico de escenarios. Y es que ‘The Sadist’ es una película que se asemeja mucho a lo que en televisión se conoce como bottle episode.

El cargante y odioso psicópata

Sin tener ni mucho menos un rostro similar, el parecido entre Arch Hall Jr. y Charles Starkweather sí es lo suficientemente razonable como para pensar que los responsables de ‘The Sadist’ se documentasen un poco —el acceso a las bibliotecas es gratuito— entre los casos reales más célebres de los últimos años y se decantasen por ése para que así fuese un poco más sencilla la necesidad de engatusar al público ante lo que se le venía encima. Siendo justo, Hall Jr. realmente tiene cara de loco homicida y su mirada es muy expresiva en lo referente a sus aviesas intenciones, pero ahí se acaba lo positivo que puede aportar como pistolero desquiciado.

El gran recurso de Hall Jr. no es intentar que su personaje infunda temor, sino resultar un demente pesado cuya ridícula necesidad incluso queda en evidencia por parte del propio guión. ¿Si nunca ha tenido problemas para que algún coche los recoja, qué necesidad hay de estar allí parados esperando a que alguien pueda arreglar su vehículo y ralentizar la ejecución de sus más que seguras víctimas para que pongan solución al fallo del coche? James Landis hace lo que puede por extraer sadismo y mala uva de Hall Jr. —ese momento en el que impone una limitación temporal para arreglar el coche o usará su pistola—, pero éste mantiene su actuación monocorde y de la amenaza pronto pasamos a lo cargante.

Eso sí, no tendría problemas en decir que la actuación de Hall Jr. quizá hasta sea la más digna de mención, ya que los otros cuatro principales protagonistas no podrían resultar más anodinos. Es lógico que todos ellos tuviesen una carrera corta con la salvedad de Richard Alden, cuya correcta presencia física —aunque sin ninguna dote dramática reseñable— le permitió ir consiguiendo pequeños papeles en varias producciones televisivas. El resto seguramente fuesen conocidos de Hall Jr., ya que Helen Hovey no participó en ninguna otra película —y no es de extrañar viendo la pena que da cuando tiene que recurrir al sollozo—, Don Russel, aburrido dando vida al típico hombre medio que es mero relleno en ‘The Sadist’, sólo participó en otra y Judy Bradshaw en otras dos, una de ellas también junto a Hall Jr.

Es en su limitada escenografía donde se encuentran los detalles más interesantes de la película, puesto que Landis hace una correcta labor de puesta en escena para incidir en lo aislado de la situación de los protagonistas, lo cual aumenta la sensación de agobio sobre las salvajadas que Hall Jr. pueda cometer. El hecho de haber podido contar con Vilmos Zsigmond como director de fotografía —es el único que realmente salió adelante de estas producciones de Hall Sr.— en uno de sus primeros trabajos también se nota, pues consigue elevar aún más los esfuerzos de Landis.

Por desgracia, las discretas capacidades del reparto y el olvidable guión del propio Landis, donde no hay espacio para incidir mínimamente en sus motivaciones y prácticamente fomenta una aproximación caricaturesca al rol del psicópata —por no mencionar que reduce a Bradshaw al rol de mujer tonta con pistola que ría las gracias y baila sin ton ni son para su demente pareja— por parte de su protagonista.

Con todo, ‘The Sadist’ está lejos de ser una de las peores aproximaciones a la figura del psicópata, pero si es demasiado hueca y fracasa con estrépito en todos sus intentos de convertir de Arch Hall Jr. en una estrella de cine, algo que tanto él como su padre aún tardarían un poco más en asumir.

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