Cine en el salón. 'Hannibal, el origen del mal', la demolición de un mito

Poco podía imaginarse Thomas Harris allá por 1981 que un personaje creado como secundario para una novelucha policíaca de tres al cuarto llegaría a ser encumbrado como el mejor villano de la historia del cine. Para aquellos que hayan estado hibernando los últimos veinte años, aquella novela era 'El dragón rojo', y su secundario, Hannibal Lecter. La primera adaptación cinematográfica de dicha novela sería llevada al cine por el (hoy) afamado Michael Mann y su suerte en la taquilla sería la misma que la de la novela: 'Hunter' (id, 1986) obtenía unos resultados paupérrimos y quedaba relegada a un olvido más que justificado —como curiosidad, más que conocida, comentar que en el papel de Graham, el agente del FBI protagonista encontramos a William Petersen, el Grissom de 'CSI', mientras que Lecter venía encarnado por el gran Brian Cox—.

Siete años después de la publicación de la novela, y dos después de que 'Hunter' se estrenara en las pantallas, Harris publicaba la que hasta la fecha ha sido su mejor y más vendido escrito, 'El silencio de los corderos', cuya publicación marca realmente el comienzo de la historia de Hannibal Lecter. Fascinante y aterrador a partes iguales, la participación de Lecter en 'El silencio de los corderos' es tanto o más fundamental que la trama de la búsqueda de Buffalo Bill por parte de la agente novata del FBI, Clarice Starling. Bien es sabido que Hollywood no deja pasar un best-seller —y sino que se lo digan a John Grisham— y así es como, cuatro años después de su publicación llegaba a la gran pantalla 'El silencio de los corderos' ('The silence of the Lambs', Jonathan Demme, 1992) y con ella nacía un mito cinematográfico: Anthony Hopkins. Aunque su reputación como actor metódico y de gran solidez estaba más que demostrada con la gran cantidad de producciones en las que había venido interviniendo desde 1967, lo cierto es que a raíz de su intervención en la cinta de Jonathan Demme, su popularidad subió como la espuma, no siendo ajeno a ello el hecho de hacerse acreedor del Oscar al Mejor Actor de RepartoPrincipal —uno de los cinco que se llevó la magnífica cinta—.

Si algo quedaba claro con el éxito monumental de la cinta, era que poco habría que esperar para volver a ver a tan apasionante personaje en acción. Y así fue como, en 1999, veía la luz una nueva entrega en la saga del caníbal. Y esta vez su protagonismo era absoluto. 'Hannibal' volvía a batir récords de ventas ofreciéndonos más violencia, sangre y visceras que su predecesora. De clara vocación fílmica, y escrita casi con esa intención, la novela era llevada a la gran pantalla de mano de Ridley Scott un par de años más tarde, y aunque los resultados en taquilla eran los esperados, los de la crítica no fueron tan benevolentes y la cinta fue vapuleada por su parco sentido del ritmo, la falta de un guión con más garra, y el innecesariamente salvaje clímax final —por no hablar de lo estúpido del personaje de Ray Liotta o de la poca adecuación de Julianne Moore en su encarnación de Clarice—.

Y aún así Hollywood no tuvo suficiente. Al menos eso demostró cuando, tan sólo un año después de 'Hannibal', se estrenaba 'El dragón rojo' ('Red dragon', Brett Ratner, 2002), adaptación de la primera novela de Harris en la que se metía mano a la configuración de la misma para dar mayor protagonismo a Lecter. El resultado, un fiasco con una recaudación que superaba por poco la mitad de lo acumulado por 'Hannibal', algo que no es de extrañar ya que las presencias de Hokpkins, Ralph Fiennes o Edward Norton se mostraban incapaces de salvar una cinta aburrida lastrada sobremanera por una labor de realización tan efectiva como común. Parecía que 'El dragón rojo' dejaba sentada las bases para convertirse en el final de la saga. Pero...

Hete aquí que Dino de Laurentiis, productor legendario donde los haya e impulsor de todas las cintas de la saga a excepción de 'El silencio de los corderos', en conjunción con Harris, decide dar un origen a tan singular personaje, pergeñando entre ambos lo que acabará por convertirse en 'Hannibal, el origen del mal' ('Hannibal rising', Peter Webber, 2007), horrible traducción del título original, todo sea dicho. Tras ver la cinta, una única pregunta acude a la mente del que esto suscribe, ¿Por qué?.

Innecesaria, aburrida, monótona, tópica, típica, previsible hasta la saciedad y muchos más epítetos que me dejo por el camino podrían llegar a calificar a una cinta que si algo consigue es destrozar el mito de Hannibal. Hasta este esperpento, la fuerza del personaje radicaba en el misterio que se encontraba detrás de la perversa aversión que el psicoanalista sentía por el resto de la raza humana. Ello se esfuma como si nunca hubiera existido tras acudir al deplorable espectáculo que plantea esta cinta al explorar el creador del personaje los motivos que llevaron a Lecter a convertirse en lo que ya conocíamos. Todo en la producción parte de una concepción errónea y dicho error se extiende como mancha de aceite por (casi) cada aspecto de la cinta: dirección, actores y guión —¿revisaría alguien los diálogos?— hacen gala de una parquedad terrible a la hora de conmocionar al espectador.

Pasando a vuelo de pájaro por cada uno de estos aspectos, y sin detenerme mucho en ninguno de ellos más de lo necesario, cabría comentar que la dirección de Webber es ramplona, carente de fuerza o personalidad; que los actores cumplen sin más, paseándose como si tal cosa por delante de la cámara, algo que en el caso de Gaspard Ulliel, encargado de encarnar al Lecter joven, resulta totalmente imperdonable dado el caramelo que el intérprete tenía entre las manos; que el guión parece más un borrador que un libreto redactado por el mismo autor de 'El silencio de los corderos', con unos diálogos que de imposibles son inexistentes, reduciéndose a frases sueltas que los personajes van espetándose los unos a los otros sin mayores consecuencias.

En fin, que salvo un honroso —que no brillante— diseño de producción y una correcta partitura firmada alimón por Shigeru Umebayashi e Ilan Eshkeri, 'Hannibal, el origen del mal' es un despropósito de proporciones descomunales que queda muy por debajo incluso de lo que Mann o Ratner nos ofrecían con sus aproximaciones al personaje. Tal y como rezaba el cartel original de la cinta "Conoces su nombre. Conoces sus métodos...Pero aún no sabes como empezó todo". "Y ni falta que nos hacía", añadiría yo.

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