'Ciudad del Silencio', vergonzosa en todos los aspectos

Hay bodrios y bodrios. Están aquellos tipos de películas, al estilo de lo que hace vuestro admirado Uwe Boll, que ya sabes con lo que te vas a encontrar. Son insultos al séptimo arte, de acuerdo, pero no engañan a nadie, son lo que son, y no tienen ninguna pretensión, aunque evidentemente esto no sea justificación para su pésima calidad. Luego tenemos ese tipo de bodrios que aspiran a ser films serios, y que se van de títulos cultos, por decirlo de algún modo, y que se dividirían en un sinfín de posibilidades, tantas como sus propios argumentos, films de denuncia, dramones sociales, dramones trascendentales, idas de olla y demás pajas mentales. Estas películas, además de insultar al séptimo arte, insultan la inteligencia del espectador. Cuando una de esas películas alcanza la categoría de bodrio, para un servidor es mucho peor que cualquiera de esos films cuyo único propósito era el de querer entretenerte, aunque no lo hayan conseguido. 'Ciudad del Silencio' pertenece a ese tipo de films, con pretensiones, cuyo visionado puede convertirse en una de las experiencias más vergonzosas que se hayan vivido. Lo mejor en estos casos, es tomárselo a coña. Y os aseguro que en la película hay un buen puñado de escenas destinadas a esa labor, aunque su intención fuera otra.

Pero es que además, en el caso de este film protagonizado por Antonio Banderas y Jennifer Lopez, se trata un tema real y actual bastante preocupante: la violación y asesinato de muchas mujeres trabajadoras, en la ciudad de Juárez (México), y con la justicia sin hacer nada para resolverlo. Un tema aterrador, pero que en la película alcanza unos niveles tan risibles, casi de insulto, que no me imagino a la gente de Juárez a la hora de ver esta película. No me extrañaría que se hubieran sentido molestos por la escandalosa falta de tacto que tiene el film.

Una vez más, unos hechos reales, en este caso, terroríficamente reales, sirven para contar una historia, que en todo momento pretende denunciar esta situación tan peligrosa que se vive en Juárez. Su director, Gregory Nava, que vivió tiempos mejores, cubre la película de un tono documental, con toques realistas, basados sobre todo en la utilización de cámaras digitales, para intentar darle mayor verismo a los hechos que nos narra. Y digo intentar, porque para usar las cámaras digitales con eficacia, hay que tenerlo muy claro, y no usarlo porque sí, creyendo que la textura conseguida con esas imágenes ya te lo va a dar todo hecho. No. Hay que darle personalidad. Y si no, que le pregunten a Michael Mann. El caso es que aquí, esa técnica no cumple con lo deseado, y para colmo, termina distanciando de lo que estamos viendo, incluso lo hace más irreal.

El guión no hay por donde cogerlo, aparte de que se va por los cerros de Úbeda un montón de veces, y otras termina siendo escandalosamente ridículo. En cuanto a lo primero, podríamos hablar de la participación del cantante Juanes (a ver, pausa para respirar pofundamente). En un principio, lo citan de pasada, como pueden citar a cualquier otro músico (juas) en cualquier otra película. Y ahí quedaría la cosa. Pero el estupor es bien grande cuando la película, necesitada de más metraje, decide emplear unos minutos, demasiados, en un concierto privado para ricachones del famoso cantante, donde canta aquello de: "Tengo la camisa negra...", canción que para nuestro martirio suena dos veces en la película. ¡¡¡¡Dos veces!!!! Aún no me he repuesto del susto. Dicha escena, vergonzosa hasta decir basta, podría haber sido utilizada en provecho de la narración, como bien se ha hecho con otros temas musicales en otras películas, pero no, es totalmente gratuita, y dan ganas de tirarle un zapato a la pantalla.

En cuanto a la ridiculez del guión, nos encontramos con todos los supertópicos de este tipo de historias. Los protagonistas son dos periodistas intrépidos que una vez estuvieron emparejados, y bla bla bla, no necesito decir más ¿verdad? La supuesta investigación por parte de los mismos acerca de unos violadores y asesinos es tan ridícula, que cuando veáis la película os daréis cuenta de lo sumamente fácil que lo tienen para encontrar a dichos asesinos, sin necesidad de dar tantas vueltas. Es en el transcurso de esa investigación donde se suceden algunas de las secuencias más bochornosas vistas en mucho tiempo. No me resisto a contar una en concreto, que por supuesto es un SPOILER, y que os invito a leer, porque no desvela nada importante del argumento del film. El sospechoso de los crímenes es un conductor de una línea concreta de autobuses. Entonces, para averiguar cuál de ellos es, nuestros dos protas deciden hacer fotos de todos los conductores. Para ello utilizan una furgoneta, y pasando pegados al autobús, o poniéndose delante, les quitan fotos a los conductores con una máquina digital última generación. Bien, hasta aquí todo correcto ¿verdad? es de suponer que en dichas fotos se verá a los conductores dentro de un autobús, conduciendo, evidentemente. Cuando llega la hora de que la chica superviviente del ataque de uno de esos hombres, lo identifique mirando dichas fotos, hete aquí que las fotos que mira son de los conductores, sí, pero posando para la cámara, y ninguno de ellos en el interior de un autobús. FINAL SPOILER. ¡¡¡¡DELIRANTE!!! Ante la falta de seriedad de escenas como ésta, pues qué queréis que os diga.

Los actores están todos penosos, aunque eso ya era de esperar. Jennifer Lopez se pasea con su cuerpazo, sin aportar ni la más mínima credibilidad a un personaje que se hunde por sí solo, y que es el colmo del esquematismo. A su lado, un Antonio Banderas más perdido que nunca, como jefe de un periódico mexicano, poniendo cara de serio intentando demostrarnos que el tema a tratar le preocupa. Martin Sheen interpreta al jefe del personaje de Lopez, y sale tan poco que apenas hay tiempo de valorar su trabajo. Sonia Braga pasaba por allí, y Juan Diego Botto sigue siendo mal actor allá a donde se vaya a rodar. Además, la relación de su personaje con Lopez es poco verosímil, y no viene a cuento.

Un bodrio soberano que les hace un flaco favor a los de Juárez. La película pretende denunciar algo horrible, y no aporta absolutamente nada, ni siquiera funciona como denuncia, por estar tan mal construída y enfocada. Incluso podría haberse hecho un film de género, con base real, un thriller con toques de realismo social, y hubiera quedado mucho mejor. Al final, como siempre, lo paga el espectador, al cual de nuevo se le ha tomado el pelo. Y encima con un tema serio.

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