Cine en el salón: 'Tango & Cash', encefalograma plano

Fue el filme peor organizado y pobremente preparado en el que he trabajado en mi vida. Desde el día en que empezamos, nadie tenía ni la más remota idea de lo que había que hacer.

Esta cita, recogida en su momento a un miembro del equipo de producción de 'Tango & Cash' ('id, Andrei Konchalovsky, 1989) habla casi mejor que cualquier otra del tremendo caos en el que se vio inmerso el rodaje de la última cinta estadounidense estrenada en la década de los ochenta. Un caos al que no fueron ajenos ni la intransigente personalidad de Jon Peters, productor de la cinta junto a Peter Guber y Peter MacDonald ni, por supuesto, el infladísimo ego que gastaba por aquellos años la mega estrella que era el muy ubicuo Sylvester Stallone.

De hecho, es al actor a quien se deben los primeros problemas que comenzó a arrastrar el filme cuando, por motivos que sólo podrían ser definidos como estúpidos, provocó de forma unilateral la marcha de Barry Sonnenfeld —director de fotografía inicial de la cinta— aduciendo que "la iluminación no era satisfactoria". A tamaña idiotez, propia del comportamiento típico que suele asociarse a las estrellas que no tienen ni pajolera idea de cómo manejar su estatus, se uniría más tarde, y de mano de Peters, un hecho que marcaría de forma más categórica el devenir de la película, el despido de Andrei Konchalovsky del puesto de director.

De desastre en desastre

Resumiendo en breves líneas lo que daría para un par de párrafos, productor y cineasta tenían muy diferentes puntos de vista acerca del rumbo que tenía que tomar la cinta. Según comentaría Konchalovsky más tarde, a él se le contrato para filmar una buddy movie con mucha carga de comedia, un punto de partida que Peters parecía querer usar para plantear una cinta alocada y de marcado talante camp. El encuentro entre ambos pareceres y la negativa del director a ceder a las constantes injerencias del productor, terminarían por provocar el tajante despido del mismo después de tres meses de trabajo.

La inmediata incorporación de Albert Magnoli al trabajo de dirección —por el que no sería acreditado en última instancia— no vendría a resolver la maraña de problemas en la que llevaba envuelta 'Tango & Cash' desde sus comienzos. Una maraña que había empezado a enredarse por el abandono de la producción de Patrick Swayze —el Cash inicial— que había dado un paso de gigante al arrancar el rodaje sin un libreto definitivo, que iba a seguir complicándose por las constantes re-escrituras al que sería sometido éste y que remataría un proceso de montaje que fue un auténtico infierno y para el que Warner contó con ese médico de su profesión que era Stuart Baird.

Con todo ello, no es de extrañar que la cinta se terminara de rodar a ocho semanas vista del estreno, que éste se tuviera que atrasar por los constantes rechazos de la productora de los sucesivos montajes, que se tuviera que contratar a un compositor de música adicional que completara el trabajo inicial de Harold Faltermeyer y que, en medio de todo este berenjenal, Stallone terminara haciendo las veces de productor, escritor, director y, por supuesto, actor. De hecho, en descargo de la estrella y de su ego vendrían a decir tanto Konchalovsky como Brion James que de no haber sido por sus desvelos, es muy probable que la producción se hubiera ido al garete.

'Tango & Cash', "ochentada" que anticipa los 90

El que se estrenara en la fecha que lo hizo, convierte de forma casual y simultánea a 'Tango & Cash' tanto en el resultado último de la evolución que el cine de acción había sufrido durante el transcurrir de los ochenta, como el temprano anuncio de la dirección hacia la que el género iría virando en sus menos recomendables encarnaciones durante la siguiente década. Y por menos recomendables encarnaciones me estoy refiriendo, en términos generales, a todos aquellos filmes que le daban poca o nula importancia a la trama, que olvidaban por el camino lo que era el guión y que ofrecían cada vez más desmesura llevándose por delante la "coherencia".

A ese esquema responde este divertimento "aneuronado" que es la cinta protagonizada por Sylvester Stallone y Kurt Russell; un vehículo construido de forma exclusiva para lucimiento del primero y por extensión —y rebote— del segundo que es todo pirotecnia y artificio pero que carece de una base sólida sobre la que fundar sus excesos. Para que nos entendamos, que en términos de acción se sitúa en el opuesto del espectro de lo que el año anterior habíamos visto en la grandiosa 'La jungla de cristal' ('Die Hard', John McTiernan, 1988).

Pero claro, ni Konchalovsky es el añorado cineasta responsable de las dos mejores entregas de la saga de John MacClane ni, seamos francos, la producción de cualquiera de éstas se topo con las asombrosas zancadillas que se le fueron interponiendo a una cinta que, con todo, encuentra momentos para el disfrute en la espléndida sinergia que se crea entre sus dos estrellas, siendo las escenas que comparten —la famosa de la ducha, el momento "poli malo, poli peor" con James...— lo más destacable de un conjunto deslucido por la ausencia de un libreto en condiciones que viniera a sustituir a la casualidad que campa a sus anchas por el metraje.

Tampoco ayuda ese villano horrendo y de opereta que es Jack Palance, ni la concesión a la vertiente más hortera y sin sentido de los ochenta que es la secuencia del baile de Teri Hatcher —por muy "suculenta" que pudiera estar la "mujer desesperada" por aquellos años— ni un humor irregular que sólo encuentra correcta exposición, de nuevo, en manos de las dos estrellas de la función. Con las set-pieces resueltas de "aquella manera" —esto es, sin personalidad ni garra— que 'Tango & Cash' fue un inmerecido testamento al cine de acción de los ochenta es una evidencia que ese juez implacable llamado tiempo ha puesto de manifiesto de forma más que dolorosa.

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